Graciosos Coen, pero solo a ratos
En '¡Ave, César!', los directores retornan en plan jocoso al Hollywood de los cincuenta
Siempre fueron los más originales, los más listos, los más destroyers, dos hermanos sin señas físicas que aseguren que son gemelos, aunque inseparables en cuerpo y alma, pero que funcionan artísticamente como si fueran siameses. ¿Qué le pertenece al uno y al otro? No se sabe, nunca revelarán lo que le debe el uno al otro, pero siempre estarán de moda, con su pinta casual de avispados niños judíos que jamás se muestran enfáticos, hijos involuntarios y guasones de Minnesota, como Dylan, como Prince, filmando desde sus comienzos lo que les da la gana, sin servidumbres hacia el Hollywood convencional, indies de espíritu (aunque nunca han descuidado que los grandes tiburones les financien proyectos muy caros, ni trabajar con las estrellas más caras del mercado con las que además puedes coleguear) que gustan a un público masivo aunque ellos sean tan gamberros como exquisitos.
Incluso pueden acercarse al clasicismo sin renunciar a su muy moderna personalidad, a su afición al esperpento, al introducir la comicidad, la sátira y la excentricidad en los temas más dramáticos, el toque Coen. Y consecuentemente sus mejores películas para mi gusto son aquellas en las que no van de profesionales niños terribles (ya tienen 50 años), o sea, aquellas que sabes que son de ellos, pero que las puede entender y admirar hasta el público menos sofisticado. Hablo de Muerte entre las flores, Fargo, No es país para viejos y Valor de ley, Y también me gustan mucho Barton Fink y El gran Lebowski,pero puedo entender que alguien que no esté al rollo de los Coen no les encuentre ni puta gracia.
En Barton Fink los agudísimos hermanos nos contaban cosa que imaginábamos. Como que Jack Warner era un tiburón soez, que el genial William Faulkner no dedicó la misma pasión a escribir de la saga en ese territorio ficticio y agreste Yoknapatawpha que a cobrar un pastón por guiones que nunca escribió, borracho sin tregua, buscandose la vida al margen de la litetura.
¡AVE, CÉSAR!
Dirección: Joel y Ethan Coen.
Intérpretes: Josh Brolin, George Clooney, Scarlett Johansson, Channing Tatum, Ralph Fiennes.
Género: comedia. EE UU, 2016.
Duración: 106 minutos.
Y en ¡Ave, César! retornan en plan jocoso al Hollywood de los cincuenta. A través de un sufrido e hiperprofesional jefe de que no solo debe preocuparse de que sus películas den mucha pasta y contenten a los dueños, sino de las continuas movidas que pueden montar sus descerebradas adictas y caprichosas estrellas, seres adorados por el público, pero que te pueden destrozar el negocio en un minuto.
Y existen secuencias hilarantes, muy graciosas (no respondo del doblaje) como la de intentar transformar a un acrobático actor de westerns, con mínimo cociente mental, en un seductor con matices. O la conjura de los guionistas concienciados para que siendo fieles a las doctrinas de Marx y a su interpretación del capitalismo, deduzcan que su despreciada situación puede cambiar secuestrando a una estrella especializada en las películas de romanos, en las miserias o actitudes grotescas que existen detras del glamour que exhiben en la pantalla.
De acuerdo, me río a veces. Pero hay gags que se alargan, gracietas evitables, la sensación de que los creadores se han divertido muchísimo rodando esta disparatada y esperpéntica historia. Pero tal vez el entusiasmo hacia su criatura no sea contagioso para la mayoría de los espectadores.
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