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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Hasta pronto, querido Atticus Finch

Con un solo libro y un personaje, Harper Lee ha pasado a la historia

Guillermo Altares
Atticus Finch (Gregory Peck) y su hija en 'Matar a un ruiseñor'.
Atticus Finch (Gregory Peck) y su hija en 'Matar a un ruiseñor'.

Muy pocos autores han pasado a la historia de la literatura por una sola novela. Y menos aún por un solo personaje. Harper Lee, la escritora estadounidense fallecida este viernes a los 89 años, es un caso insólito: publicó un solo libro con el que ganó el premio Pulitzer, Matar un ruiseñor (el segundo libro editado el año pasado es un primer borrador de su obra maestra). Su novela está protagonizada por un abogado sureño, Atticus Finch, que simboliza los mejores valores de la humanidad. Atticus no es un personaje de cartón, ni un arquetipo, es un ser de carne y hueso, un viudo que tiene que sacar adelante una familia y a la vez lidiar con la profunda injusticia de la segregación racial del Viejo Sur.

Matar un ruiseñor, publicado en 1960 y llevada al cine el año siguiente por Robert Mulligan con Gregory Peck como protagonista, está narrada en primera persona por la hija de Atticus, Scout, y relata un episodio de su infancia. Por un lado, es un libro en el que unos niños descubren el mundo y, sobre todo, que nunca hay que dejarse llevar por los prejuicios. Aparte de los Scoutt y su hermano Jem, el tercer personaje infantil es Dill, un niño que acabaría por convertirse en uno de los grandes nombres de la literatura estadounidense, Truman Capote.

Además de tener que lidiar con los líos en los que se meten sus hijos, Atticus debe defender a Tom Robinson, un negro injustamente acusado de violación en la Alabama racista de la Gran Depresión. Finch, un hombre blanco que forma parte del sistema, tiene claro desde el principio que debe defender a su cliente, sin importarle la presión social que padece o, incluso, que pueda jugarse la vida por hacerlo –no creo que sea una casualidad que existan muchos paralelismos con el personaje de Tom Hanks en la última película de Steven Spielberg, El puente de los espías–.

Atticus no idealiza el lugar en el que vive –"Este es su país: lo hemos forjado de ese modo y más vale que aprendan a aceptarlo tal y como es", afirma–, ni siquiera pretende cambiar el Viejo Sur: su principal objetivo es hacer lo correcto, siempre dejándose llevar por una profunda empatía. En la frase más famosa de la novela, afirma: "Quería que descubrieses lo que es el verdadero valor, hijo, en vez de creer que lo encarna un hombre con una pistola. Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final, pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence".

La novela se publicó cuando estaba empezando el movimiento por los derechos civiles, antes de que fuesen derogadas las leyes racistas que habían dominado el sur de Estados Unidos, donde, pese a la abolición de la esclavitud, seguía existiendo una segregación institucionalizada. Tanto Harper Lee como Robert Mulligan en la adaptación cinematográfica, una obra maestra en la que destaca un inolvidable Gregory Peck, supieron captar ese momento crucial, en el que personas que no eran revolucionarias, ni pretendían cambiar el sistema, sólo la sociedad, acabaron por transformarlo todo.

Los protagonistas de aquel momento de la historia de EE UU fueron una señora que se negó a ceder su asiento en un autobús, un pastor de enorme carisma, una muchacha que se plantó en la universidad pese a las amenazas. Eran personas que, como Atticus Finch, tenían muy claro que no querían seguir viviendo en medio de una estremecedora injusticia. Atticus, además, era blanco y abogado y con suficientes problemas económicos y vitales como para haberse convertido en un resentido. Pero su sistema de valores era mucho más fuerte que sus propias circunstancias, siempre tuvo claro que entre la justicia y su madre, elegiría la justicia, que sus hijos sólo tendrían un futuro mejor en un mundo más justo, no más injusto. El camino que tomó Atticus Finch sigue siendo tan válido ahora como entonces, su lección está totalmente vigente. “Uno no comprende realmente a una persona hasta que se mete en su piel y camina dentro de ella”, dice el personaje. Harper Lee ayudó a crear un mundo mejor con un libro y su protagonista hace mucho que dejó el mundo de la ficción.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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