La segunda vida del Bataclan
La sala de conciertos parisiense, donde murieron 89 personas en el atentado de 2015, volverá a abrir sus puertas en noviembre
Los paseantes se detienen unos segundos para mirar al cielo. Preguntan por la fecha de apertura a los numerosos guardas de seguridad que escoltan su puerta, antes de marcharse con una sonrisa. Decenas de trabajadores ultiman las obras en su interior, mientras los vecinos se admiran al descubrir que sus colores vuelven a brillar. La sala de conciertos Bataclan, escenario del atentado que se cobró 89 víctimas en noviembre de 2015 en París, destapó ayer el nuevo aspecto de su fachada, una reconstitución idéntica del muy colorista original. Solo se perciben un par de diferencias: sus responsables han retirado el viejo panel luminoso que anunciaba el concierto del día, prefiriendo añadir las ocho letras que componen el nombre de la sala, de color rojo y espíritu saltarín.
Un año después de la masacre, la sala se prepara para volver a abrir sus puertas. La reapertura oficial será el 16 de noviembre, con un concierto a cargo del británico Pete Doherty, que volverá a tocar la noche siguiente (las entradas para ambas noches están agotadas desde hace meses). El 18, le tomará el relevo el senegalés Youssou N’Dour. El 24, será el turno de Laurent Garnier, una noche antes del concierto de Marianne Faithfull, quien debería interpretar por primera vez una canción escrita para las víctimas de los atentados. Además, el Bataclan ultima una sorpresa para una de las noches anteriores al día 16, como sostenían ayer fuentes de la organización, esperando aún una última confirmación. La prensa francesa ha sugerido que podría tratarse de un concierto de Metallica o de The Cure, banda que ya protagonizó un mítico concierto en la sala allá por 1979. El conjunto liderado por Robert Smith tiene previsto pasar por París esa semana: el día 15 actuarán en el vecino pabellón de Bercy.
Sin embargo, la noche del aniversario de la matanza –el 13 de noviembre– solo podrá oírse el silencio en su interior. El Ayuntamiento de París ha previsto una serie de ceremonias “marcadas por una gran sobriedad”, según un comunicado. Ese día se destaparán distintas placas conmemorativas en los seis lugares donde tuvieron lugar los ataques. La que se colocará en el Bataclan debería estar formada por 89 estrellas junto a las iniciales de las víctimas, a petición de distintas familias que no desean que se revelen sus nombres completos, según la radio RTL. “No hay que hacer [del Bataclan] un mausoleo, ni un lugar de peregrinaje. Nadie está pidiendo eso”, explicó hace meses uno de sus gerentes, Jules Frutos, a Le Monde. Las víctimas del atentado están de acuerdo con él. “Se trata de una sala de conciertos y es normal que vuelva a acoger música en vivo”, explica el portavoz de la asociación Life for Paris, Alexis Lebrun, superviviente del atentado del Bataclan. Pese a todo, asegura que él no volverá a la sala. “No me apetece infligirme eso. No sería agradable y no siento ni la necesidad ni las ganas de hacerlo”, afirma. Las víctimas también han exigido medidas de seguridad reforzadas. “Y no solo en el Bataclan, sino en todas las salas de conciertos, que a día de hoy no se benefician de ningún refuerzo particular. Tenemos motivos para estar preocupados”, afirma Lebrun.
El mayor de los retos de la sala será, precisamente, dejar de estar vinculada a los más funestos recuerdos de esta ciudad que se ha esforzado en pasar página, aunque sin conseguirlo del todo. Situado a pocos metros de la Plaza de la República, en la frontera entre los distritos 10 y 11, el Bataclan abrió sus puertas en 1864 acogiendo a un café, un teatro y una sala donde se representaban revistas y vodeviles. Tomaba su nombre de una opereta de Offenbach que triunfó en el París decimonónico. Tras un incendio en 1933 y distintas renovaciones, este edificio con aspecto de pagoda multicolor se convirtió en cine hasta 1969 y, a partir de los setenta, en un templo del rock. Hasta septiembre de 2015, la sala perteneció al empresario francés Joël Laloux, judío practicante que hoy reside en Israel, lo que despertó dudas sobre la motivación del atentado perpetrado por el Estado Islámico. Desde entonces, la sala es propiedad del grupo Lagardère, que lo adquirió junto a Jules Frutos y Olivier Poubelle, gerentes del Bataclan desde 2004.
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