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FERIA DE SAN FERMÍN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Petardo sanferminero

Talavante y López Simón cortaron orejas de poco peso ante toros sin el trapío exigible en esta plaza

Antonio Lorca
López Simón, hoy en la plaza de toros de Pamplona.
López Simón, hoy en la plaza de toros de Pamplona.LUIS AZANZA

Jandilla / Urdiales, Talavante, López Simón

Toros de Jandilla, desigualmente presentados, mansos, sosos y descastados. Destacó el quinto por su nobleza y movilidad.
Diego Urdiales: bajonazo (silencio); estocada —aviso— (ovación).
Alejandro Talavante: estocada y un descabello (oreja); pinchazo, media y dos descabellos (vuelta al ruedo).
Alberto López Simón: pinchazo, estocada —aviso— (oreja); pinchazo y estocada baja (vuelta al ruedo).
Plaza de toros de Pamplona. 11 de julio. Quinta corrida de la feria de San Fermín. Lleno.

La corrida fue un petardo general, un suspenso para la Casa de Misericordia, el ganadero, los toreros y el público.

La primera, empresa de la plaza, porque vino a demostrar que la llamada Feria del Toro no es igual para todos. La corrida de hoy, lunes, no parecía de Pamplona, o, al menos, los toros se asemejaban a los nietos de los lidiados en días anteriores. Se habla de la presentación general y de los pitones en particular. Los lotes de Talavante y López Simón eran impresentables para esta plaza. Y eso no está bien; sobre todo, si se recuerdan las corridas de Fuente Ymbro, Cebada o Pedraza de Yeltes, por citar solo algunas. Pero, claro, habrá que pensar que ha llegado otro peldaño del escalafón y aparecen las exigencias.

Mal el juego del ganado —desigualmente presentado—, manso en los caballos, con muy escaso fuelle en las entrañas, agotado a las primeras de cambio, de sosona nobleza y descastado. La excepción, el quinto, noble y con movilidad.

El público de esta plaza, ya se sabe: la cantidad de espectadores —la plaza se llena cada tarde— es inversamente proporcional a su conocimiento e interés por la lidia. Si toreas bien, estás perdido. Nadie te hace caso. Bueno, un poco la sombra, que es como si no existiera, porque aquí se impone la dictadura del sol. Lo mejor es hincarte de rodillas, dar cuatro mantazos por arriba y, a ser posible, un bajonazo, no importa con qué descaro, que mate con rapidez. Lo que aquí no se soporta es la agonía del toro, la tardanza en caer, que es sancionada con algarabía de pitos.

¿Y los toreros? Mejor Talavante ante el quinto, el de más movilidad del festejo —un toro de presencia muy aceptable para la Maestranza, pero no para esta plaza— al que muleteó con templanza y largura por ambos lados, pues así lo permitió la nobleza del animal. Pueblerino ante el primero, al que cortó una oreja sin peso tras ponerse de rodillas en terrenos de sol ante un toro rajado.

Mal Urdiales, cohibido toda la tarde. No tuvo toros para florituras, pero su labor no pasó de aseada y sin mayor compromiso.

López Simón demostró en su primero que conoce la idiosincrasia de Pamplona, y en vista de que los muletazos no calaban, se plantó de rodillas, dio cuatro mantazos por alto y manoletinas varias y oreja de latón. De hinojos en el centro comenzó su faena ante el sexto, de corto recorrido y poca clase. La labor resultó deslavazada, destemplada y poco mando, pese a lo cual dio una vuelta.

La corrida de hoy

Sexta corrida de feria. 12 de julio. Toros de Victoriano del Río, para Juan José Padilla, El Juli y López Simón

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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