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Muere Rubén Aguirre, el profesor Jirafales de ‘El Chavo del Ocho’

El actor mexicano acababa de cumplir 82 años y había sido ingresado a principios de junio

Elena Reina

Con su 1,90 metros de estatura, su bigote negro espeso y sus imponentes gritos, el profesor Jirafales hubiera dado miedo en cualquier escuela, pero en la del Chavo del Ocho, daba risa. El papel que encumbró al a fama al actor mexicano Rubén Aguirre era el de un hombre serio y cascarrabias que se derretía por una mujer. La madrugada de viernes ha fallecido uno de los intérpretes más emblemáticos de la televisión mexicana por una neumonía mal curada.

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Aguirre participó en los programas que forman parte de la memoria televisiva de miles de mexicanos, pero también de millones de espectadores en toda América Latina. Televisa, la casa dueña de la mayoría de las producciones, llegaba a los televisores y unía a través de un canal a todo el continente. Después del éxito de El Chavo del Ocho, su carrera fue de la mano del prolífico actor y director Roberto Gómez Bolaños, alias Chespirito y protagonista de la comedia infantil.

Gómez Bolaños contó con él en sus series más famosas, desde El Chapulín Colorado hasta Los Chifladitos, donde Aguirre hacía de Lucas Tañeda, su personaje favorito, y Chespirito, de Chaparrón Bonaparte. Ellos mismos se describían como "una pareja de locos inofensivos". Aguirre siempre saludaba a su compañero y amigo con la misma frase: "¿Sabías que la gente sigue diciendo que tú y yo estamos locos?".

Su romance televisivo con Doña Florinda (Florinda García, viuda de Gómez Bolaños) en El Chavo del Ocho se convirtió en un clásico para miles de niños en los ochenta y noventa. Como ocurrió con la mayoría de frases de la serie, su característico "ta, ta, ta", repetido una y otra vez, se puso de moda entre los dichos de la época.

Aguirre nació en 1934 en Saltillo, Coahuila, en el noreste de México, aunque su carrera artística la inició en la ciudad vecina de Monterrey, Nuevo León. Desde muy joven trabajó en la radio, primero, y luego en la televisión, donde comenzó con pequeños papeles, como el payaso Pipo. Llegó a ser cronista taurino y contaba orgulloso que él fue el que transmitió por primera vez vía satélite una corrida de toros desde la plaza de las Ventas, en Madrid.

No estudió actuación, sino Agronomía, pero nunca llegó a ejercer. Su amor por la comedia lo llevó a montar su propio circo cuando dejó de emitirse El Chavo del Ocho en 1992. Durante décadas ese fue el principal sustento de su familia. Pero la situación económica comenzó a empeorar después del accidente de coche que sufrió en 2007, donde su esposa quedó gravemente herida. La recuperación de la pareja consumió todos sus ahorros y obligó al actor seguir trabajando pese a su edad, tenía 73 años.

En los últimos años, el dinero escaseó todavía más, al extremo de que en una ocasión tuvo que abandonar el hospital porque su familia no tenía recursos para pagar la cuenta. En mayo del año pasado, Aguirre exigió en un comunicado público a la Asociación Nacional de Actores de México (ANDA) que pagara los gastos médicos de sus recurrentes hospitalizaciones. Alegaba que había sido parte del sindicato durante más de 50 años y tenía derecho a una ayuda. El anuncio comenzaba diciendo: "¿Y ahora, quién podrá defenderme?".

A principios de junio de este año, el actor estuvo ingresado 11 días en una clínica de Puerto Vallarta. Su mujer, Consuelo, dijo en un programa de televisión mexicano que "de un día a otro se le fueron las fuerzas y ahora está sin moverse, no puede ni darse la vuelta en la cama y habla poco, la diabetes lo tiene así". Los rumores se dispararon y el propio actor salió a desmentirlos en su cuenta personal de Twitter.

Su muerte llega dos años después de la de Gómez Bolaños, en Cancún a los 85 años. Ha sido el actor mexicano Edgar Vivar, amigo de Aguirre, quien a primera hora de este viernes ha anunciado por Twitter la muerte del que fuera el profesor Jirafales.

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Sobre la firma

Elena Reina
Es redactora de la sección de Madrid. Antes trabajó ocho años en la redacción de EL PAÍS México, donde se especializó en temas de narcotráfico, migración y feminicidios. Es coautora del libro ‘Rabia: ocho crónicas contra el cinismo en América Latina’ (Anagrama, 2022) y Premio Gabriel García Márquez de Periodismo a la mejor cobertura en 2020

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