El fin de lo inacabable
Cuando un escritor muere, sus obras dejan de pertenecerle
Uno de los capítulos más fascinantes de la historia de la literatura es el de las obras que los escritores dejan inacabadas al morir. Por el bien de los lectores, en los casos en los que, sabiéndose cerca del final, el autor indica que la obra sea destruida, es preciso ignorar los deseos del creador. Cuando un escritor muere, sus obras dejan de pertenecerle. Uno de los casos más relevantes es el de Kafka, que no puso fin a ninguna de sus tres novelas probablemente porque eran en esencia inacabables.
Inacabable era también la novela que tenía entre manos David Foster Wallace cuando se suicidó, El rey pálido. Sabiéndolo, su autor dispuso cuidadosamente los 5.000 folios de la obra en curso en distintos lugares del garaje donde puso fin a su vida. Piadosamente, su editor redujo el manuscrito a unos centenares de páginas. A diferencia de lo que ocurrió con Kafka (sobre quien Wallace escribió páginas magistrales), su obra inconclusa carece del misterio que late en La broma infinita, su obra maestra. ¿Tiene nadie derecho a dar forma final a una novela inacabada? Es lo que hizo Jonathan Lethem con Los viernes en Enrico's, de Don Carpenter. Aun siendo interesante, el experimento nos sitúa en otra dimensión. Lo que el lector tiene ante sí no es la voz del autor, sino un sucedáneo.
Uno de los casos más interesantes de los últimos años es El original de Laura, de Nabokov. Desobedeciendo a su padre, que ordenó destruir el centenar de fichas en las que había empezado a pergeñar la novela, Dimitri Nabokov las publicó en forma de facsímil. Inicialmente, la crítica denunció la decisión como un caso de oportunismo. El tiempo, sin embargo, ha dado la razón al hijo díscolo. En su estado larvario, El original de Laura es algo infinitamente más interesante que lo que, de haberla acabado, probablemente hubiera sido una sombra pálida e imperfecta de las obras maestras del mago. La novela póstuma de Nabokov, y así lo ha reconocido su biógrafo, Brian Boyd, es un mapa fascinante de la diabólica imaginación del autor en estado de efervescencia.
Babelia
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