Los miedos del hombre moderno
Karyn Kusama estrena ‘La invitación’, un ‘thriller’ sobre el poder de las sectas y los temores más profundos del siglo XXI
Que te sorba el cerebro una secta. En el siglo XXI, los miedos de los seres humanos han cambiado. Sí, hay catástrofes naturales y muertos en ellas. Pero crecen otros temores, como los que le asaltan al protagonista de La invitación, de Karyn Kusama, la película que ganó el pasado festival de Sitges. Tras dos años sin ver a su exesposa, se reúne con ella y sus viejos amigos para cenar en la antigua casa del matrimonio. La pareja se rompió al morir traumáticamente su hijo, y cada uno ha reconstruido su vida como ha podido alrededor de esa ausencia. Algunos modernos lo llamarían gestión del dolor. Pero en este reencuentro hay gente distinta, nuevos amigos que hablan y se comportan como iluminados de una secta: en esa desconfianza se desarrolla el convite. La abducción y el lavado de cerebro, como armas de destrucción masiva: La invitación genera un miedo in crescendo del público.
Kusama (Nueva York, 1968) charla por teléfono desde Los Ángeles, enfangada en la promoción en su país de la película, que se ha estrenado a la vez en España y en Estados Unidos. Directora de sinuosa carrera (Girlfight, AEon Flux y Jennifer’s body), Kusama no era la primera opción para este guion, aunque estuviera coescrito por su marido. “Pero me apunté al viaje rápidamente. Me atrajo su estructura. Es muy raro en los tiempos actuales el cuidado por los personajes, en que los guionistas vayan aumentado la presión emocional sobre los protagonistas”, cuenta la realizadora. Ella también siente que el mundo actual no asume sus miedos actuales, no los encara de forma adecuada. “Creo que aún nos falta una profunda reflexión sobre lo que somos como seres humanos, hacia dónde estamos yendo como especia. Nos movemos en un mundo aún en parte desconocido y eso incrementa nuestros temores. La invitación reflexiona sobre la pena, sobre las consecuencia de negar esa pena que es un sentimiento poderoso para el nivel emocional de la película”.
La invitación no se basa en ningún hecho real, pero rodarla en las colinas que rodean Los Ángeles, y en esas lujosas mansiones desde las que se disfruta de una panorámica espectacular de la urbe parece un claro guiño a cultos modernos como la cienciología. “Hay muchas sectas, creencias actuales en las que encontrar referencias. Y cosas peores. ¿No es el trabajo una secta si te conviertes en workaholic? Por eso no me gusta hablar de La invitación de un drama sobre sectas, porque en realidad hay muchas acciones en nuestro día a día que otros podrían considerar como tareas surgidas de una secta. Pasión por los móviles, por correr… Otras personas necesitan encontrar alivios religiosos, espirituales a hechos ininteligibles y se apuntan al ejército. Otros son adictos al dinero… Cada uno acepta lo que acepta, quién soy yo para decir qué creencia está bien y qué está mal, y por eso La invitación es tan abierta en el juicio a sus personajes. Tenemos claro que es lo correcto y lo erróneo, pero no podemos erigirnos en jueces de gente que ha sufrido pérdidas personales devastadoras”.
Siguiendo este razonamiento, uno podría preguntarse si el votante de Donald Trump forma parte de una secta. “No me piques… [Kusama echa a reír] No tengo palabras porque en realidad nunca pensé que llegaría tan lejos. Me pone muy nerviosa, aunque lo mismo me pasa con otros candidatos. Lo interesante de Trump es cómo se vende como un no político, y esa calificación engancha a los votantes que huyen del culto a los políticos. Sonaría divertido sino fuera porque en realidad está pasando”.
Tras dirigir películas de gran presupuesto, Kusama ha vuelto al espíritu indie. “No, es mi esencia. Pero ahora he vuelto a batallar por mi libertad creativa, que se pierde en ese cine. No selecciono hoy por tamaños, sino por libertad”. En este mundo en que se encara la aflicción de muy diversas maneras, es curioso como películas como La invitación o The babadook indagan en ese dolor maternal a través del thriller. “A mí me enganchó, y por suerte vi The babadook al acabar mi filme, porque me sorprendió la cantidad de ecos recíprocos que se pueden encontrar entre ambas”. Para Kusama, creadores que admira como “Haneke, Polanski, Kurosawa, Audiard, Moodysson” o su compatriota Jeff Nichols son los cineastas que “mejor hablan de los miedos actuales”. Porque hoy “un ser humano sufre más miedos interiores que nunca en la historia de la humanidad, y eso, para el cine, es un material prodigioso”.
Babelia
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