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Muere Keith Emerson, luminaria del rock progresivo

El teclista británico fue miembro fundador de The Nice y Emerson, Lake & Palmer

Diego A. Manrique
Keith Emerson, en una imagen de archivo.
Keith Emerson, en una imagen de archivo.Phil Dent

Keith Emerson, ilustre teclista, apareció muerto el jueves 10 de marzo, en su casa de Santa Monica (California), víctima de un disparo en la cabeza. Se especula con la posibilidad del suicidio: Emerson, de 71 años, estaba afectado por varias dolencias que limitaban su capacidad para tocar.

Nacido en plena Guerra Mundial (Yorkshire, 1944), Keith Noel Emerson fue otro de tantos ingleses cuya programada vida descarriló con el descubrimiento de la música afroamericana. En su caso, el detonante fue la escucha de los viscerales sonidos que Brother Jack McDuff extraía de su órgano Hammond.

Aunque fuera un instrumento adquirido a plazos, poseer un Hammond era garantía de empleo para cualquier teclista británico a mediados de los años sesenta. Emerson tocó con los V.I.P.s y Gary Farr & the T-Bones antes de formar un grupo propio, The Nice.

En 1967, The Nice alternaba entre trabajos alimenticios –el acompañamiento de la elegante cantante P. P. Arnold- y el desarrollo de un repertorio propio. Allí se notaba la formación clásica de Emerson, con sus aproximaciones a Bach, Sibelius o Chaikovsky. También se hacía evidente su vocación de showman: meneaba su Hammond, clavaba puñales entre las teclas, producía sonidos chocantes.

Su pieza más celebrada era una fiera versión de America, la composición de Leonard Bernstein para West Side story. Más por búsqueda de publicidad que por motivos ideológicos, Emerson montó un escándalo en el Royal Albert Hall londinense, cuando combinó su interpretación con la quema de la bandera estadounidense.

A finales de 1968, otro flechazo: descubrió el sintetizador Moog a través un disco de Walter Carlos. Pudo comprárselo cuando saltó al sello Atlantic con Emerson, Lake and Palmer, uno de los entonces denominados “supergrupos”: Carl Palmer había tocado batería en Atomic Rooster o The Crazy World of Arthur Brown, mientras que Greg Lake, bajista y cantante, adquirió visibilidad tras su paso por King Crimson.

Típicamente, Emerson se enamoró del Moog más espectacular, un monstruo modular de 3 metros de altura y 250 kilogramos de peso. Sensible a la temperatura, no resultaba un instrumento fiable pero tenía un gran impacto visual. En directo, Emerson recurría a trucos circenses que dejaban boquiabiertos a los espectadores.

Y ese fue el principal problema de Emerson, Lake and Palmer: ofrecían una experiencia lowbrow con pretensiones highbrow. En realidad, podía ser una impostura pero sonaba excitante. Recreaban los “grandes éxitos” de Músorgsky (colocaron en las listas su Cuadros en una exposición), Bach, Copland, Rodrigo, Ginastera, Bartók o Janácek, en algunas ocasiones sin reconocer sus fuentes. Funcionaban maravillosamente ante ese público que asumía que el rock progresivo merecía la misma consideración que la música clásica, un hermanamiento considerado anatema por los sectores que defendían los valores intrínsecos del rock. Incluso músicos teóricamente afines, como Robert Fripp, se desmarcaron de esos clásicos electrificados.

Cometieron algunos errores muy propios del momento: los conciertos con orquesta sinfónica solían dejar números rojos. El malestar creció en el seno del trío: Greg Lake prefería sonidos menos truculentos (su balada Lucky man es seguramente la canción más universal de E L & P). Que conste que eran músicos generosos: en su sello, Manticore Records, internacionalizaron a potentes bandas italianas como Premiata Forneria Marconi o Banco, aparte de permitirse caprichos como publicar un single de Little Richard. También mimaron el aspecto gráfico, encargando portadas a H. R. Giger, Hipgnosis o William Neal.

Emerson, Lake & Palmer se rompieron en 1979 y el teclista probó otros proyectos con el baterista Cozy Powell o el guitarrista Robert Berry. El trío original volvió a grabar y girar en los noventa, con escaso impacto. Emerson confeccionó bandas sonoras para películas de horror y acción, al mismo tiempo que se implicaba en interpretaciones sinfónicas de Tarkus y otras partituras suyas. Aunque tardías, eran reivindicaciones de su visión populista.

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