Italia ajusta cuentas con el fascismo
El Gobierno da luz verde a un centro de estudios en el pueblo natal de Mussolini y el Parlamento desclasifica más de 13.000 documentos sobre las masacres de los años 40
Desde la caída del fascismo, todos los alcaldes de Predappio, el pequeño pueblo de Emilia-Romagna donde en 1883 nació Benito Mussolini, han sido de izquierdas, o socialistas o comunistas, pero todos ellos han gobernado sin sobresaltos desde un despacho situado en el antiguo dormitorio del dictador. El regidor actual, Giorgio Frassineti, del Partido Democrático (PD), recurre a la anécdota para ilustrar que, al menos aquí, una localidad de 6.500 habitantes, un 4% de paro y un 10% de inmigrantes sin problemas de integración, el pasado y el presente conviven de forma apacible. Una paz que solo se altera tres veces al año, cuando miles de ultranacionalistas nostálgicos con sus estrafalarios disfraces aprovechan el aniversario del nacimiento, la muerte y la marcha sobre Roma del Duce para visitar su cripta con el brazo en alto. “Y yo no estoy dispuesto”, dice al alcalde Frassineti, “a seguir dejando que Mussolini sea el patrimonio exclusivo de esos exaltados neofascistas o de los cuatro negociantes que venden porras, camisetas o estatuillas con la efigie del dictador. Se trata de algo mucho más serio, trágico, y tenemos la obligación de entenderlo”.
Un proyecto para rescatar la memoria
El centro de estudios sobre el fascismo se instalará en la antigua Casa del Fascio y tiene un prespuesto superior a los cinco millones de euros. Su apertura no está prevista antes de 2019.
El ayuntamiento de Predappio, gobernado por el Partido Democrático, ha logrado implicar en el proyecto al Gobierno de Matteo Renzi y a un buen número de expertos universitarios italianos y europeos.
Más de 50.000 nostálgicos del fascismo dejan cada año sus mensajes en la cripta de Mussolini. El Gobierno pretende arrebatar a los neofacistas el patrimonio de la figura histórica del Duce.
—Explíquese, alcalde.
—Suelo decir, medio en broma y medio en serio, que yo quiero Mussolini para mí. No podemos fingir que Mussolini no ha existido y no podemos imaginar que el fascismo haya sido una enfermedad que ha golpeado un cuerpo sano. El fascismo tuvo un enorme consenso popular. El fascismo fue todo y el contrario de todo. Si queremos entender bien qué cosa es Italia y aprender de los propios errores, debemos aceptar a Mussolini. No podemos pensar que fue una broma, algo de lo que nos podemos reír o ridiculizar. Hay que hacer en Predappio un centro de documentación y de estudio sobre el fascismo que sea útil tanto al país como a Europa.
Y así, por esas paradojas que suceden en Italia, un alcalde de centro izquierda y un jefe del Gobierno también del PD —aunque Matteo Renzi no es de izquierdas ni de derechas sino todo lo contrario— se han aliado para resucitar, con el apoyo de una larga lista de expertos y un buen número de universidades del país, la figura histórica del dictador. En los últimos días, un subsecretario y varios técnicos del Gobierno de Italia han visitado Predappio y se han comprometido a aportar de las arcas públicas 4,5 de los más de 5 millones de euros que, tirando por lo bajo, costará rehabilitar la antigua Casa del Fascio, situada frente al ayuntamiento —donde vivió la familia Mussolini— y a dos pasos de la casa donde nació el dictador, cuyos padres —un herrero y una maestra socialistas— bautizaron con tres nombres de pila. Benito, por el revolucionario mexicano Juárez, Amilcare, por el anarquista italiano Cipriani, y Andrea, por Costa, uno de los fundadores del socialismo italiano. “Desde 1922 a 1943, durante todo el periodo fascista”, explica el alcalde Frassineti tras localizar en su manojo de llaves las de la casa donde tuvo su cuna el dictador, “Predappio se convirtió en el lugar desde donde se propagó el mito del hombre nuevo, un lugar de peregrinaje para miles de italianos. En esta escalera se fotografió media Italia”.
El peregrinaje continúa. En el cementerio de Predappio, la cripta de Mussolini es visitada a diario por simples curiosos o furibundos nostálgicos. En el libro de firmas se registran cada año unos 50.000 mensajes glosando su figura. El pasado sábado, Giaco y Fiore, dos ultras del club de baloncesto de Bolonia, se mostraban de acuerdo con el proyecto. “Porque Mussolini”, explicaban al unísono, “no debe ser visto solo como un monstruo, porque también hizo muchas cosas buenas, pero los libros de historia, sobre todo en Italia, son muy parciales”. Aunque el centro de estudios sobre el fascismo —cuya apertura nunca sería antes del 2019— ya ha sido bendecido por el alcalde y por el primer ministro, ambos del PD, algunos sectores de la izquierda ven con preocupación que el centro de estudios pueda ser confundido con un museo para mayor gloria de Mussolini y el fascismo.
Los paisanos de Mussolini, salvo excepciones, no muestran ninguna preocupación al respecto. Prefieren ver el lado pragmático del asunto —“esto se llenará de turistas”, dice el sastre Frassineti—, y luego seguir votando a un socialista o a un comunista para que gobierne el pueblo desde el dormitorio del dictador.
Luz e internet sobre “el armario de la vergüenza”
El proyecto de Predappio coincide además con la apertura, decidida por la presidenta de la Cámara de Diputados, Laura Boldrini, del llamado “armario de la vergüenza”, un archivo que contiene alrededor de 13.000 documentos sobre las masacres cometidas en Italia por los soldados de Benito Mussolini y Adolf Hitler entre 1943 y 1945, entre las que destaca el fusilamiento por parte de las tropas nazis de ocupación de 335 personas —muchas de ellas por ser judías— en las fosas Ardeatinas. Los documentos fueron agrupados para servir como pruebas de un proceso que quiso celebrarse en 1960 para arrojar luz sobre aquellos crímenes pero que fue enseguida silenciado. Los documentos permanecieron arrumbados en un mueble de la Fiscalía Militar de Roma hasta que, en 1994, el periodista Franco Giustolisi los encontró y los denominó “el armario de la vergüenza”. La presidenta Boldrini ha tomado ahora la decisión de desclasificarlos y ponerlos a disposición de los ciudadanos a través de Internet. Tiene claro por qué: “Un país verdaderamente democrático no debe tener miedo de su propio pasado”.
Babelia
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