Jacques Becker, maestro del ‘noir’
Uno de los más grandes directores del cine francés recibe el homenaje del certamen, que revisa una filmografía basada en su amor por la gente
El maestro es Jacques Becker, pero otro maestro, Bertrand Tavernier, recalcó al inicio del festival de San Sebastián: "De los nombres del cine francés que siempre me apasionaron destacan Sautet y Becker". Becker, el de La evasión, el de París, bajos fondos o Los amantes de Montparnasse, el director que murió a los 53 años con solo 13 largometrajes de ficción y un documental en su haber, fue uno los creadores defendidos, como Alfred Hitchcock, por los críticos de Cahiers du cinéma. Hizo poco cine, pero el que hizo fue bueno. Rodó pocas películas, pero disfrutó de su capacidad por saltar de un género a otro con una autoría marcada a la vez que un interés por llegar al público.
Su hijo Jean Becker, que aún hoy con 83 años sigue dirigiendo, ha heredado esa atención por el espectador... aunque no tanto su talento. Becker hijo ha estado en San Sebastián presentando el ciclo sobre su padre, recordando la pasión de su progenitor por "los personajes justos y auténticos, las relaciones humanas". "Le gustaba charlar con la gente, fuera cual fuera su clase social", cuenta su vástago, que asegura que de esa humanidad nació lo mejor de su cine.
Puede que Jacques Becker supiera escuchar porque fue ayudante de dirección de Jean Renoir, el maestro en entender y plasmar la vida en la pantalla. O, según cuenta la leyenda, se debe todo a una conversación que tuvo con King Vidor a los 22 años, al que conoció en un transatlántico en el que trabajaba Becker, que así aprovechaba para ver cine y escuchar jazz al desembarcar en Nueva York. Vidor incluso le invitó a trabajar con él en Hollywood. Becker —que hablaba inglés gracias a su madre, irlandesa— rechazó la oferta para volver con Renoir, al que había conocido en su adolescencia. Así comienza una carrera que acabará con la obra cumbre La evasión, en la que su hijo mayor, Jean (obviamente, bautizado así por Renoir), le ayudó ante lo extenuante del trabajo.
Becker superó a lo largo de su vida curiosas contradicciones. Como que la mayor parte de sus filmes fueran de encargo, y aun así estuvieran salpicados de su talento. Como que su fama en vida se asentó sobre la comedia: Antoine et Antoinette, Palma de Oro en Cannes en 1947, Rendez-vous de juillet (1949) Edouard et Caroline (1951) y Calle de la Estrapada (1953), antes de sus geniales París, bajos fondos, No toquéis la pasta, Los amantes de Montparnasse y La evasión, entre las que hizo otros filmes, de aventuras o incluso uno al servicio de Fernandel: Alí Babá y los cuarenta ladrones.
Tras su trabajo con Renoir en los años treinta y filmar algunos cortos, el director iba a debutar en el largo antes de la II Guerra Mundial, pero una discusión con los productores, que rebajaban constantemente el presupuesto, le hizo desistir... antes de ser llamado a filas y pasar un año prisionero en un campo alemán. En 1941 volvió a París, después de que la Cruz Roja lograra su liberación, y con tres hijos decidió ponerse a trabajar inmediatamente. Por eso en la Francia ocupada llegará a dirigir hasta tres largometrajes. En 1947 publicó un manifiesto, titulado El autor de las películas, un autor completo, en el que aseguraba: "El autor de una película cuenta una historia con imágenes, palabras y sonidos, pero también debe implicarse en su relato: 'Solo se es posible contar bien en pantalla una historia personal'. Puede ser una historia tomada de un tercero, pero entonces hay que amarla tanto que, de tanto pensar en ella, de trabajar en ella, se acabe por olvidar que perteneció a otro".
Becker trabajó un estilo seco, con mucho montaje, que del hedonismo escarba hasta llegar a la humanidad, con tanta poética como política, con, como dice Antonio Santamarina, "la épica de los pequeños gestos" y dos pasiones desaforadas: el cine y la gente.
Babelia
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