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‘Sin muertos no hay carnaval’, un retrato de Guayaquil

En la nueva película de Sebastián Cordero se expone la identidad de Ecuador de la forma más descarnada

El director de cine Sebastián Cordero.
El director de cine Sebastián Cordero.Edu León

Sin muertos no hay carnaval es un retrato de Guayaquil que expone los arquetipos que habitan esta ciudad portuaria y la disputa por la propiedad de la tierra. La nueva película de Sebastián Cordero (Quito, 1972) llega a la cartelera este septiembre. Con este filme, el cineasta ecuatoriano vuelve al realismo social y a pintar la identidad del país de la forma más descarnada. “Una película que refleje nuestra realidad me parece importante. Eso ha estado presente y es parte de lo que hace mi cine desde el inicio de mi carrera con Ratas Ratones y Rateros (1999)”, reconoce Cordero, que solo se alejó de su línea cuando dirigió Europa Report (2013), un falso documental estadounidense de ciencia ficción.

El guión de la nueva película fue escrito a cuatro manos, junto con el actor Andrés Crespo quien tuvo la idea original de la película y tardó nueve años en pulir el texto. A Cordero le cautivó la historia por la gran cantidad de personajes que participan en la trama. “Había una onda tipo de estructura aristotélica, shakesperiana, de una historia de familia, donde cada uno tenía sus problemas, y todo con el trasfondo del conflicto de tierras”, explica.

El guión le dio la posibilidad de volver a Guayaquil, que ha sido siempre una especie de imán para el cineasta y sus historias. “Esta película explora Guayaquil de una forma que me llamó mucho la atención. Sentí que visualmente había mucho que se podía hacer para capturar en este Guayaquil de muchos estratos sociales, de mundos que cada uno vive en su burbuja, muy cerca los unos de los otros, pero casi sin interacción”.

La película ya advierte que cualquier parecido con la realidad es “mera casualidad”, pero el rodaje se hizo justamente en una de las invasiones de tierra, en un barrio irregular conocido como Voluntad de Dios, y algunos de sus habitantes tomaron parte activa en la película y ya tuvieron un estreno privado. La reacción de estas personas al ver el filme —según Cordero— fue buena porque evidencia un problema complejo. “El conflicto que ellos viven es bastante invisible para la mayor parte de la gente, entonces el filme fue como darles un regalo, un reconocimiento”, dice el cineasta.

En el filme participan tres actores mexicanos con rol protagónico: Erando González, Maya Zapata y Diego Cataño, que hacen un trabajo formidable para neutralizar su acento. Su presencia se debe a la coproducción con Salamandra Producciones, de México. Ese país también aportó con el director de fotografía, la directora de arte y el primer asistente de dirección. Además en la postproducción se trabajó con un editor mexicano Jorge García y Martín Hernández se encargó del diseño del sonido.

Sobre la falta de público para las producciones nacionales, el cineasta intuye que la generación de jóvenes se están yendo por un lado más personal, más de interiorización, y aventura que quizás por esto no conectan con el gran público: “Creo que hay cosas interesantes. A mi me encantó Un secreto en la caja, Alba (que se estrena en octubre) me gustó muchísimo porque es una peli con mucho corazón, muy bonita. Si la peli es buena yo soy feliz. No es que una peli tiene la obligación de representar el realismo social, cada uno irá por su camino”.

Pero esa diversidad —a juicio de Cordero— es lo que caracteriza al cine ecuatoriano. Al hilo de esto asegura que hay muchos otros caminos aún no explorados. “Pienso que hay muchos tipos de películas que pienso pueden funcionar con el público y que todavía están esperando a hacerse. Hay que ver que sigue pasando en los próximos años. Yo no sé qué impacto tendrá esta película, estoy muy contento con el resultado, pero no estoy seguro de que vaya a conectar con el público, hay cierta incertidumbre siempre”, concluye.

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