Nosotras escribimos
La Biblioteca Nacional instaura el Día de las Escritoras para reivindicar el protagonismo de las autoras hispanoamericanas
En el olimpo de las letras hispanas no tenemos a una Santa Virginia Woolf de Todos los Santos y las Santas. No todavía. No veneramos, aún, a una autora que reúna el consenso unánime necesario para reinar en el canon de la excelencia literaria. Y no será por falta de cantidad y calidad de las candidatas. Sino por la invisibilidad, cuando no el ninguneo, que han sufrido las mujeres de letras a lo largo de la historia por parte de los varones que tenían la potestad de publicar, ponderar y conservar su obra.
La Biblioteca Nacional se llenó ayer de las letras de 31 escritoras latinoamericanas de todas las épocas, de Teresa de Jesús a Carmen Martín Gaite, leídas por otras tantas autoras vivas, de Carme Riera a Julia Navarro, en el primer Día de las Escritoras. Una iniciativa de la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias (Fedepe) y la Asociación Clásicas y Modernas para la igualdad de género en la cultura que pretende reivindicar la gloria que merecen esas clásicas y el protagonismo que acreditan las autoras en la literatura contemporánea.
La injusticia continúa
Ni siquiera Teresa de Jesús reúne la aquiescencia necesaria para considerarla una pluma indiscutible. Las entidades organizadoras del acto barajaron el 15 de octubre, festividad de santa Teresa, para la celebración del evento. Pero no hubo consenso. Para unas, por la apropiación que hizo el régimen franquista de su figura. Para otras, por su condición de icono de la Iglesia católica. Este tipo de consideraciones no debieran empañar la brillantez de su obra, ni la de su memoria. Pero el caso es que, a día de hoy, siguen haciéndolo, y no solo entre los hombres. “No tenemos referentes de autoras que generen unanimidad, y eso no se debe a la calidad de la obra de las mujeres, que puede ser discutible porque la literatura no es una ciencia exacta, sino al poder de quién decide qué es canónico y qué no lo es. Y, hasta ahora, y todavía, las mujeres han estado y están en inferioridad de condiciones frente a los varones”, sostuvo ayer Laura Freixas, escritora y portavoz de la Asociación Clásicas y Modernas.
La aguda punta de un iceberg de talento
Si una palabra vale a veces más que mil imágenes, algunas cifras valen en ocasiones más que cien mil palabras. En este sentido, los datos de la presencia de mujeres en las altas instituciones y en las listas de grandes galardones literarios conforman un poema de realismo sucio. Solo 10 mujeres en 300 años de historia han ocupado un sillón de la Real Academia Española de la Lengua. El Premio Nacional de Narrativa, instaurado en el ya democrático año 1977, solo ha distinguido a dos autoras —Carmen Martín Gaite y Carme Riera— en sus 38 ediciones. Solo ha habido 4 mujeres de 38 Premios Cervantes y 14 mujeres entre 113 Nobel de Literatura.
Pareciera que, aquí y ahora, días después de la concesión del codiciadísimo Premio Planeta a la escritora Dolores Redondo, con la evidencia de que algunos de los libros más vendidos son obra de mujeres, y constatando la masiva presencia de ejecutivas en el mundo editorial, pudieran sobrar este tipo de efemérides. Sin embargo, Anna Caballé, autora de La vida escrita de las mujeres, una especie de quién es quién de las autoras hispanoamericanas hasta 2012 de donde se sacó la lista de autoras leída anoche, estima que, “sin ser imprescindibles, aún no sobran”. “Los editores, hoy, publican por estrictos criterios mercantiles. Las mujeres leen más y compran más. Algunas autoras, cierto, venden mucho, y no creo que una mujer tenga más difícil publicar hoy por el hecho de serlo. Pero está bien recordar de dónde venimos. De la indiferencia y el desprecio hacia el talento literario de las mujeres. Y también denunciar el desequilibrio escandaloso de géneros en la cumbre de las instituciones y los premios de las letras”.
La superventas Julia Navarro, que leyó un fragmento de una obra de Olga Orozco, una poetisa argentina que usó hasta ocho seudónimos —muchos de hombre— para poder publicar en su día, tendría, a priori, pocos motivos de queja de discriminación de género. Sin embargo, tampoco ve extemporáneo un Día de las Escritoras en pleno 2016 de la corrección política. “Hay que seguir reivindicándonos y, sobre todo, sacar del olvido a tantas mujeres que, antes que nosotras, escribieron en el más absoluto ostracismo”.
En ese sentido, remacha Freixas, la injusticia histórica continua, y la generación de clásicas vivas va a una velocidad insoportablemente lenta. “No es tan importante que haya paridad en los premios Planeta, como que haya más mujeres Premio Cervantes, que son los referentes que estudiarán los niños y las niñas en los colegios”. A algunos de los santos varones presentes en la platea, les pitaban los oídos.
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