The Last Shadow Puppets o el triunfo de los pavos reales
El grupo británico seduce con su pop-rock efectivo y el carisma de Alex Turner
La seducción es un arte. Hay quien pone todo su empeño y fracasa patéticamente y hay quien, despreocupado, irradia algo especial, que atrae hasta los más descreídos. Pero existe una tercera posibilidad: aquellos que se saben seductores y lo explotan sin miramientos. A este último grupo pertenecen The Last Shadow Puppets y, especialmente, su cantante y compositor, Alex Turner, que anoche en el Primavera Sound lideró a una banda que le sienta ya incluso mejor que su grupo originario, Arctic Monkeys, con el que se ha convertido en una de las grandes estrellas del rock mundial de este siglo XXI.
Con la dificultad de relevar a Radiohead tras su concierto en el otro escenario principal del Primavera Sound, The Last Shadow Puppets, ese proyecto parental entre Alex Turner y Miles Kane, salieron a las tablas como si minutos antes no hubiese acontecido el gran plato fuerte de la noche, con centenares de personas desfilando tras ver al grupo de Thom Yorke. Ese descaro, en el fondo, es una de sus grandes virtudes. Desprenden una autoestima increíble, como esos futbolistas talentosos que, bastándoles unos buenos regates, saben que al final se irán del campo entre aplausos. Y lo consiguieron, como hace apenas un par de meses atrás convencieron a casi todos con Everything You’ve Come to Expect, su esperadísimo regreso discográfico que no les ha restado credibilidad tras su exitoso debut The Age of the Understatement, publicado en 2008.
Con el dramatismo que otorgan a sus canciones a través de ese cuarteto de cuerda –tres violines y un contrabajo-, el grupo británico encara su corta pero intensa obra con arrojo. Juegan a ser sí mismos, estrellas esperadas y deseadas, mientras se divierten sobre el escenario. Su desenfado juvenil, casi vanidoso, les hace diferentes. Turner, encantado de conocerse, es como un pavo real, agitando su cuerpo, contoneándose, solicitando al público en cada muestra de carisma, un emulador de Mick Jagger pero con una planta de Rodolfo Valentino. Kane, por su parte, mucho menos rutilante pero igual de efectivo, se desgañita con la guitarra e incluso llega a tirarse al suelo. Hay mucho de teatro en The Last Shadow Puppets, que pueden llegar a resultar excesivos, pero tienen estilo y lo administran con gran sentido del espectáculo.
En ocasiones, suenan melodramáticos como un pasaje sonoro de James Bond, otras desparraman sus emociones como si Gaingsbourg hubiese sido investido Sir por la reina madre de Inglaterra. Pero, tras dejar caer canciones de su último disco como Avitation, Miracle Aligner o Dracula Teeth, se aprecia un pop-rock que nace de referencias británicas como The Jam, pero sacando del barrio pobre a la zona pudiente ese punto adictivo de las guitarras. No son tan incisivos y deliciosamente urbanos, pero sí igual de entretenidos y relevantes en este siglo XXI, donde todo es mucho más tecnológico y el paisaje de internet cambia hasta el modo de relacionarnos con las personas y nosotros mismos.
El mayor furor llegó con The Age of The Understatement, la canción que abre su primer disco, en el que desprendían mayor inocencia, y que llevó a Turner a quedarse en camiseta de tirantes y elevar la temperatura del show. Fue un claro ejemplo de cómo estos pavos reales del pop-rock contemporáneo se saben seductores. Con su teatralidad y sus canciones firmes, algunas de ellas incontestables como pequeños himnos de la efusividad vital, triunfaron. Sin despeinarse. Es lo que pasa con los que son seductores y lo explotan.
Babelia
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