Los Tony, contra la masacre de Orlando
Entre recuerdos a las víctimas del bar Pulse, los premios de teatro celebran la victoria histórica de ‘Hamilton’
Broadway estaba más que preparado para una noche histórica en la que encumbrar oficialmente, tras el éxito de taquilla, la bendición de Barack Obama y el Pulitzer, a su nuevo héroe, Lin-Manuel Miranda. Su musical Hamilton era el espectáculo más nominado en los 70 años de vida de los premios Tony con 16 candidaturas y se llevó 11 estatuillas, rozando la plusmarca que marcaron los 12 premios de Los productores en 2001. En cualquier caso, la historia del teatro tenía que hacer, primero, un hueco a la historia del país (del mundo, en realidad) y cambiar ligeramente el guion de su gran noche.
La matanza en un bar gay de Orlando que causó 50 muertos y 53 heridos el sábado por la noche se convertía en el mayor ataque en Estados Unidos desde el 11-S y en el tiroteo más sangriento jamás conocido en el país. Un episodio negro de la historia del país que, precisamente, Hamilton muestra como una sinergia de razas complicada, imperfecta pero finalmente positiva y ejemplar. En la gala, la gran ganadora fue presentada nada menos que por el matrimonio Obama en pregrabado. La primera dama definió la obra como “un musical sobre el milagro que es Estados Unidos”. El presidente dijo que representa que el país “es un experimento todavía inacabado, un proyecto que pertenece a todos nosotros”. Convenientemente, la canción del musical interpretada en la ceremonia fue Yorktown, sobre la batalla de 1781, representada sin armas debido a los acontecimientos recientes, y gritando “The world turned upside down” (El mundo se puso patas arriba). Y cerraron la gala cantando: “Look around. How lucky we are to be alive” (Mira alrededor. Qué suerte tenemos de estar vivos).
La actualidad, inevitablemente, reescribió la ceremonia, más aún cuando la comunidad teatral de Nueva York ha tenido un vínculo histórico muy fuerte con la causa homosexual. No solo por tener en sus filas a muchos miembros del colectivo LGBT, sino por haberse atrevido con más valentía que Hollywood, por ejemplo, a representar una diversidad sexual mucho más desinhibida, con una “pluma” orgullosa que se luce en musicales multipremiados como Kinky Boots o The Book of Mormon. Nada de leer entre líneas como esos Brokeback Mountain o Carol que llegan a los Óscar depurados por la contención, sino exhibiendo sin pudor celebraciones hedonistas de un modo de vida que fue la noche del sábado dramáticamente castigado por el terror.
Así, la gala celebrada en el Beacon Thatre comenzó con James Corden, el maestro de ceremonias, de espaldas al público celebrando el amor y la libertad. “El odio nunca ganará”, dijo. Pero, precisamente, los premios Tony decidieron luchar el horror con alegría y vigor. Con Corden diciendo que iba a ser una noche tan tolerante y diversa que “Donald Trump haría un muro alrededor de este teatro”. Con Lin-Manuel Miranda recitando un soneto que decía: “Llenemos el mundo de música, amor y orgullo (…) El amor nunca podrá ser asesinado”, al recoger el primero de sus múltiples premios. Con Frank Langella, mejor actor dramático por The Father, diciendo que estas tragedias nos dejan tres opciones: “Que nos definan, que nos destruyan o que nos fortalezcan”. Y con Barbra Streisand, icono gay por excelencia coronando: “El arte nos entretiene, nos educa y, en momentos como estos, nos consuela”.
En lo que respectó a los premios, Corden explicitó al principio el temor general: “No todo girará alrededor de Hamilton. También habrá pausas publicitarias”, dijo. Pero la gala se creció ante la adversidad (con la audiencia pendiente de la actualidad o de la eliminación de Brasil en la Copa América) y ofreció un espectáculo impecable, lleno de talento y de grandes voces para quien quisiera ver y escuchar. El reparto en las categorías no dominadas por Hamilton estuvo, por su parte, de lo más emocionante: la muy actual –y muy atemporal al mismo tiempo- The Humans se alzó como “la otra gran ganadora de la noche” con su premio a la mejor nueva obra, dos premios de interpretación de reparto y un galardón técnico. La crítica la considera un clásico instantáneo. Jessica Lange y el citado Langella dieron el toque de glamur Hollywoodiense con sus premios de interpretación (ella por Largo viaje hacia la noche), y la brillante puesta en escena de Panorama desde el puente de Arthur Miller fue alzada como la mejor reposición dramática y la mejor dirección, para Ivo Van Hove. El discurso del gran dramaturgo estadounidense sobre el clasismo entre emigrantes añejos y emigrantes recientes no puede ser más relevante hoy en día y eso dio fuerza al espléndido montaje que ya había sido premiado en los premios Olivier de Londres.
Finalmente, el mejor musical de reposición fue para El color púrpura (que también ganó el premio a la mejor actriz, para Cynthia Erivo) cerrando un palmarés plenamente comprometido con los conflictos del mundo de hoy, con su diversidad de grandezas y miserias, en medio de una gala que fue una apología de la evasión combativa.
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