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El cine de Pedro Almodóvar nació de una onza de chocolate

El cineasta desgrana el origen de sus creaciones y sus temas en una clase magistral

Gregorio Belinchón
Pedro Almodóvar, ayer, durante su clase magistral en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Pedro Almodóvar, ayer, durante su clase magistral en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. BERNARDO PÉREZ

El secreto de su mirada está en una onza de chocolate, en los cromos pop de artistas de Hollywood que acompañaban aquellas meriendas de la España del franquismo. Pedro Almodóvar recordó ayer, en una entrevista-clase magistral de la Cátedra Acciona, sus orígenes, el germen de su cine, sus pasiones y su forma de trabajar, cuando se acerca el estreno, el próximo 8 de abril, de su vigésima película, Julieta.

Más de seiscientas personas en cola desde cuatro horas antes. Almodóvar llenó la sala de columnas del Círculo de Bellas Artes, además de otra adyacente en la que se retransmitió la lección por streaming. Arrancó hablando de su infancia, del descubrimiento de la vocación que ha empujado su vida. “Siempre tuve claro que quería pertenecer al cine. Con menos de diez años, mi familia vivía en La Mancha, y comíamos pan y chocolate. Aquellas onzas traían cromos de artistas de Hollywood. Fue mi primer contacto grasiento, untuoso, de un universo que obviamente no era el manchego. Yo quería evadirme de la calle en que nací y trabajar con esas estrellas. Empecé a ver más películas en los cines de veranos de Madrigalejo (Cáceres), donde nos mudamos, y recuerdo las películas proyectadas en un muro pintado de blanco, en cuyos laterales meábamos los niños. Esos olores de chocolate y meados se mezclan en mi memoria”.

No fue la única vez en que el doble ganador del Oscar habló de orines. “En una entrevista a un medio extranjero, mi madre contó, para vergüenza mía que tenía que traducirla al inglés, que estuvo tres días de parto, y lo primero que hice fue una meada que llegó a las cortinas. Así empezó todo”.

Sobre sus influencias, recordó que los cromos le engañaron en su visión del cine. “Pensaba que los actores lo hacían todo. Desde que descubrí que había un narrador delante de la cámara decidí que quería ser eso. Fellini, Welles, Antonioni, parte del Neorrealismo. Me vine a Madrid nada más acabar el bachillerato. Así vi en la Filmoteca películas de forma más ordenada. Trabajando en Telefónica ya me pude comprar una cámara de súper 8 y empecé a hacer mis peliculitas. Viajo a Londres, me influye el cine underground estadounidense de finales de los sesenta, el británico, luego el Free Cinema, la Nouvelle Vague. En mi altar están Hitchcock, porque es el padre del cine, Buñuel, Berlanga. Y después un coro inmenso: Lang, Melville, Bergman, Chabrol… Sigo siendo un gran cinéfilo. Y no quiero olvidar el Nuevo Cine Español de los sesenta, cuando vivíamos secuestrados por el dictador. La tía Tula, La caza, El verdugo,El extraño viaje, Y el mundo sigue…

Melancolía

Almodóvar reflexionó de forma más melancólica sobre el descenso de la importancia del cine de su infancia a la actualidad. "El cine era entonces un mundo paralelo, casi celestial… España tenía que evadirse como buenamente podía. Y una gran manera era el cine. Para mí filmar no era un sueño, sino algo incluso corpóreo. El impacto social era más fuerte antes. Hay muchas razones: España, nosotros, hemos cambiado. Hoy reina Internet y las nuevas tecnologías. El modo en que veíamos el cine emanaba un poder de hipnosis, de inmersión en mundos paralelos que iba más allá del talento de la película. Ahora las pantallas se han reducido. Eso devalúa el hecho cinematográfico".

¿De dónde saca las historias? “El método es estar despierto. Las páginas de sucesos son un material riquísimo. La realidad te proporciona la primera línea, la segunda la escribes tú”. Pero los temas no los busca él. “Casi todos los días me levanto pensando que sobre esto alguien debería de hacer una película. Lo que pasa es que no siempre tengo que ser yo. Tengo muy clara mi ideología. Pero no soy capaz de hacer cine social, Hace tres años me empeciné en hacer algo sobre la memoria histórica a través de un forense… y está escrita, aunque no me convence. Yo no soy capaz de imponerme los temas. Las películas hablan de cuándo se hacen, independientemente de la voluntad de quien las hace. En mi cine no hay mensajes explícitos, pero sí de libertad y de autonomía moral”.

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Poco quiso contar de Julieta, más allá de que está centrada en el dolor provocado por una ausencia: “No es una tragedia al uso, sino que desaparece la hija de la protagonista y no se sabe nada, como si su vínculo no hubiera existido. Es misterioso y doloroso. Cuento cómo se convive con esa ausencia”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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