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FERIA DE ABRIL
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La fiesta de los toros, ante un proceso irreversible

Inválida y descastada fue la corrida de Juan Pedro Domecq, de la que solo sobresalió el quinto toro

Antonio Lorca
El torero peruano Andrés Roca Rey sufre una cogida en su segundo toro de la séptima corrida de abono de la Feria de Abril de Sevilla.
El torero peruano Andrés Roca Rey sufre una cogida en su segundo toro de la séptima corrida de abono de la Feria de Abril de Sevilla.Julio Muñoz (EFE)

Como quien no quiere la cosa, se está gestando en la tauromaquia moderna un profundo cambio que pretende dejar atrás la emoción del toro bravo y el torero heroico para entrar en otra época en la que lidia se convierte en una especie de baile monótono ante un animal insulso y mortecino al tiempo que el público accidental y bullanguero se divierte con lo que hace poco era motivo de grave protesta.

Si la Maestranza de Sevilla soporta estoicamente un espectáculo como el que han ofrecido los toros de Juan Pedro Domeq y los señores Ponce, Manzanares y Roca es que aquí se está produciendo un proceso irreversible de desconocidas consecuencias.

La corrida de hoy

Octava corrida de feria. Espectáculo de rejoneo.

10 de abril.

Toros de Fermín Bohórquez, para Sergio Galán, Diego Ventura y Lea Vicens.

La corrida fue infumable por su invalidez manifiesta y su falta de casta y de raza, a excepción del quinto de la tarde, Notario de nombre, que ha sido el primer toro de la feria que ha empujado en el caballo y ha embestido con codicia, nobleza y movilidad. Y se pueden contar con los dedos de una mano los espectadores que han manifestado su disgusto por el engaño cometido. Era una aplastante mayoría la que aplaudía y aceptaba de buen grado lo que ocurría en el ruedo.

Así, Enrique Ponce quien, a pesar de su veteranía, parece el gurú, el gran hermano de este cambio, dio en su primero toda una lección de cómo será esa nueva tauromaquia; delante, un feble corderito que acudía al cite con la suavidad de su condición ovina. El torero, con toques suaves, sin despeinarse, bailó más que toreó, y todo lo que hizo, es verdad, resultó bonito, pero frío e insulso. Ya se sabe que si no hay toro, no es posible el toreo, y lo de Ponce fue otra cosa. Una danza nueva, tal vez…

Ante el sobrero cuarto, otro inválido, demostró que es un doctor, pero en medicina. Auscultó al animal, le tomó el pulso y la tensión, y le aplicó un tratamiento urgente para evitar una muerte inminente, como el toro pedía. Insistió contra toda lógica, porque su oponente era un cadáver en vida. Y el público lo aplaudió con ardor. ¿?

Manzanares confirmó que no atraviesa su mejor momento como matador de toros. Cualquiera sabe lo que rondará por su cabeza, pero está como ausente, fuera de la plaza, con unas formas y un fondo muy lejanos de aquel torero elegante que no hace mucho emocionó a casi todos.

Su labor ante su noble primero fue insípida, incolora e inodora; los andares mortecinos del animal no evitaron los olés de los tendidos, pero la faena del torero no pasó del albero. Más grave fue lo ocurrido ante el quinto, un toro bravo y encastado, un derroche de nobleza, un artista de primera y no como los segundones de sus hermanos, y el torero se entretuvo en pases y más pases despegados y anodinos que, a pesar del acompañamiento musical, no alcanzaron la categoría de obra de arte. Tenía ante sí un toro de lío y lo mandó al desolladero con las orejas. Los banderilleros Rafael Rosas y Luis Blázquez tras parear con brillantez.

Grave error el cometido por el joven Roca Rey al anunciarse con esta corrida. Parece un torero hecho y cuajado, que no lució nada ante la invalidez de su lote. Tiene muy pocos años para guarecerse ya de las corridas encastadas. Es valiente a carta cabal, le sobran facultades, pero solo su alto sentido de la heroicidad caló en los tendidos. Una fea voltereta en el sexto acabó por congraciarlo con la plaza. A pesar de todo, craso error el de este torero. Le sobran condiciones para demostrar que puede ser figura con toros de verdad.

Domecq/Ponce, Manzanares, Roca

Toros de Juan Pedro Domecq, -el cuarto, devuelto- mal presentados, inválidos, descastados y nobles; bravo y encastado el quinto.

Enrique Ponce: casi entera (oreja); estocada desprendida (ovación).

José María Manzanares: estocada trasera (ovación); media estocada (ovación).

Roca Rey: estocada (ovación); pinchazo y estocada (vuelta al ruedo).

Asistió el Rey Don Juan Carlos, que estuvo acompañado por la Infanta Elena y su nieta Federica. Al aparecer en el palco real fue recibido con una larga ovación. Los espadas le brindaron sus primeros toros.

Plaza de la Maestranza. Séptima corrida de feria. 9 de abril. Lleno.

En fin, que, dentro de poco, y si nadie lo remedia, la fiesta no la reconocerá ni el que la fundó. No habrá lidia, no habrá sangre, no habrá toro ni habrá héroes. Los protagonistas serán toretes como los de ayer, de escasa presencia, sin atisbo de fuerzas y de nobilísima condición, de modo que permitan la nueva danza de la torería posmoderna.

Ahí está Enrique Ponce para demostrarlo, como un adelantado a su tiempo; con estos toros podrá seguir vistiéndose de luces hasta los ochenta años. Ojalá para entonces quede público; aficionados, no. Habrán desaparecido todos por un ataque de desesperación.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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