‘Una novia en Shangai’ hace realidad un mito chino de la muerte
La película que dirige Mauro Andrizzi es una coproducción entre el país asiático y Argentina
Hay muy pocas cosas en común entre China y Argentina, pero hay una a la que ninguna cultura puede escapar: la muerte. Es el tema siempre presente en Una novia en Shangai, el cuarto largometraje del director argentino Mauro Andrizzi (debutó con Mono, en 2007). La película surgió gracias a una invitación que recibió el realizador para pasar seis meses en el Peace Hotel, un histórico en el corazón de esa ciudad. Mauro, que nació en Mar del Plata (a 404 kilómetros de Buenos Aires) y solo tiene al inglés como idioma alternativo, se puso a estudiar chino para poder pedir una cerveza en un bar al finalizar las jornadas de rodaje. Solo para eso le sirvió lo aprendido.
“Estuve cuatro meses armando la preproducción”, cuenta Andrizzi a EL PAÍS. “Caminábamos buscando dónde íbamos a filmar y para contratar al equipo técnico sin conocer el idioma ni la cultura. La intención fue mostrar todo ese trabajo urbano y eso le da una impronta de realismo a la película en medio de una historia fantástica. Usamos una traductora tanto para comunicarnos con los actores como con parte de la producción y los técnicos”. “Fue muy surreal, pensaba que estaba filmando en Marte”, recuerda el director.
Una novia en Shangai cuenta la historia de dos estafadores callejeros a los que los asalta un delirio místico: en un derruido hotel de pasajeros se les aparece el espíritu de un hombre que mantuvo un amor prohibido con Xin Xin. La mujer murió y fue enterrada junto a su esposo. El dolor que ha sufrido el amante no terminó con su propio deceso y por eso, desde el más allá, le pide un gran favor al par de maleantes. La misión es que profanen el féretro de Xin Xin y crucen la ciudad para depositarlo en un barco que viaja al pueblo natal del muerto. Allí, un amigo se encargará de enterrarla junto a él, tal como indica la tradición del siglo XVII que refiere a los casamientos fantasma. La recompensa por la empresa, teniendo en cuenta que el robo y tráfico de cadáveres en China puede ser penado con prisión perpetua, es de 200.000 yuanes (30.000 dólares) que están enterrados en una playa de Shangai.
Durante buena parte del film, que dura poco más de 70 minutos, se puede apreciar el ritmo y colorido de una de las ciudades que más crecieron en la última década en el mundo. La película se convierte por momentos en una reseña sobre Shangai que podría envidiar Woody Allen. Todos los diálogos están en chino mandarín, subtitulados al español, y el registro sonoro se enriquece por el aporte de dos grandes músicos sudamericanos, como son el brasileño Moreno Veloso (hijo de Caetano Veloso) y el argentino Daniel Melingo, un referente del tango callejero. No obstante, la marcada presencia de los artistas hace que el largometraje abuse un poco del formato clip musical.
Llevando un féretro por las calles más transitadas de China, Andrizzi recuerda: “Todo el tiempo nos paraban y el tema de la muerte es muy tabú. Nos decían que nos podía traer mala suerte estar con un cajón en la calle y cuando queríamos descansar con el equipo, no nos querían atender en los restaurantes o nos pedían que lo dejáramos fuera. Los chinos ni siquiera quieren decir ‘muerte’ y esa controversia era un poco el espíritu de la película: tener a dos personas llevando un ataúd en una ciudad tan populosa”.
Mauro Andrizzi vive en Buenos Aires desde hace varios años. “Vine a estudiar a la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC). Me recibí en 2000 y empecé a trabajar en el festival de cine de Mar del Plata como seleccionador de películas, pero desde Buenos Aires. Después de haber visto tanto cine y trabajar con tantos directores me dieron muchas ganas de empezar a hacer cine yo mismo y en 2007 estrené Mono; en 2008 Iraquí Short Films; En el Futuro en 2010 y Accidentes gloriosos en 2011. Tuve un hijo en diciembre que se llama León y mi intención es volver a desarrollar algo en 2017. Tengo pensado un policial para televisión”, finaliza.
Babelia
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