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CRÍTICA | EFRAÍN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una postal desde Etiopía

Esta historia de un niño que, en compañía de su oveja, se ve obligado a mudarse tiene algo de pesebre de pintoresquismo

Una imagen de 'Efraín'.
Una imagen de 'Efraín'.

Poco sabemos, por lo general, los cinéfilos europeos del cine etíope, a pesar de que su producción cinematográfica anual supere el centenar de títulos que, eso sí, nutren únicamente el circuito de consumo interno. Etiopía cuenta con su propio festival –que este año alcanzará su décima edición-, una escuela de formación cinematográfica –la Blue Nile-, una asociación de productores –la Ethiopian Film Association- y una agrupación –la Ethiopian Film Initiative- que invierte no poca energía en el empeño de que una nueva ola de cineastas etíopes logre entrar con sus trabajos en el mercado internacional y en el circuito de festivales. Etiopía es, incluso, la tierra de acogida de uno de los más heterodoxos practicantes del llamado otro cine español, Miguel Llansó, autor del largometraje Crumbs, radical ejercicio de una poética de la otredad en coproducción etíope-española.

EFRÁIN

Dirección: Yarek Zeleke.

Intérpretes: Rediat Amare, Kidist Siyum, Welela Assefa, Rahel Teshome.

Género: drama. Etiopía, 2015.

Duración: 94 minutos.

Promocionada como la primera producción etíope seleccionada en el festival de Cannes, donde participó en la sección Una Cierta Mirada, Efraín de Yared Zeleke –cineasta formado en Nueva York y no en la Blue Nile, por cierto- es, así, la primera pica en Flandes obtenida por el programa oficial Addis to Cannes, desarrollado por la Ethiopian Film Iniciative, pero también una película capaz de levantar dudas razonables sobre la distancia entre esta estampa para la exportación y la naturaleza del resto de la producción local. Esta historia de un niño que, en compañía de su oveja, se ve obligado a desplazarse al hogar de sus tíos tras la muerte de su madre y las inclemencias de la sequía en la economía familiar tiene algo de funcional pesebre de pintoresquismo para el consumo y seducción del público occidental.

Zeleke envuelve el producto con profesionalidad, pero en su interior parece haber tanta competencia técnica como escaso temblor de auténtica vida. Efraín tiene alma de postal.

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