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“Los países coloniales, como Brasil, siempre buscan su identidad”

La antropóloga Lilia M. Schwarcz analiza la idiosincrasia del país sudamericano en un libro que se acaba de editar en España, coescrito con la historiadora Heloisa M. Starling

Tom C. Avendaño
Vista nocturna de Río de Janeiro.
Vista nocturna de Río de Janeiro.Getty
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Los ojos del mundo están ahora puestos sobre Brasil por los Juegos Olímpicos. Y es posible que se vea más locura o caos que método. Y que se dude de si es así de verdad o sólo lo parece desde fuera. Y es posible que se encuentre la respuesta a estas cuestiones en las palabras de Lilia M. Schwarcz, antropóloga brasileña. “Lo que miran ahora es una identidad de Brasil. Tenemos muchas”, matiza esta profesora de la Universidad de São Paulo, en el estudio de su casa, toda gafas de pasta, sonrisa y melena negra hecha coleta. La rodean incontables libros y, como dándole la razón, obras indígenas y arte brasileño que perfectamente podría acabar en alguna galería puntera de Nueva York. “Vistos desde fuera, hemos sido el país de la democracia racial en los años treinta: exotismo, Carnaval, capoeira y Carmen Miranda. En los sesenta, fuimos el país de la violencia. En los noventa fuimos el país del futuro. Ahora supongo que somos el país de la corrupción”.

 Schwarcz es, junto a la historiadora Heloisa M. Starling, autora de Brasil: Una biografía, que Debate acaba de editar en España. Cuando este análisis de cómo la historia del país define su comportamiento se publicó en Brasil el año pasado, el país estaba enredándose en crisis y protestas callejeras. Ahora que el libro juega en la esfera internacional, se dirige a un público estupefacto, a la espera de que Brasil se comporte como cualquier otro país. “El reto es no darle a Europa la historia que busca. Europa es un lugar imperial, y esos siempre creen que tienen identidad propia. Los países coloniales, como Brasil, siempre están buscándola”, alerta Schwarcz. Y si esto aleja a Brasil de las grandes narrativas históricas de Estados Unidos o Francia o Alemania, es sólo la punta del iceberg.

Otros problemas: “Es grande como un continente: si vas al sur verás un país alemán; si vas a São Paulo verás un país mestizo; si vas al noroeste verás a un país africano. ¿Cuál de ellos es Brasil? Todos. Tampoco puedes ubicarnos dentro de América Latina. Hemos sido una colonia gigante que hablaba un idioma, el portugués, que no hablaban nuestros vecinos; que usaba a los africanos de forma distinta de México o Haití y que tuvo una monarquía muy popular (la de Dom Pedro I)”. Ningún país es igual que otro pero Brasil es menos igual que todos los demás.

En su libro, Schwarcz enumera una serie de rasgos para entender el país. Su capacidad para progresar socialmente y luego retroceder. La lógica de la violencia. El mestizaje provocado por el colonialismo y la esclavitud: “Brasil es mestiza no solo porque anticipa la mezcla sino también la rotunda separación”, escribe. Schwarcz subraya dos cuestiones: “¿En qué se traduce hoy que seamos el país que más tardó en abolir la esclavitud (lo hizo en 1888)? Que somos una sociedad jerárquica, desigual y proclive a la corrupción. ¿Y nuestro problema con el familismo? Tratamos a los políticos por su nombre: Lula, Dilma. Los santos tienen diminutivo. Eso es porque aún no sabemos gestionar la esfera pública”. Guarda una pausa como esperando que los titulares del último año expliquen alguno de estos dos prismas: Las investigaciones por corrupción masiva; el largo proceso de destitución de Dilma; los traspiés de las infraestructuras olímpicas; la distancia entre las instituciones y la gente en la calle...

No queda claro desde fuera, insiste Schwarcz, que esta situación pone a Brasil en la dirección correcta. “Ya no tenemos problemas democráticos, en el sentido de que celebramos elecciones de forma muy moderna; tenemos constitución. Ahora los problemas son republicanos: racismo, pobreza, homofobia, corrupción, desigualdad. No son pocos los desafíos pero tenemos que enfrentarnos a ellos para convertirnos en una república de verdad”.

Tendencia a la evasión

Otro de los rasgos autóctonos detectados por Lilia M. Schwarcz es esa capacidad del pueblo brasileño de evadirse de la realidad. La antropóloga recuerda cómo en 1988 se realizó una encuesta por todo Brasil sobre aceptación racial. “La pregunta uno era: ¿Siente usted prejuicio hacia personas de otras razas? El 97% de los brasileños contestó que no. La pregunta dos era: ¿Conoce usted a alguien que siente prejuicio hacia otras razas? El 99% contestó que sí. Esa es la relación de Brasil con su imagen pública”. En el libro resume este fenómeno y el país de forma más poética: “Entre lo que somos y nos creímos ser, fuimos todo en la vida”.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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