Don DeLillo: “Lo ideal sería que Trump se pagara una criogenización”
El escritor, uno de los grandes de las letras estadounidenses, presenta en España su celebrada novela ‘Cero K’, que reta la idea de que la muerte iguala a todos.
Un autor trascendental
Don DeLillo (Nueva York, 1936) es uno de los novelistas vivos más importantes de EE UU, junto con Philip Roth, Thomas Pynchon, Cormac McCarthy y Joyce Carol Oates.
Ha ganado premios como el National Book Award por Ruido de fondo. Recibió el mismo a toda su trayectoria, que incluye novelas como Submundo, considerada por la crítica como su obra maestra.
Su última novela está repleta de meditaciones del tipo: “Yo llevaba un tiempo haciendo aquello: intentando definir nombres de objetos o incluso conceptos: define lealtad, define verdad. Tuve que parar antes que acabara conmigo”; “Tecnología basada en la fe. No es otra cosa. Otro dios. Y no tan distinto, por cierto, de algunos anteriores. Excepto por el hecho de que este es real, da resultados”; o “Medio mundo reforma su cocina, y el otro se muere de hambre”.
En un lugar remoto, en mitad de un desierto asiático, se halla el centro secreto de Convergencia. Sólo unos pocos en todo el mundo pueden acceder a sus ultramodernas instalaciones subterráneas, custodiadas por guardas armados. Allí, previo pago de una fortuna, aplican las últimas tecnologías para congelar los cuerpos encapsulados por tiempo indefinido hasta que los avances en la biomedicina permitan devolverlos a una mejor vida. El lugar carece de cualquier adorno. Únicamente, unas pantallas bajan por los pasillos, fríos y desangelados, proyectando imágenes de catástrofes naturales, de atentados terroristas, de inmolaciones. La atmósfera es sobrenatural, tan hipnótica como opresiva, y es fruto de la imaginación de un escritor formidable, Don DeLillo (Nueva York, 1936).
Asegura el autor de Cero K (Seix Barral), su última y celebrada novela, que tal vez tenía en la cabeza algunas películas de Antonioni para visualizar ese paisaje. Tal vez, porque tampoco hay ninguna certeza cuando se pone frente a su máquina de escribir y martillea las teclas como si fueran un pincel o un cincel. Por ejemplo, mientras lo hacía para este libro, que la crítica compara con Submundo, considerada una obra maestra, vio “las entradas que aún guardaba en casa” de cuando fue con un amigo a la plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Decidió entonces incorporarlas a la trama. “Pensé que le podían gustar a Ross”, explica, a sus casi 80 años, el escritor que desmiente con sus sonrisas y su carácter afable y solícito cierta leyenda sobre su impenetrabilidad, alimentada por los requisitos editoriales exigidos para entrevistarle.
Ross es el potentado inversor y especulador, padre de Jeff, el protagonista de Cero K. Y si Ross tiene que escoger una entre sus múltiples posesiones, que incluyen valiosas obras de arte, elige esas entradas que compartió con su segunda mujer Artis, a la que decide acompañar cuando esta, muy enferma, se somete al proceso de criogenización. “Me voy con ella”, le dice a su desnortado e incrédulo hijo, cuando la acción ya pasa a un Nueva York abigarrado, de mendigos, colas y tráfico, de taxistas que hablan pastún.
“He disfrutado mucho escribiendo en la primera persona, como un hombre de 35 años que es Jeff, que es el resultado del desafecto de su padre y al mismo tiempo es tan ambicioso como él”, apunta el escritor, en la entrevista celebrada el pasado jueves con este periódico en un hotel de Madrid.
“Normalmente, nunca me doy cuenta cuando empiezo a teclear cuál va ser el estilo de mi novela. Las palabras van apareciendo. Pero en esta diseñé un estilo antes de ponerme a escribir: frases cortas, declarativas, directas”, sin trazar símiles, aclara de su escritura de Cero K, cercana en ocasiones al aforismo filosófico.
DeLillo afirma que separa la literatura de su vida personal, salvo cuando trata “momentos históricos” como el asesinato de Kennedy que narró en Libra. Recuerda lo mucho que investigó para esta novela (cuatro años ha estado preparándose Cero K). “Pero realmente solo cogí una gran confianza cuando me enteré de que el asesino [Lee Harvey Oswald] había vivido a unas manzanas de mi casa, en el Bronx, casi con la misma edad que yo. Conocía las calles, los pasajes, ya tenía la confianza para escribir el libro...”, cuenta, 45 años después de publicar su primera novela, Americana.
Mailer, Kafka, Bernhard
“Lo más difícil de escribir es empezar. Al principio voy muy lento y no puedo desarrollar mi propósito. Es muy complicado, pero al final encuentro placer y me gusta lo que hago”, afirma el también dramaturgo, de rostro hoy enjuto, admirador de Franz Kafka, de su amigo Norman Mailer, de Thomas Bernhard... ¿Un escritor tiene que ir en contra del poder, de establecido, como el autor austriaco al que le dedicó un ensayo? “Es genial. Pero no creo que un escritor tenga que hacer alguna cosa en concreto, sino que debe hacer lo que siente, lo que considera necesario”, sostiene el autor, medalla del National Book Award por su contribución a las letras estadounidenses.
Nacido en el seno de una familia católica de origen italiano, DeLillo ha sido muchas veces calificado de visionario o profeta por hablar en sus obras sobre problemas como el terrorismo internacional o la crisis financiera agravados con el tiempo. “Nunca me he sentido como un profeta, pero escribo también de experiencias que a la gente que nunca las ha tenido le pueden parecer proféticas. Pero yo soy un escritor”.
“Lo ideal sería que Trump se pagara una criogenización”
Cero K de Don DeLillo viene a refutar ese antiguo refrán español que dice que la muerte todo lo borra, todo lo iguala y todo lo ataja. En la novela, los más potentados pueden desafiar las leyes de la naturaleza pagándose un carísimo tratamiento de criogenización (preservación del cuerpo a temperaturas muy bajas con la esperanza de devolverlo a la vida). El autor estadounidense plantea así la cuestión de la prolongación de la vida en términos sociales, científicos y filosóficos y también de la determinación de morir voluntariamente.
Preguntado, en un tono mucho menos formal que el del libro, que también se permite alguna ironía con las prédicas de los apóstoles de la criogénesis, si un empresario adinerado y candidato a la presidencia de los EE UU como Donald Trump podría pagarse un tratamiento como el que narra en su novela, DeLillo bromeó y afirmó: "Bueno, la situación ideal sería que Donald Trump se pagara una criogenización, como lo hizo Ross Lockhart [el padre del protagonista de Cero K], pero que lo hiciera ya".
Ahora, Cero K será adaptada a una serie de televisión para FX, tras comprar sus derechos Scott Rudin, el productor de películas como El show de Truman y No es país para viejos. Ayer, en Madrid, el escritor dijo ser aficionado al cine, sobre todo al europeo, y aseguró que se quedó "impresionado" ante la fidelidad en la adaptación al cine de su novela Cosmopolis que dirigió David Cronenberg. Apuntó también que lo de la gran novela americana es un tópico inventado por los europeos. DeLillo advirtió del gran peligro del terrorismo: "Dos o tres terroristas son capaces de generar una noticia mundial".
Babelia
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