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Roberto Bolaño, en el laberinto de la edición de las obras póstumas

‘El espíritu de la ciencia-ficción’ del autor chileno se publica 13 años después de su muerte La edición reabre el debate sobre el porqué de estos inéditos y si son lícitos o no

El escritor Roberto Bolaño, en Barcelona en 1997.
El escritor Roberto Bolaño, en Barcelona en 1997.MANOLO S. URBANO

Las razones por las que los grandes escritores parecen producir desde ultratumba son un laberinto. La publicación hoy del décimo libro del chileno Roberto Bolaño (1953-2003) en 13 años que lleva muerto lo confirma. Se trata de El espíritu de la ciencia-ficción (Alfaguara), una novela de iniciación y posible antecedente de Los detectives salvajes, y donde podría residir parte del secreto de 2666, su gran obra póstuma.

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Más allá de la maraña de acuerdos o desencuentros privados y legales entre los herederos, amigos o editores, sobre esas obras revolotea la pregunta de si es lícito o ético publicar algo sin la voluntad expresa del autor.

Los inéditos póstumos suelen aparecer bajo la luz de la duda, si aportan algo o es mero mercadeo. Y el caso de Bolaño no es una excepción. Christopher Domínguez Michael, historiador y crítico literario mexicano, aclara los motivos de la publicación en el prólogo: “Tampoco cosechan demasiado crédito quienes adjudican la posteridad de Bolaño a una siniestra operación de mercado editorial. Me he opuesto a los excesos de los editores, a su necesidad de dar gato por liebre, pero en el caso de Bolaño, aducir su fortuna al mercado es, o no haberlo leído, o ignorar que la novela nació liada al comercio desde los tiempos de Walter Scott, Balzac o Eugène Sue, o, finalmente, creer que la literatura en lengua española sigue necesitando del empujón de los editores”.

Manuscrito de ‘El espíritu de la ciencia-ficción'.
Manuscrito de ‘El espíritu de la ciencia-ficción'.

Bolaño terminó El espíritu de la ciencia-ficción en Blanes en 1984. La novela podría interpretarse como un parteaguas en su ruta literaria. Esta edición de Alfaguara tiene como apéndice la reproducción de varias páginas manuscritas de Bolaño. Según Pilar Reyes, su editora, “no podemos especular sobre si para Bolaño era un manuscrito terminado o no, publicable o no. El manuscrito está fechado y firmado, y son tres las libretas que lo contienen, en tres etapas de la escritura: notas, primer borrador y transcripción en limpio. Existe una cuarta libreta con la entrevista que integra la parte inicial del libro, con indicaciones exactas del autor de dónde debe ensamblarse. Esto nos lleva a pensar que Bolaño pensó con mucho detalle la estructura del libro. Parte de él, el Manifiesto mexicano, apareció luego como texto independiente y dentro de La Universidad desconocida. Nosotros hemos mantenido ese texto como está en los cuadernos de 1984, que difiere levemente del aparecido en La Universidad Desconocida”.

Sobre cómo la editorial se enfrentó a la novela, Pilar Reyes asegura: “Era un texto íntegro, con enorme fuerza narrativa, que abría por primera vez el mundo que luego lo consagraría como escritor en sus obras narrativas de madurez. Nosotros pensamos que era un texto de indudable interés, que los lectores apreciarían y que podría ser una formidable puerta de entrada al universo Bolaño para quienes aún no le hubieran leído”. Los anteriores libros inéditos de Bolaños fueron publicados por Anagrama, y en tres de los cuales participó el crítico Ignacio Echevarria.

En cuanto al debate general de si es lícito o ético publicar estas obras, Joan Tarrida, de Galaxia Gutenberg, dice que “todo depende de si se sabe o no la voluntad del autor, o de si no queda clara. Es el albacea literario o el heredero quien decide, al fin y al cabo, ha sido la persona de confianza designada por el autor”. Tarrida ha editado obra póstuma de José Ángel Valente y Cabrera Infante. En ambos casos han encontrado carpetas cerradas. ¿Por qué no los editó el autor?: “En el caso de Cabrera no se lo permitió la salud ni tuvo tiempo, y en el de Valente, porque murió antes”.

Manuscrito de la obra póstuma de Bolaño.
Manuscrito de la obra póstuma de Bolaño.

Renacer de un escritor

Uno de los que vive un renacer con libros póstumos es Juan Ramón Jiménez. “Cuando él murió estaba sin publicar el 70% de su obra”, desvela Carmen Hernández-Pinzón, sobrina y representante de los herederos del Nobel español. Hernández-Pinzón asegura que JRJ dejó claro que deseaba que su obra se divulgara. Lo que no es ético, afirma, es publicar libros que el autor dejó dicho expresamente que no quería.

Sándor Márai e Irène Némirovsky son dos grandes hallazgos póstumos. Juan Milá, de Salamandra, el sello en España de ambos, admite que “casi por impulso, los editores tendemos a argumentar a favor de la publicación de libros póstumos, en busca de lectores. En el caso de ciertos escritores, la publicación de obras inacabadas, epistolarios o papeles de trabajo cobra un interés especial”.

Para Julio Ortega, profesor de la Universidad de Brown que ha hecho ediciones póstumas de Carlos Fuentes y José Donoso, “una obra abandonada nunca será mejor que una obra publicada, salvo, quizá Kafka”. “Las cosas han cambiado, hoy no hay autores póstumos debido a que los editores publican todo lo que el autor es capaz de rendir. El caso de Bolaño es distinto, escribió muchísimo y no le habría alcanzado la vida para ver todo impreso”, agrega.

Luis Miguel Palomares Balcells, responsable de la Agencia Carmen Balcells, que llevaba a Bolaño antes de que pasara a manos de Andrew Wylie, es partidario de que los albaceas se sientan libres para hacer lo adecuado. “Hay herederos muy escrupulosos. Los editores nos proponen un libro, lo analizamos y lo comentamos con sus herederos. A veces no casan con los designios del autor, y otras solo muestran el interés de vender libros. La propuesta, también, puede salir de la Agencia”. Agrega que “mantener la memoria del autor es difícil de rechazar. Al final es el lector que al final decide si es acertado o no”.

Más información en www.winstonmanriquesabogal.com.

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