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Cuando Stallone y Chuck Norris tumbaron a Ceaucescu

Un documental sostiene que la difusión clandestina en VHS de películas de EE UU predispuso la caída del dictador rumano

Chuck Norris, en la película de 1985 'Invasión USA'.
Chuck Norris, en la película de 1985 'Invasión USA'.

Irina Nistor existe, pero los rumanos pensaron que era una abstracción, una voz aguda y carismática a la que identificaron con la subversión porque fue ella quien doblaba las películas clandestinas en los estertores de la tiranía de Nicolae Ceaucescu (1918-1989). Cine estadounidense, cintas en VHS que circulaban de estraperlo como la droga, el tabaco y las armas, aunque el mercado abastecía a todas las edades y generaciones, casi siempre en sesiones domésticas o vecinales. Apenas había televisores en color. Y un magnetoscopio costaba tanto como un coche, de forma que Irina Nistor representaba la contrafigura libertaria al tótem de Ceaucescu.

Tanto ponía su voz a Richard Gere en Oficial y caballero como a Tom Cruise en Top Gun, aunque los héroes preferidos de los rumanos eran Stallone, Schwarzenegger y Chuck Norris, especialmente cuando pluriempleaban sus músculos en papeles anticomunistas. Se explica así el título de un documental estrenado en NetflixChuck Norris contra el comunismo, de los mismos productores de la oscarizada Searching for Sugar Man— e impresiona que la policía secreta rumana, tan atenta a la represión y a la ortodoxia, no se percatara de la envergadura que adquirió el mercado clandestino del VHS, ni valorara el peso que tuvieron esas películas en la caída del dictador.

Fue una victoria inesperada de la propaganda de Ronald Reagan. Bajo su mandato prosperó el estereotipo del comunista como encarnación del mal —Rambo II, Rocky IV, Invasión USA—, pero el presidente republicano no sospechó que la doctrina fuera a echar raíces en las entrañas del telón de acero. El mérito es de Teodor Zamfir, un misterioso empresario rumano al que movieron las razones crematísticas por encima de las políticas. Se traía las películas de Hungría gracias a los sobornos y reclutó a Nistor para doblarlas. Zamfir llegó a distribuir 7.000 títulos.

Así sus compatriotas adquirieron conocimiento del modo de vida occidental. La cadena del Estado apenas emitía dos horas de propaganda, mientras que el VHS proponía una escapatoria del comunismo. Comida en los supermercados. Moda en color. Coches deportivos.

El caso de Sylvester Stallone es elocuente porque en 1985 protagonizó dos papeles inequívocos contra la hoz y el martillo. Lo mismo derrotaba al ogro soviético en el ring —Rocky IV— que vengaba —Rambo: Acorralado - Parte II— la derrota de Vietnam, logrando liberar con sus meñiques a varios soldados estadounidenses.

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Los niños rumanos lo emulaban en sus juegos infantiles, aunque la voz aguda de Nistor tuvo papeles más agradecidos. Fue Maria Schneider en El último tango en París y fue también Marlon Brando. Ella misma doblaba a todos los personajes en las películas, llegando a establecer un vínculo sentimental con los compatriotas que ansiaban un cambio.

Zamfir contribuyó a crear una expectativa. Y logró sobornar a la nomenclatura rumana con el mismo material que querían incautarle: las películas. De hecho, el documental que dirige Ilinca Calugareanu menciona que hasta un hijo del propio Ceaucescu formaba parte de su clientela, como sucedía con la jerarquía del Partido Comunista.

“El vídeo mató a la estrella de la radio”, cantaban The Buggles. ¿Mató también a Ceaucescu? La pregunta es legítima. Y la respuesta, no tan concluyente, pero es cierto que el mercado clandestino de VHS en las principales ciudades de Rumania sirvió para romper el aislamiento cultural y político con que el dictador tiranizaba a sus compatriotas.

La voz de la conciencia

La propia Irina Nistor se define a sí misma como una mujer valiente y comprometida. Llegó a doblar hasta 10 películas en un sólo día. Y adquirió conciencia de que su voz se había convertido en un símbolo de la resistencia. Por razones políticas. Y hasta por motivos religiosos.

Al mismo tiempo que Ceaucescu emprendió una purga entre los clérigos ortodoxos y generalizó la demolición de los templos, ella misma se encontraba en la situación de doblar a Cristo en Jesús de Nazaret.

Nunca había sentido como entonces que su trabajo trascendía el mero oficio de dobladora o de traductora. Por eso los rumanos la veneraron como la matrona de la subversión, hasta el extremo de que les resultaba intolerable y fraudulento ver cualquier película de EE UU donde no apareciera Nistor multiplicándose en todos los personajes.

Con dos matices. Zamfir nunca toleró el porno. Y Nistor jamás aceptó decir palabrotas, por mucho que estuvieran en el guion de Taxi driver. Para ella, “fuck you” o “motherfucker” significaba siempre “vete al infierno”, acaso como una premonición de cuanto le sucedió a Ceaucescu en el escarnio y muerte de 1989.

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