La guerre est finie
Comentaba hace unos días José Luis Cuerda con su habitual ironía: "Ya estarán contentos, ya no hacemos películas sobre la Guerra Civil, ahora se hacen sobre lo que está pasando en nuestros días". Hablaba, claro está, de esos recalcitrantes enemigos del cine español que tienen la ceguera de reprocharle la supuesta manía de rodar solo películas sobra nuestra guerra llamada civil. Sin embargo, se vio en el programa Historia de nuestro cine de La 2 que la pasada semana se dedicó íntegramente a esas películas bélicas que han sido finalmente muy pocas las que se han hecho sobre la guerra a pesar de las muchísimas que aún podrían rodarse.
Cuerda se refería la película Techo y comida, de Juan Miguel del Castillo, que está recibiendo muchos premios, especialmente por el espléndido trabajo de su protagonista, Natalia de Molina, en el papel de madre soltera, sin empleo ni subsidios en una España abarrotada de gente en situación similar, sin trabajo ni ayudas. Y también podría estar hablando de B, la película de David Ilundain que recoge las declaraciones de Bárcenas ante el juez Ruz de la Audiencia Nacional denunciando la corrupción del PP, del que fue tesorero. La película ha sido destacada en los premios Feroz de los informadores cinematográficos, porque en su opinión hubiera merecido mejor suerte en taquilla. Por su lado al actor protagonista, Pedro Casablanc le está valiendo premios su trabajo antológico como el corrupto Bárcenas. El último de esos premios, al menos de momento ha sido el de Días de cine, la magnífica revista semanal de la tele que también se ha sumado a destacar lo mejor del año, y todo hay que decirlo, con gran sensatez.
De modo que cuando José Luis Cuerda hablaba con humor de que, acabada la guerra, según el mítico título de la película de Resnais, La guerre est finie, aseguraba al mismo tiempo que toca hablar del presente. La presentadora de los premios Feroz propuso un nuevo género para el cine español, las películas de corruptos, cuya inspiración puede encontrarse con facilidad leyendo cualquier periódico diario. Aunque, claro, pronto comenzarían a oírse voces de protesta, precisamente de los corrompidos. Como sonarán en breve las que clamen contra el cine de tipo testimonial que representa Techo y comida, junto a otras que hablan de la forzada emigración de los jóvenes actuales como han hecho con arrojo Icíar Bollaín en su documental En tierra extraña, Jaime Rosales en su drama Hermosa juventud o Nacho G. Velilla en la comedia romántica Perdiendo el norte.
Hay temas, pues, más allá de los muchos que sugiere la Guerra Civil y que aún están por hacer... Aunque tampoco van a gustar a los enemigos del cine español porque las películas, se quiera o no, acaban siendo un testimonio del presente así como del pasado, y ambos, en nuestro país, no son para tirar cohetes. No quieren ni oír hablar de ello. España va bien, dicen.
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