Badiola lleva al Reina Sofía su idea del arte para compartir
El autor bilbaíno resume en 60 obras casi cuatro décadas de trabajo
En la década de los años sesenta, un grupo de artistas entre los que se encontraba Jorge Oteiza, Néstor Basterretxea, Eduardo Chillida y José Antonio Sistiaga entre otros, sembraron las bases de lo que después se conoció en todo el mundo como la escuela vasca; una comunidad que compartía su afán por renovar el arte y la lucha contra la dictadura.
En los años noventa, y en plena posmodernidad, una nueva generación retomó el espíritu de aquellos maestros para encarnar la nueva escultura vasca: el grupo surgido en el Bilbao más deprimido, lo formaban Ángel Bados, Pello Irazu, José Luis Moraza y María Luisa Fernández, junto a otros muchos cuya cabeza más visible es la de Txomin Badiola (Bilbao, 1957), artista al que por primera vez se le dedica una gran exposición retrospectiva institucional en Madrid, en el concreto en el Palacio de Velázquez del Reina Sofía.
Bajo el título polisémico de Otro Family Plot, se muestran hasta el 26 de febrero 60 obras realizadas durante los últimos 35 años.
Sin fechas
El Palacio de Velázquez se ha convertido en un gigantesco contenedor en el que las piezas se suceden sin orden cronológico. Cualquier sentido en el recorrido es válido sin importar la fecha de la obra. Pintura, fotografía, escultura y vídeo juegan con la arquitectura del edificio. Sus primeras creaciones con hierro y madera, realizadas en Bilbao, se mezclan con los conjuntos escultóricos nacidos en Londres, a finales de los ochenta, los de Nueva York, en los noventa, y los trabajos más recientes ejecutados a partir de su retorno definitivo a la capital vizcaína.
Mientras su vista recorre la exposición, el artista comenta que en ella están todas sus referencias. Más allá de Oteiza, cuya obra ha catalogado y mostrado en diferentes exposiciones, sus piezas están llenas de alusiones al cine de Godard, el suprematismo de Malevich, los Prouns de El Lissitsky o las noticias de los periódicos.
Figura clave del arte contemporáneo y catalizador de la obra de artistas de su generación y de muchos otros más jóvenes, en palabras de Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, la exposición es un perfecto reflejo de la manera de entender el arte de Txomin Badiola. La muestra, específicamente concebida para este espacio, pone de manifiesto el binomio entre construcción y deconstrucción crítica que caracteriza todo el trabajo del artista vasco.
A diferencia de otras exposiciones, aquí no hay un comisario convencional. Este papel lo ejerce de manera peculiar el subdirector del museo, João Fernandes, quien explica que la exposición es el resultado de un proceso continuado de diálogo y colaboración de Badiola con Ana Laura Aláez, Ángel Bados, Jon Mikel Euba, Pello Irazu, Asier Mendizabal, Itziar Okariz y Sergio Prego. Cada uno de ellos ha escogido diez de obras de Badiola y se han realizado grabaciones de los encuentros en que los artistas razonan su elección. “Para ello, en lugar de ser el propio Badiola el entrevistador, los interlocutores han sido otros artistas más jóvenes, manteniendo así una posición descentralizada en este proceso”, detalla Fernandes. El resultado de este singular sistema colectivo de discusión ha dado lugar a la estructura que define el dispositivo expositivo en sus relaciones materiales, espaciales, temporales y textuales.
Convencido de que la autoría no existe y de que lo importante es el proceso, no el resultado final, Badiola explica que lo esencial es lo que se comparte, no los grandes conceptos como la belleza o el mensaje. “En Bilbao hay una verdadera comunidad de artistas cuyo nexo de unión consiste en compartir el proyecto. Todos trabajamos en la obra de los otros. Así hemos hecho esta exposición”.
Los Chillida y la generosidad
Muy ligado a Bilbao pese a los años de Londres y Nueva York, Txomin Badiola confiesa no tener mucha idea de lo que pueda ocurrir en las elecciones vascas el domingo. “Hace años, la izquierda estaba bien definida en torno a Euskadiko Ezkerra, pero ahora hay otro panorama. Vamos a ver”. Tampoco sabe cómo se soltará el nudo en el que parece estrangulado un futuro Gobierno español. “No parece que vaya tan mal en este largo atasco”, sonríe.
Más contundente se muestra cuando se le pide su opinión sobre el futuro del museo Chillida-Leku. “En el caso de Oteiza, el artista donó todo al pueblo vasco, de manera que los políticos ni lo dudaron. En este caso, se necesita más generosidad por parte de la familia Chillida. Hace años, tuvieron una oferta muy buena de la Diputación de Guipuzkoa y la familia la rechazó. Una pena”.
Babelia
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