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SALVADOR DEL SOLAR | Director de cine y actor peruano

“Nos hemos deshecho de la noción de lo inaceptable”

Su opera prima 'Magallanes' está nominada a cinco premios Latino, y aborda las fracturas que dejaron 20 años de violencia en el país andino

El cineasta peruano Salvador del Solar durante la entrevista.
El cineasta peruano Salvador del Solar durante la entrevista.JUANJO FERNÁNDEZ

El director de cine, actor y abogado Salvador del Solar (Lima, 1970) es una de las personalidades de la cultura que se ha pronunciado contra el retorno del fujimorismo al poder. Minutos después de terminar en Lima el rodaje de la serie El regreso de Lucas, y en vísperas de volver a Bogotá, donde reside desde 2009, aborda el momento preelectoral y lo que este revela de asuntos de fondo de Perú. Su opera prima Magallanes está nominada a cinco premios Latino, y aborda las fracturas que dejaron 20 años de violencia en el país andino.

Pregunta. ¿Qué caracteriza la democracia en su país?

Respuesta. Podríamos estar a las puertas del suicidio de la democracia a manos de la democracia misma, ya que esta permite a los ciudadanos elegir; aparentemente lo que la mayoría de peruanos quiere es un régimen poco democrático. Si en 1990 se instaura un régimen que se ganó el favor —hasta hoy— de muchos por su pragmatismo, que se plantea objetivos y busca conseguirlos con independencia de los medios, esta manera de gobernar se corrompe y es vencida por un impulso democrático encabezado entonces [en 2000] por Alejandro Toledo. Ahora por primera vez tenemos una consecución de gobiernos que consiguen terminar el mandato sin tener mayoría parlamentaria. Desde 2000 tenemos una democracia difícil, enredada y que continúa, quién sabe si apoyada por los buenos vientos económicos.

P. ¿Esa democracia difícil motiva que un porcentaje alto de electores no la valore?

R. Sí. Por eso la importancia de traducir bien la frase de Churchill: “La democracia es la peor de las formas de gobierno, con la excepción de todas las demás”. La democracia es cuesta arriba, engorrosa y, sin embargo, es importante que tengamos que conseguir alianzas, porque se teje una red donde, mal que bien, conseguimos estar. No sé bien cómo interpretar la posibilidad de que nuestros electores den el Gobierno a quien representa el desprecio por los medios para conseguir los fines y el desprecio por la democracia. Tenemos una democracia que no cuenta con partidos sólidos y que permite un deseo mayoritario de no andarse con procedimientos y límites, sino de avanzar, tener mano fuerte, y mejor aún si allana los obstáculos legales, morales, y la oposición a un discurso predominante. Nos hemos deshecho de la noción de lo inaceptable. Como en Argentina o en EE UU hay un nivel alto de polarización, pero deberíamos ser capaces de tener algo en común, estar de acuerdo en que algunas cosas no se discuten.

P. Dígame un ejemplo.

R. Que el secretario general de un partido, el de Keiko Fujimori, esté bajo tan sólidas sospechas de delincuencia; que el candidato a la primera vicepresidencia esté bajo tan sólidas sospechas de proporcionar un audio adulterado para tergiversar la verdad, parece que no califica de inaceptable. Uno tendría que decir “ya no puedo votar por personas así”. O la líder [de Fuerza Popular] podría decir: “Ha sido un error”. Allí hemos perdido la frontera.

P. Hace difícil ver como un conciudadano a quien tiene los valores desarmados.

R. Es parte de la crítica que se hace a la elección del alcalde de Lima, Luis Castañeda. No es un tema solo de ahora, ni solo del fujimorismo. Podría ser parte de lo que los estadounidenses podrían estarse cuestionando sobre el ascenso de Donald Trump: “¿No era inaceptable eso que está diciendo?”.

P. Además EE UU eligió antes a un presidente con un perfil muy distinto.

R. A un estadista que ha peleado por una serie de cambios, que va a ser reconocido en la historia. Me uno al voto de quienes decimos que hay que defender el caos de nuestra incipiente y precaria democracia, a pesar de que el candidato [Pedro Pablo Kuczynski] hace cinco años apoyó a su contrincante de hoy, porque aparentemente le tenemos más miedo a un Gobierno de izquierda que a un Gobierno delincuencial. Esto sigue diciendo cosas sobre nosotros.

P. ¿Por qué se le teme a la izquierda?

R. Si no todos, más peruanos que antes tenemos beneficios materiales que perder. Con la reducción de la pobreza y los buenos vientos de la economía, parte del nuevo credo predominante —criticable— consiste en que lo bueno es poder consumir más, y la izquierda se ve como una amenaza, sobre todo cuando se la puede vincular con el caso de Venezuela. Lo paradójico es que en segunda vuelta no está la izquierda, sino alguien que defiende el modelo económico y, a pesar de eso, parece que muchos quieren un Gobierno fuerte al que no se le oponga resistencia, que no tenga que negociar con nadie, ni escuchando ni respetando a minorías.

P. Y con vínculos ilegales.

R. Keiko Fujimori está dando señales de lo que tendríamos que considerar inaceptable. La diferencia comienza a notarse cuando intentaban negar aquel evento en el que entregaron dinero en campaña, pero se suman la combinación de lo ocurrido con Joaquín Ramírez [el congresista de Fuerza Popular investigado por la DEA] que toma una licencia sin una sanción y lo defienden, y que el candidato a la primera vicepresidencia se vea obligado a admitir que entregó un audio adulterado. Son las personas de máxima confianza del entorno de la candidata y no hay reacción de corrección. Son comportamientos que tendrían que verse como descalificadores para el cargo, pero son pasados por alto con cinismo e indiferencia y se muestran como un modus operandi. Y si esto no genera rechazo por una parte de quienes pensaban votar por ella, entonces se vuelve un cargo que no podemos imputar solo al fujimorismo sino a buena parte de la ciudadanía.

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