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CRÍTICA | FRANCOFONIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El arca gala

Renunciando a esa estética de una continuidad en suspensión propuesta por el plano secuencia de 'El arca rusa', la película propone un discurso fragmentario

Fotograma de 'Francofonia'.
Fotograma de 'Francofonia'.

Un carguero que transporta valiosas obras de arte surca un mar embravecido, mientras Aleksander Sokurov vincula la Historia con las fuerzas elementales de la Naturaleza con las que la vulnerable humanidad lidia en su tránsito por la existencia. La imagen evoca la metáfora que cerraba el titánico plano secuencia de El arca rusa (2002), la absorbente indagación del cineasta en torno a los espacios y la memoria del Museo del Hermitage de San Petersburgo, entendido como depositario de un alma colectiva lanzado al turbulento océano de la dialéctica histórica. La balsa de la Medusa de Théodore Géricault traslada todos esos ecos conceptuales a los espacios del Louvre, centro de las reflexiones –y, también, espacio para la encrucijada temporal- de esta película que prolonga el discurso del cineasta en torno a las conflictivas relaciones entre Historia y Cultura, entre el poder y al alma de un pueblo. “¿Quién necesita París sin el Louvre? ¿O Rusia sin el Hermitage? ¿Qué somos sin los museos?”, se pregunta el cineasta en los primeros compases de la libre, lúdica y, al mismo tiempo, densísima Francofonia.

FRANCOFONIA

Dirección: Aleksander Sokurov.

Intérpretes: Louis-Do de Lencquesaing, Benjamin Utzerath, Vincent Nemeth, Johanna Korthals Altes.

Género: docuficción. Francia, 2015.

Duración: 88 minutos.

La relación entre Jacques Jaujard, director del Museo del Louvre durante la ocupación alemana, y el conde Franz von Wolff-Metternich, encargado por el poder nazi de velar por la protección de las obras de arte del enemigo, se convierte en el centro de gravedad de Francofonia. Renunciando a esa estética de una continuidad en suspensión propuesta por el plano secuencia de El arca rusa –película que sucedía en un limbo atemporal capaz de convocar todos los tiempos-, la película propone un discurso fragmentario, donde conviven tonos y materiales heterogéneos, en torno a un enigma: las cosas no dichas entre Jaujard y Wolff-Metternich, su acuerdo secreto e inexpresable en torno a su pasión compartida por el arte, sepultado bajo los codificados protocolos de relación entre vencidos y vencedores.

Sokurov habla también del lado oscuro del espacio museístico, de su condición de emblema de poder, y de la irresoluble conciliación entre los objetivos del arte y los del Estado. La película no tiene respuestas, pero formula, de manera provocadora, las preguntas esenciales.

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