Cervantes, inquilino de la Biblioteca Nacional
La institución recorre la vida y la obra del escritor a través de 210 piezas y con tres ejes: el hombre, el personaje y el mito
Así como Saturno devoró a sus hijos, contaba ayer el filósofo Javier Gomá, "en el caso de Cervantes, el padre ha sido engullido por su criatura: don Quijote". Pero los 400 años de su muerte, más allá de ahondar en la huella sobre la literatura que aún hoy provoca su obra, sirven para seguir los rastros de una existencia intensa, nómada, tan serena como atrabiliaria, que, en su día, imitaba en gran medida al arte. Esa, entre otras cosas, es la intención de Miguel de Cervantes: de la vida al mito, la primera gran exposición que, a partir de hoy, ahonda en la Biblioteca Nacional en la figura del escritor.
Más inclinado a guiarse por los caminos de Erasmo de Rotterdam que a mostrarse comprensivo con el Santo Oficio, Miguel de Cervantes condensó en su obra un pensamiento que empujaba a explorar los límites de la libertad humana de manera civilizada. Conoció los tormentos que la Inquisición imponía, ya que su padre, cirujano, asistía a algunos de los sometidos a castigo cuando los amontonaban en celdas con las heridas a punto de supurar.
Desde la partida de nacimiento, custodiada aún en el Ayuntamiento de Alcalá de Henares, donde vino al mundo un 29 de septiembre de 1547, al acta de defunción, donde consta el entierro en el convento de las Trinitarias de Madrid el 23 de abril de 1616, la muestra organizada entre la Biblioteca Nacional y Acción Cultural Española (ACE) constituye la primera gran exposición sobre el autor, a juicio de su comisario, José Manuel Lucía Megías: “Al recibir el encargo, me pregunté por qué y para qué merecería la pena organizar hoy una muestra sobre Cervantes. Además de para animar a su conocimiento y su lectura, para descubrir en sus libros ese ánimo por construir una sociedad más justa e igualitaria”.
Genética humanística
No es un motor que se descubra exclusivamente en la monumentalidad necesitada de bajada del pedestal de El Quijote. También ronda en la genética humanística de las Novelas ejemplares o en otras obras suyas como La Galatea y Los trabajos de Persiles y Segismunda, aparte de su teatro o su poesía. “Cervantes es una figura que nos une y nos congrega; eso es muy importante en esta época de disgregación”, comenta Gomá, asesor del comisario para la muestra, como José Álvarez Junco y Carlos Reyero. “Aúna lo mejor del pálpito del presente y lo vemos en esta muestra, la mejor de las posibles que se pueden hacer hoy”, asegura el ensayista.
No se han escatimado fondos, sobre todo de la Biblioteca Nacional, que cuenta con la colección más importante sobre el escritor, asegura su directora, Ana Santos Aramburo. La anfitriona presentó la muestra ayer junto al comisario, los dos asesores y Elvira Marco, responsable de ACE.
De todos esos documentos destacan sus autógrafos, los que dan fe de su vida, ejemplares de sus obras. El año cervantino, además de reorganizar el catálogo, servirá para completar una digitalización de los fondos a fin de hacerlos más accesibles.
La exposición, que suma 210 piezas, gira sobre tres ejes: el hombre, el personaje y el mito. De todos queda constancia. Del hombre, a través de los documentos que dan cuenta de su vida. Del personaje, con piezas referidas a su obra y a su pulsión entre crítica y aventurera. El mito se va labrando tras su muerte, a través de cuadros, iconografía o esculturas, como el molde utilizado por el artista Lorenzo Coullaut Valera para el monumento de la madrileña plaza de España.
Argel, Lepanto, Italia, Lisboa, Andalucía, Madrid son estaciones de una vida intensa, que queda recogida en la agudeza de la experiencia y la capacidad reflexiva vertida en las páginas del escritor, marcado por el fracaso en algunos frentes y reconocido al final por el éxito de un artefacto paródico donde se reflejaba con eterna intensidad, ni más ni menos que el mundo.
Babelia
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