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Triunfal presentación en Miami de los bailarines cubanos disidentes

La reunión se convirtió en una fiesta reivindicativa de bailar en libertad

La primera bailarina Amaya Rodríguez, en Giselle.
La primera bailarina Amaya Rodríguez, en Giselle.Roberto Koltún (El Nuevo Herald)

El pasado sábado el Miami Dade County Auditorium se llenó casi hasta la bandera. Esa tarde, se abatieron sobre Miami tres tormentas de esas que el clima subtropical propicia y donde parece que se acaba el mundo en diez minutos con viento, aparato eléctrico y mucha agua. Después hasta se atreve a salir el sol otra vez. Era una función única y ya habitual en la temporada de fin de primavera del Cuban Classical ballet of Miami en la ciudad (el festival anual, sin embargo, se desplaza a otros municipios y hasta los teatros de la playa), dependiente del Miami Hispanic Arts Center, ambos bajo la dirección artística del cubano Pedro Pablo Peña, su fundador y la persona que se ha convertido en un emblema en el estado de la Florida y en toda Norteamérica acogiendo a todos los bailarines que desertan de Cuba, por cualquier vía.

Esta vez la velada tenía un verdadero formato de gala de ballet clásico. La prensa internacional se había hecho eco estos días pasados de la deserción y cruce de la frontera mexicana de la primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba Amaya Rodríguez; casi contemporáneamente, tres talentosas y muy jóvenes solistas abandonaban una gira del BNC en Canadá y también cruzaban por su cuenta y riesgo la frontera norte de los Estados Unidos. La ley de ajuste cubano, al pisar suelo norteamericano, los protege inmediatamente. El 2014 se asilaron 8 artistas en una gira a Puerto Rico y el goteo de deserciones de artistas cubanos de la danza en 2015 y 2016 sumaron hasta los 84 elementos. “Esto no se puede pasar por alto”, comenta a este diario Peña, “aunque se hable en la alta política de embajadas, viajes protocolares y mejoras económicas. Nada de eso llega hasta hoy al pueblo llano. Los bailarines, como todo el pueblo cubano, carecen de libertad, medios de vida y posibilidades de desarrollarse”.

La gala de ballet culminó con el segundo acto de Giselle bailado por Amaya Rodríguez y por Arionel Vargas, también cubano y ex primer bailarín del English National Ballet que sustituyó a Carlos Guerra, figura principal del Miami City Ballet que en su día también llegó a los Estados Unidos cruzando la frontera mexicana. Guerra se lesionó gravemente en el hombro durante el ensayo general apenas 12 horas antes de la función. El público acabó ovacionándolos en pie. Vargas, que debía bailar otras piezas en la función, y que nunca había bailado con Amaya Rodríguez, asumió el reto y la función se pudo hacer. El rol de Hilarión lo asumió otro cubano escapado en 2014 y que ahora hace una carrera brillante en el Washington Ballet: Jorge Oscar Sánchez, un nombre a retener y una carrera que debe ser seguida con atención. En la velada también bailaron las solistas Masiel Alonso y Mayrel Martínez, dos de las artistas que habían cruzado hace apenas semanas por Canadá, acompañadas en pas de trois de El lago de los cisnes por Ignacio Galíndez (de los quedados en 2014), un joven con mucho que decir, una figura perfecta de danzarín noble en sus proporciones y una elegancia natural que lo precede al salir al escenario y que es su principal baza junto al virtuosismo a que nos tienen acostumbrado los jóvenes bailarines cubanos de hoy. Hay que destacar a Marizel Fumero (que en 2012 fue invitada a Londres y después optó por aceptar pasar a las filas del Milwaukee Ballet para sí no volver a Cuba), artista delicada y de técnica segura que hizo el pas de deux de Romeo y Julieta con Vargas y asumió el papel de Reina de las Willis en Giselle donde se mostró con autoridad, salto poderoso y buena presencia.

Peña armó un programa exigente y complejo, resaltando la importancia de los maestros rusos en la escuela cubana (como Azari Plisetski) junto a loa égida didáctica que tuvo el puertorriqueño José Parés y sobre todo, el gran maestro Fernando Alonso. “Los jóvenes deben saber, se les debe explicar de dónde han salido, qué se les ha enseñado y por qué son capaces de arrancar aplausos y entusiasmo en todas partes. No es un milagro sobrenatural, es la unión del talento y del trabajo, en este caso, del arrojo y la decisión de empezar de nuevo mientras se está a tiempo”. Algunos de los artistas del Cuban Classical Ballet of Miami estarán presentes el 20 de agosto en el importante Festival de Ravello (Italia) en una función sin precedentes que reunirá por primera vez tras el deshielo de las relaciones cubano-norteamericanas a bailarines criollos de dentro y de fuera de la isla.

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