Juegos domésticos
Los personajes de 'HOME' parecen todos más salidos de una agitada pesadilla que de un plácido sueño
Un cocinero demente, una espectral novia, un escéptico fumador en pipa, dos seres amarillos y errantes, una pareja que no se entiende. Los personajes de HOME parecen todos más salidos de una agitada pesadilla que de un plácido sueño, como el mismo lugar fantasioso donde ocurre todo (la imaginaria Pensión de las Pulgas, que no es pensión y donde no hay pulgas), cuya decoración retro evoca estéticas pasadas, eso sí, revisadas por el filtro algo desmañado (o de distante indiferencia) de la pedante plástica hipster.
HOME
Sobre una idea original de Agnès López y Elisabet Biosca en colaboración con los bailarines Aleix Mañé, Isaac Montllor, Mar Aguiló, Antonio de Rosa y Mattia Russo. Compañía Nacional de Danza. La Pensión de las Pulgas, Madrid. Hasta el 27 de abril
HOME refunde coreografías de elaboración propia y las adapta a los angostos espacios domésticos. Esto no es nuevo. Lo de hacer teatro en casa en la edad moderna es una moda que a veces más y otras menos, ha atravesado épocas y estilos (o si no, puede preguntarse a la estantigua de Voltaire). Ya en los tiempos de verdadera contracultura allá por los años sesenta y setenta del siglo pasado, se hizo mucho de esto en Nueva York, en París, en Londres. De las habitaciones se pasó a las azoteas, en busca de aire y espacio. Luego, algunos creadores estructuraron sus escenografías como reproducciones de esos ámbitos domésticos, desde Pina Bausch a DV8 y Peeping Tom más recientemente. Y de hecho, en este HOME todos nos convertimos en intrusos, en una especie de Tom el mirón colectivo. Lo que pasa es que en vez de tener enfrente a Lady Godiva, tenemos a una escuadra de bailarines exprimiéndose en sus facultades expresivas para sorprendernos y absorbernos a ese ambiente surrealista donde el humor se adereza con tristeza y cierto humo de tragedia latente, que allí algo grave pasó o podría pasar después. Quizás la novia está muerta (y ahora es una willi); quizás los chicos del carrito de supermercado han fracasado en su vida. La música felliniana juega un acertado papel evocador, lo mismo que Chopin, que está probado vale para roto y descosido.
Algunas de las piezas funcionan mejor que otras aunque en general la velada resulta equilibrada, dura lo justo, y extrae del espectador una media sonrisa de sorpresa, que de eso se trata. Las historias no tienen una conexión entre sí más que la que aporta el mismo público. Puede decirse que el hilo conductor está en la interpretación de cada uno y el obligado deambular a que se somete a los visitantes. El resto es pura sugerencia poética.
Hay un tono de tragicomedia, de extremar el movimiento hacia la tensión y el abatimiento por las circunstancias, como si todos los personajes fueran, de alguna manera, perdedores, y que lo que los hubiera reunido allí, en la absurda pensión pulgosa, fuera la conclusión de sus desastres individuales que así adquieren un tono coral. Naturalmente, lo que permite calificar de parcialmente exitoso este experimento es la probada calidad de todos los bailarines, artistas de ballet contemporáneo, cada uno con sus personalidades, calidades y físicos muy diferenciados y característicos. Con un demostrado domino del espacio, ellos hacen que creamos en sus frases y en sus poses, que salvemos esa distancia tradicionalmente sagrada entre público y bailarín haciendo de la proximidad otro elemento revelador.
Los artistas de la Compañía Nacional de Danza estarán en La Pensión de las Pulgas todos los martes y miércoles del mes de abril en dos pases diarios a las 20 y las 22 horas.
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