El éxito en la periferia

Alberto Rodríguez arrasó en los premios Goya de 2015 sin moverse de Sevilla. La isla mínima, una película escrita, grabada y montada en esa ciudad, obtuvo 10 galardones. El director andaluz es el claro ejemplo de que mudarse a Madrid o a Barcelona, los dos grandes centros neurálgicos, no siempre es imprescindible para desarrollar una carrera artística de éxito. Aunque para algunos sigue constituyendo un paso obligado, la facilidad de comunicación y las mejoras técnicas consiguen que muchos eludan ese traslado forzoso.

Rodríguez ni siquiera cuenta con una oficina fija en Sevilla. Cuando tiene que ponerse a escribir con su coguionista alquilan un despacho, y en la fase de posproducción trabajan en un estudio en el centro de la ciudad. “En algún momento dado sí echas de menos estar más en contacto con gente del mundillo en Madrid, pero tengo personas aquí de las que todavía aprendo mucho”, reconoce. El director admite, eso sí, que sin el AVE, que le lleva a la capital en algo más de dos horas, probablemente sí hubiese tenido que marcharse. Y también que su obra habría sido muy diferente si se hubiera producido esta mudanza. “Trato de manejar un material verosímil y trabajo con lo que tengo cerca, si no viviese aquí, seguramente mis historias serían diferentes”.

Santiago Posteguillo, autor de varios best seller de novela histórica, tiene muy claro los pros y los contras: “Los sitios pequeños son muy buenos para la creación, pero más complicados para darte a conocer”. El escritor da forma a sus libros sobre Escipión y Trajano desde Puzol, un pueblo de apenas 20.000 habitantes entre Valencia y Castellón. Como titular de una plaza de profesor en la Universidad Jaume I de Castellón, el planteamiento de mudarse para desarrollar su carrera literaria no pasó por su cabeza.

Posteguillo señala dos escollos por la lejanía con las grandes ciudades. El primero, y fundamental, conseguir que le publicaran. “Para eso sí tuve que recorrerme Madrid y Barcelona varias veces y aún conservo la colección de noes que recibí en esa época. ¡Entre ellos el de mi editorial actual!”, bromea. El segundo llegó cuando sus novelas alcanzaron el éxito. “Cuando ganas popularidad, se te va de las manos tratar con editores, periodistas y demás. Es imposible gestionar todo eso desde Castellón, así que contraté una agencia en Barcelona”. Y ya ha conseguido la tarjeta oro de Renfe.

Juan Diego Vázquez, Juan Gabriel Jaen, Daniel Benítez y Alfonso Cueto componen la empresa Fourattic, una start up de videojuegos. Acaban de lanzar con gran éxito internacional su primer producto, Crossing Souls. Tampoco han necesitado moverse de Sevilla. "Con e-mails, documentos compartidos o videoconferencias cubres la mayoría de necesidades", aseguran. Tan solo se desplazan a grandes ciudades para acudir a ferias de su sector. "Empezamos tan desde cero que mudarnos a una ciudad diferente a la de nuestras familias y primeros apoyos financieros era totalmente inviable". Para que su videojuego obtuviera los suficientes apoyos, buscaron ayuda en Alemania y Estados Unidos. "Nuestra oficina ahora está en el barrio Cerro del Águila, que tiene todo lo que necesitamos: tostadas de aceite con jamón ricas y baratas, y accesos en metro y coche".

El teatro de los Titiriteros de Binéfar, nació en el pueblo oscense que les da nombre, de 9.000 habitantes. Hace tres años decidieron establecer su sede en los Pirineos. Allí montaron una sala para funciones e instalaciones de residencias artísticas. Ganadores del premio Nacional de Teatro para la Infancia y la Juventud en 2009, esta compañía fundada por Pilar Amorós y Paco Paricio ha actuado ante aforos de 4.000 espectadores y llegaron a plantearse mudarse a Nueva York, pero decidieron que estaban “muy contentos” en el pueblo. “No es un rollo bucólico en plan ‘me gusta el campo’, claro que sientes que pierdes algo al no estar en una gran ciudad y somos conscientes de que seguimos con éxito gracias al tipo de sociedad en que vivimos y a las nuevas tecnologías”, explica Paricio.

La M.O.D.A y Burgos son un “buen tándem”. Una acertada definición enunciada por David Ruiz, el líder de esta banda nacida en 2011 y compuesta por siete músicos con camisetas de tirantes blancas. “Esto no es como antes, cuando Camarón tenía que irse a Madrid para triunfar y tuvo que empezar pelando patatas. Nuestra filosofía es que da igual dónde hayas nacido, si es en Ferrol, puedes conseguir lo mismo que uno que haya nacido en Nueva York, aunque sea más difícil”, asegura convencido el vocalista. Su relación con el mundo musical de su entorno es muy estrecha y están felices en el local que alquilaron para ensayar hace cinco años. Aun así, Ruiz no descarta nada: “Oye, que yo no digo que no nos encantaría irnos una temporada a grabar un disco a Nashville, pero ahora la elección es Burgos. Quedarte en casa te hace tener los pies en la tierra, evita que se te vaya la pinza con cosas que no son música”.