Manook y Grand, dos peculiares estrellas del nuevo ‘noir’ francés
EL PAÍS charla con dos de los máximos representantes del explosivo panorama literario en el país vecino
“¡Oh! ¡Esto da para una historia perfecta! Dos escritores y dos periodistas que salen hacia el puerto de Gijón en un coche y nunca regresan. De fondo, una trama de corrupción. Es un inicio ideal”. El que bromea es Ian Manook, nacido Patrick Manoukian (Meudon, 1949), hacia la mitad de las más de cinco horas que EL PAÍS pasó con él y con Emmanuel Grand (Versailles, 1966) en Gijón, donde han venido como estrellas invitadas a la Semana Negra. En una parada, perdidos en la inmensidad industrial del puerto, Manook escucha atento el relato de las irregularidades ligadas a la ampliación de la zona y su mente fabuladora se pone en marcha.
Manook y Grand, Grand y Manook tienen tanto en común y son tan diferentes que forman una pareja singular, baqueteada en decenas de festivales. Ambos han triunfado con su primera novela, que llega ahora a España de la mano de Black Salamandra; como buenos franceses, los dos abren grandes disgresiones cuando la política asoma por la conversación; los dos, también, tienen ese tono didáctico propio de espírituos cartesianos; el uno y el otro han empezado, tarde, carreras literarias que apuntan alto.
Es tremendo que casi todos los escritores tengan que ser otra cosa además para sobrevivir Emmanuel Grand
Y ahí se acaban las similitudes. O no. Sitúemonos. Manook publica Yeruldelgger. Muertos en la estepa, la fascinante primera entrega de una trilogía que sitúa a su protagonista en medio de una terrible trama de corrupción en Mongolia. Tradición, exotismo y tensión se combinan en este thriller ganador, entre otros, del prestigioso SNCF 2014. “Tengo 65 años. Como soy más viejo, también soy más sabio y he hecho una trilogía. La primera fue bien, la segunda mejor y la tercera irá también bien. Eso me garantiza unos diez años de buena vida. Luego, con 75, ya veremos”, asegura, en forma, sonriente, con su sempiterno gorro cubriéndole la cabeza.
Grand estrena en España Final de trayecto, un libro, ganador este año del SNCF, que entra de lleno y con mucha valentía en un tema candente: el de los inmigrantes que llegan a Europa con un sueño, generalmente truncado. El autor junta con habilidad las tradiciones de la isla bretona en la que se refugia el ucraniano protagonista con el thriller y la crítica social. “Es tremendo que casi todos los escritores tengan que ser otra cosa además para sobrevivir. Conocemos a compañeros muy buenos que después de 15 años no han conseguido que este sea su modo de vida. ¿Por qué nosotros sí?” se pregunta Grand, algo taciturno, antes de abrir sus pequeños ojos al máximo tras escuchar las cifras de lectura y compra de libros en España.
Tengo 65 años. Como soy más viejo, también soy más sabio y he hecho una trilogía. Las novelas funcionan. Eso me garantiza unos diez años de buena vida. Luego, con 75, ya veremos Ian Manook
Después de comer en un local de la calle Tránsito de las ballenas –hermoso nombre que solo puede tener una ciudad literaria y marinera– los dos escritores se refugian, cerveza en mano, en el bar del hotel Don Manuel. Como si se hubieran puesto de acuerdo para hacer este perfil a dos más fácil, su forma de escribir no puede ser más diferente. Grand, informático de formación, paciente amante de las maquetas de barcos cuando era joven, planifica todo al detalle para “conseguir mayor libertad”. Manook escribe “sin plan, las primeras páginas del tirón, sin mirar atrás”, sin saber nada de lo que va a pasar más adelante ni si un personaje va a vivir o morir, literariamente, en breve.
Modas, género y espectáculo
No hay un escritor de polar que se precie que no tenga una teoría general sobre la situación del género. Incluso Manook, que reniega de la etiqueta aunque reconoce que la usa, tiene la suya.
¿Dónde está el éxito tremendo del género negro en Francia?
Atención, que aquí hay aproximaciones:
Manook: “En este país las modas tienen fuerza. Primero fue el esquema Maigret, clásico. Luego lo social. Ahora, una explosión de géneros. Es un país muy particular, con reacciones muy fuertes y esto que estamos viendo, la fuerza del género hoy en día, se puede deber a una reacción para demostrar que los franceses podían hacer como los nórdicos. Además, está la televisión y el cine, pero sobre todo la televisión, donde es un género esencial y eso retroalimenta la literatura”, asegura el creador de Yeruldegger apuntando a una razón fundamental de este boom: los nuevos autores se han desprendido del tabú del espectáculo.
Grand resume y reafirma: “Esto se explica por una mezcla de vocaciones y fuerzas en un país donde la literatura tiene un sitio. Ya hemos superado los tópicos”.
Hay otra coincidencia, esta forzada por la exigencia de la pregunta, extraída con sacacorchos, entre dudas, marchas atrás y sudores (intelectuales).
Pónganse de acuerdo en algo de la literatura francesa actual de lo que se pueda prescindir:
Grand: Uf, un autor no.
Manook: A ver, la autoedición. Bueno, no, mejor los agentes externos que destruyen la cadena del libro”
G: Sí, eso está bien.
Tampoco hay un ciudadano francés que se precie que no tenga una teoría sobre la situación de su país, que este jueves celebra su fiesta nacional. Con matices, las coincidencias vuelven. En resumen: hay una élite que no tiene visión, falta, en la política francesa, valentía e imaginación y una apuesta por Europa, más Europa. La conversación se desborda y solo frena cuando la agenda lo exige. Los dos parten en la misma dirección, separados por unos metros, hacia la carpa donde se celebra la Semana Negra, de nuevo en dirección al puerto.
Babelia
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