La lotería del museo
Tal vez ha llegado el momento de corregir la insolubilidad de las urnas con las ficciones de la pintura, la escultura, la fotografía y el cine, formatos que dan muchas vueltas y revueltas a la realidad, de manera que una visita a la penúltima presentación de la colección del Reina Sofía serviría para aumentar aún más el mito personal del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, como el político más entrópico de la democracia. El ensayo fílmico de Allan Sekula, Lottery of the Sea (La lotería del mar), pone el proceso en marcha, y en una de las secuencias el ensayista y cineasta se pregunta si el desastre del Prestige en las costas gallegas, hace 14 años, sirvió para que España se diera cuenta de que en la nueva economía global no necesitaría el mar. El entonces vicepresidente había hablado de “hilillos de plastilina”; hoy las asociaciones que poseen la mayor catástrofe ecológica en territorio ibérico son las de este siglo: el consumismo, la expulsión de los inadaptados, la explotación laboral, el control policiaco, la destrucción del medio natural. Las condiciones de una institución cultural pueden marcar la escala humana de la política, así que es prácticamente imposible que acabemos la visita sin pensar que tanta clarividencia dentro de un museo no merecería una respuesta paralela del ciudadano en la calle. La ironía resulta casi conmovedora. El centenar de trabajos reunidos bajo el título Arte para pensar la nueva razón del mundo son también 100 respuestas de resistencia frente a la ortodoxia neoliberal que gobierna el planeta. Lejos de lo panfletario, los artistas —el armónico conjunto parece una conversación entre iguales— tienen la habilidad de trasladar sus ideas a signos y formas sin una pérdida sensual, lo que equivale a decir que el recorrido tiene momentos exquisitos (Bilbao Song, 2010, de Peter Friedl), divertidos (La ciudad vacía: la casa, 1999-2007, de Pedro G. Romero), caprichosos (Folklore, 2009, Patricia Esquivias), totémicos (Discrepancias, 2012, Leonor Antunes), literarios (Libro para Manuel, 2010, Néstor San Miguel), revolucionarios (Argentina, 2001, Creischer y Siekmann) o nostálgicos (Atomic Park, 2003, Gonzalez-Foerster).
Si quieren descubrir el manantial del que saldrá el arte de las próximas décadas, he aquí el extraño espacio excavado que guarda la cápsula. Se sorprenderán de lo fácil que era —políticamente— cambiar las cosas.
Babelia
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