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La verdad sobre el caso Ferrante

La revelación de que detrás de la autora italiana Elena Ferrante se escondía la traductora Anita Raja enciende una polémica sobre el derecho a la intimidad

Andrea Aguilar
Anita Raja
Anita RajaEL PAÍS

El misterio en torno a la verdadera identidad de la escritora Elena Ferrante ha sido desvelado por el periodista de investigación Claudio Gatti, en un trabajo publicado por Il Sole 24 Ore, Frankfurter Allgemeine Zeitung, The New York Review of Books y la web francesa de noticias Mediapart, pero la polémica no ha hecho más que arrancar.

La filtración de las cuentas bancarias de la editorial italiana Edizione e/o y el seguimiento de la compra de varios inmuebles en Roma y la Toscana, han llevado a Gatti a concluir que detrás del seudónimo literario sobre el que más se ha escrito en el siglo XXI se encontraba la traductora Anita Raja, esposa del escritor Domenico Starnone. ¿El viejo mantra de "sigue el dinero" es un bombazo informativo o una intromisión inaceptable? A juzgar por el huracán de reacciones que ha despertado el trabajo de Gatti puede decirse que ambas cosas.

Ferrante ha protegido con celo su verdadera identidad y ha explicado claramente los motivos que la llevaron a optar por "la ausencia, no el anonimato", explica en conversación telefónica Silvia Querini, directora literaria de Lumen y editora del trabajo de Ferrante en España. "Su idea es que el texto es lo que importa y lo que ha hecho el periodista es hurgar en su anonimato, en los nombres. En lugar de investigar en el fraude fiscal, se ha dedicado a buscar en las cuentas de una escritora. A mí el nombre verdadero no me importa ni como editora, ni como lectora". Y Querini no está sola en esto, miles de lectores se han lanzado a las redes para lamentar que el trabajo de Gatti no haya respetado la voluntad de Ferrante, quien en las entrevistas que ha concedido vía correo electrónico y en la única que ha dado en persona para The Paris Review (conducida por sus editores, los únicos que conocían su verdadera identidad) ha explicado con esmero los motivos por los que no quería desvelar su verdadero nombre. "El trabajo de Elena Ferrante ha tenido más impacto en Estados Unidos que el de cualquier otro escritor italiano en los últimos 20 años y tenía sentido publicar la entrevista aunque sabíamos que ella no iba a revelar su identidad", explica al teléfono Lorin Stein, director de la legendaria revista literaria. "Los motivos que Ferrante ha dado para no salir a luz son totalmente comprensibles, y lo raro es que no haya más escritores que tomen esta decisión al principio de sus carreras".    

Ferrante ha protegido con celo su verdadera identidad y ha explicado claramente los motivos que la llevaron a optar por un seudónimo

Elena Ferrante empezó a publicar en los años noventa, y a pesar de la adaptación de una de sus novelas al cine no fue hasta la publicación de La amiga estupenda, la primera entrega de la tetralogía Dos amigas, cuando saltó al escenario internacional. Y de qué manera. La llamada "fiebre Ferrante" se desató con furia. Lleva según Gatti más de dos millones de libros vendidos. A medida que el fenómeno crecía, las especulaciones sobre quién era Ferrante se multiplicaron. Los nombres de Starnone y Raja han sido recurrentemente señalados como el de los verdaderos autores (¿juntos? ¿solo él? ¿ella?) detrás de las obras de ficción. Starnone lo ha negado siempre.

El empeño por descubrir el "misterio Ferrante" llevó incluso a la Universidad La Sapienza de Roma a cotejar el trabajo de varios autores italianos con las obras de Ferrante y el algoritmo señaló la similitud con el trabajo de Starnone. El hecho de que la esposa de este escritor napolitano trabajara como traductora para la misma editorial que publica a Ferrante desde los años noventa, hacía aumentar las sospechas. Las especulaciones llegaron al extremo de defender que detrás de cada libro de Ferrante había un escritor distinto. Ella declaró entonces: "Evidentemente, en un mundo donde la educación filológica prácticamente ha desaparecido, donde los críticos no están atentos al estilo, la decisión de no estar presente como autor genera malas intenciones y este tipo de fantasías".

Ante el chorreo de críticas el periodista Gatti defendió su trabajo el lunes por la mañana en la BBC. "Es una figura pública, ha vendido millones de libros y los lectores tienen derecho a saber algo sobre la persona que los escribió. Raja era la sospechosa número uno y yo solo he encontrado la evidencia", declaraba a la emisora. ¿No bastaba con las explicaciones que Ferrante había dado? Sus editores en un comunicado publicado en La Republica clamaban "basta de asediarla, no es una criminal".

Los nombres de Domenico Starnone y su esposa Anita Raja han sido señalados una y otra vez como el de los verdaderos autores

En su artículo Gatti justificaba su investigación refiriéndose al libro Frantumaglia. En este volumen (publicado en Italia en 2003 y ampliado ahora para una nueva edición que saldrá en EE UU en noviembre y en España en octubre de 2017), Ferrante se presenta, aporta algún detalle biográfico y plantea sus ideas sobre la literatura y el proceso de creación. La nueva edición se completa con las entrevistas que ha concedido en los últimos años, (incluida la única a un medio en lengua española publicada por El País). Gatti escribe en su reportaje: "Lejos de ser la hija de la costurera napolitana que describe Frantumaglia, los detalles de transacciones inmobiliarias y los extractos financieros apuntan a Anita Raja, una traductora que vive en Roma, cuya madre de origen alemán escapó del Holocausto y se casó más adelante con un magistrado italiano". ¿Justifica esto pasar por encima de la voluntad de la escritora? "Este es el scoop de un periodista que no está interesado en la literatura. No es importante quién es Elena Ferrante sino sus libros, igual que no es importante quién es Thomas Pynchon sino sus novelas", argumenta en conversación telefónica el escritor Nicola Lagiola ganador del Premio Strega en 2015, y autor de una de las pocas entrevistas que ha concedido por correo electrónico Ferrante. "Un escritor tiene derecho a decir cosas que no son verdad, no es un político. Italo Calvino contaba una mentira sobre su vida en cada entrevista que daba, porque le divertía. La literatura es ficción". 

Cosas de hombres

A. A.

Mientras el misterio Ferrante invitaba a la especulación muchas lectoras se han indignado ante la sugerencia de que detrás del seudónimo se escondía la pluma de un autor. "Muchas mujeres sentían que esto no tenía sentido, que Ferrante expresaba un profundo conocimiento del imaginario femenino, y decir que lo había escrito un hombre era como robárselo", explica Lorin Stein, director de The Paris Review.

Ahora, el desenmascaramiento de Ferrante ha vuelto a cargar las tintas sobre el machismo o la falta de respeto a las mujeres. "¿Qué hubiera pasado si se hubiera descubierto que Knausgaard era una mujer? Su trabajo habría sido entendido como autoindulgente y hubiera sido despreciado. Knausgaard y Ferrante fueron dos fenómenos literarios paralelos. Él pudo reclamar su nombre. Ella no", denunció la escritora Lili Loofbourow en una catarata de tuits. "Su seudónimo era un regalo para los lectores. Nos inoculó contra la urgencia de reducir su trabajo a su femineidad, familia, biografía. Pero no ha servido de nada porque un tipo va y decide que era necesario ponerle nombre. Vale". La defensa feminista de Ferrante y su anonimato ha prendido con fuerza. El feminismo ha sido un tema que la escritora ha tratado tangencialmente en sus libros y abiertamente en sus entrevistas. Por eso quizá no hayan estado de más las palabras de Dayna Tortorici en la revista N+1 al recordar que el "cuarto propio" del que habló Virginia Woolf, es también libertad y privacidad. El espacio que reclama un escritor, hombre o mujer, puede ser el simple anonimato.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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