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Las mejores cintas latinoamericanas de 2015

'El Espectador' elige una lista de las películas que más han cautivado a las audiencias y que han triunfado en festivales este año

Alfredo Castro, Pablo Larraín y Roberto Farías, de 'El club'
Alfredo Castro, Pablo Larraín y Roberto Farías, de 'El club'Berlinale

El 2015 fue un estupendo año para el cine latinoamericano. Como es tradición desde hace ya varios años, no existe festival de cine de prestigio que no programe en su competencia una película hablada en español o producida por algún país de América Latina. El club, una cinta chilena, arrasó en la Berlinale de este año. Desde allá era la primera película venezolana que competía por el León de oro de Venecia. Al ganarlo de forma bastante sorpresiva, por cierto, se convirtió en el primer filme latinoamericano que conquista la Mostra. Varios realizadores europeos miran al otro lado del Atlántico para ver qué historias se están contando en esas pequeñas industrias que siguen alzando la voz a pesar de la aplastante presencia del cine de Hollywood. El Espectador, la revista de cine latinoamericano de EL PAÍS, presenta una lista de las mejores películas de la región que ha dejado este año. Con información de Sergio Lillo, Alba Casas y Natasha Rodrígues de Silva.

1.-El club, de Pablo Larraín (Chile)

La penúltima película del chileno Pablo Larraín no deja indiferente a nadie. Allí donde se ha exhibido deja a la audiencia asombrada u ofendida por el retrato que se hace de la pederastia en el seno de la Iglesia católica. El propio director ha reconocido que El club está hecha para “levantar susceptibilidades”. Ese cine cargado de denuncia y de política fue reconocido en la Berlinale, donde ganó el Gran Premio del Jurado y le ha valido una nominación al Globo de Oro a mejor película extranjera.

La película cuenta la apacible vida de cuatro hombres mayores que habitan una casa en un pueblo de la costa chilena. Con ellos vive una mujer que los ayuda en las labores cotidianas. Los días transcurren entre paseos, las tareas de la casa y carreras de galgos que uno de los habitantes de la casa entrena. Mientras avanza la película, los espectadores se dan cuenta que los viejos son curas y que la mujer que los auxilia es una monja. La casa es en realidad un refugio adonde la Iglesia manda a ocultar a los sacerdotes pedófilos. Una visita alterará la vida de los miembros de ese club y pone en riesgo sus secretos. En la película destaca la estupenda actuación del grupo, entre ellos el fantástico Alfredo Castro, un viejo conocido de Larraín. El director volverá a la carga en 2016 con una cinta sobre Pablo Neruda.

2.- El clan, de Pablo Trapero (Argentina)

Guillermo Francella ha dado una de las grandes actuaciones este año poniéndose en la piel de un monstruo. El actor hace un escalofriante retrato de Arquímides Puccio, un integrante del Batallón de Inteligencia de la ultraderecha, a las órdenes de la dictadura argentina. Además de considerarse un patriota y de luchar contra los comunistas, el patriarca de una familia de clase media realizaba secuestros con la ayuda de sus hijos. Sus víctimas eran llevadas a su hogar, donde los gritos de auxilio eran ahogados por la apariencia de vida cotidiana fingida por los Puccio. La película también se centra en la angustia sufrida por Alejandro, el primogénito, un exitoso jugador del equipo nacional de rugby.

Trapero ha llevado al cine con mucho acierto un episodio de la vida real que conmocionó a la Argentina que vivía la transición democrática. Con la llegada de Raúl Alfonsín en diciembre de 1983 el país vivió varios cambios. Algunos de ellos en los sótanos de los cuerpos del orden, donde salían las órdenes para los grupos de terror formados por paramilitares de ultraderecha. Con la llegada de Alfonsín, estos grupos que asesinaban y desaparecían quedaron sin la protección del Estado. Eso fue lo que dejó a Puccio a la intemperie y el contexto que ha brindado al director de El clan de un gran relato para contar.

3.- Que horas ela volta?, de Anna Muylaert (Brasil)

Hace mucho que una película brasileña no llama la atención del público internacional sin tener la violencia como temática principal. Una segunda madre (Que horas ela volta?, en portugués) tiene como protagonista a Val (Regina Casé) una empleada doméstica que trabaja desde hace más de 10 años con una familia adinerada de la ciudad de São Paulo. Val vive en la casa de sus jefes y ha criado al hijo adolescente de ellos. Sin embargo, ella es de Pernambuco (Estado del Nordeste de Brasil) donde dejó a su hija, Jéssica (Camila Márdila), al cuidado de sus abuelos para buscar trabajo en la gran ciudad. La situación es bastante cómoda para todos –principalmente para los jefes de Val–, pero Jéssica llega a São Paulo para hacer las pruebas de selección para la universidad y cambia el status quo del hogar que la recibe.

De manera delicada, la directora Anna Muylaert trata el tema de las relaciones de poder entre la criada y las personas a las que sirve, que supuestamente la consideran como un miembro más de la familia, aunque no tenga los mismos derechos que ellos dentro de la estructura del hogar. Su hija, que no está acostumbrada a esas reglas invisibles, no entiende la naturalidad con la que su madre vive con las limitaciones de ese espacio. Esa lucha de clases es una realidad cotidiana no solo en Brasil, sino en toda América Latina. En el Festival de Sundance, Regina Casé y Camila Márdila recibieron el Premio Especial del Jurado. Y en Berlín, la película ganó el premio del Público y de la Confederación Internacional de Cines de Arte y Ensayo (CICAE).

4.- El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra (Colombia, Argentina y Venezuela)

Una película rodada en la jungla del noroeste del Amazonas en blanco y negro y hablada en lengua indígena. Contra todo pronóstico, El abrazo de la serpiente se convirtió en un éxito de taquilla en Colombia, su país de origen. Estuvo once semanas en cartelera, una marca para el cine local, siempre aquejado por los problemas de distribución y los pocos espacios que deja Hollywood a otro tipo de cintas. La película de Ciro Guerra es la única latinoamericana que ha quedado en la lista rumbo a los Oscar de 2016. El próximo 14 de enero podría ser nominada a mejor película extranjera.

La película está basada en los diarios de viajes que dejaron dos exploradres extranjeros mientras navegaban el río en busca de una planta con cualidades curativas con ayuda de chamanes originarios de la zona. Los registros en los cuadrernos sirvieron de punto de partida al director para hacer una inmersión al mundo desconocido del Amazonas. Ese es parte del éxito que ha tenido el filme. Pone ante nuestros ojos un mundo extraordinario que ha sido completamente olvidado por las sociedades modernas. La cosmovisión de los indios amazónicos es también el origen de un relato mágico que ha conectado con las audiencias de varias partes del mundo.

5.- Desde allá, de Lorenzo Vigas (Venezuela, México)

La ópera prima de Lorenzo Vigas, hijo de un escultor, pretende aportar un bálsamo a la fracturada sociedad venezolana con la historia de una relación entre un homosexual maduro (Alfredo Castro) que repara prótesis dentales y un joven caraqueño que vive en la calle (Luis Silva). Es una relación de dependencia entre dos personajes que tienen asuntos pendientes con sus respectivos padres. La película se realizó con la ayuda del joven director mexicano Michel Franco y el guión tuvo la ayuda de Guillermo Arriaga, que por muchos años fue la mancuerna de Alejandro González Iñárritu en sus primeros proyectos.

Desde allá es la primera película que representó a Venezuela en selección oficial del Festival de cine de Venecia. Ganó el León de oro contra todo pronóstico imponiéndose a viejos maestros como Aleksandr Sokurov o Jerzy Skolimowski. Su triunfo no fue producto del azar, el director de la Mostra, Alberto Barbera, lleva tiempo pidiendo a los amantes del cine mirar a las historias que se están contando en América Latina. Desde allá se ha convertido en la primera película de América Latina que gana la presea en toda la historia del festival. Un gran inicio para Vigas en su carrera cinematográfica.

6.- 600 millas, de Gabriel Ripstein (México)

Arnulfo (Kristyan Ferrer) es un joven inseguro que comienza a hacer trabajos de contrabando para impresionar a su tío, un capo del narcotráfico de poca monta en una ciudad sin nombre. Su trabajo consiste en llevar a straw buyers (compradores de paja) a varias tiendas de armas en Estados Unidos para comprar rifles y armamento para los cárteles mexicanos. Después de realizar las compras, su trabajo es pasarlas de norte a sur, el sentido contrario con el que viajan las drogas por el continente. Un error lo lleva a secuestrar a Hank (Tim Roth), un experimentado tiburón de las agencias de seguridad de Estados Unidos. Arnulfo decide conducir 600 millas a lo largo del desierto para ofrecer a su presa como ofrenda a su tío. En el camino, ambos desarrollan una particular relación. El director cree que esa existencia es algo similar a la que tienen Estados Unidos y México.

A pesar de ser su primera película, 600 millas muestra una mirada decidida de un joven realizador que tiene cine en la sangre. Gabriel Ripstein es hijo de Arturo, el más importante director de cine mexicano vivo, y nieto de un productor que hizo carrera en la industria nacional. Su debut le hizo merecedor a mejor ópera prima en la Berlinale de este año.

7.- El botón de nácar, de Patricio Guzmán (Chile)

Hace cinco años, el chileno Patricio Guzmán conmovió con Nostalgia de la luz, una película que hablaba de los enigmas que guarda el universo observado desde los telescopios del gigantesco desierto de Atacama. Si en ese entonces Guzmán miraba hacia arriba en busca de respuestas, en El botón de nácar ha fijado su objetivo en el horizonte chileno y sus más de 6.000 kilómetros de costa. El agua es la obsesión del director en esta nueva entrega, que se ha pensado como la segunda parte de una trilogía que inició en 2010. ¿Qué misterios guarda el mar y sus aguas, que inspiran admiración y respeto? La naturaleza es también un pretexto para que Guzmán pueda encausar una de las obsesiones más persistentes a lo largo de su obra: los asesinatos y desapariciones cometidos en el régimen dictatorial de Augusto Pinochet.

Los anglosajones tienen en Werner Herzog a ese gran creador de documentales de autor, pero el mundo latinoamericano no tiene nada qué envidiarle mientras Patricio Guzmán siga haciendo películas. El experimentado director ha entregado este año una de sus más grandes obras, donde combina la sensibilidad poética de su guión con un poderoso y ambicioso relato que abarca desde los pueblos originarios de Chile y la Patagonia hasta las injusticias y abusos de la dictadura. Guzmán ejerce el documental como un derecho indeleble a la memoria.

8.- Magallanes, de Salvador del Solar (Perú, Argentina, Colombia)

Esta ópera prima de Salvador del Solar, actor y ahora director peruano, se zambulle en las consecuencias del conflicto en el país con Sendero Luminoso -organización terrorista de ideología comunista- a través de la historia de Magallanes, un taxista de Lima que fue soldado del ejército peruano y luchó contra la organización y que se reencuentra con una mujer que conoció hace 25 años durante el enfrentamiento militar. Basada en un relato del escritor Alonso Cueto, con tan solo 650.000 dólares de presupuesto, consiguió el premio Cine en Construcción del Festival de San Sebastián en 2014 antes de estrenarse y está nominada al Goya como mejor película iberoamericana.

El director del filme, que cuenta con actores como los peruanos Christian Meier y Magaly Solier o el mexicano Damián Alcázar en el papel protagonista, considera que no se trata de una película política, sino personal, y que invita a reconocer que es complicado recordar y la necesidad de hacerlo. “Más que un ejercicio por abrir las heridas, Magallanes es un intento por ayudar a comenzar a cerrarlas”, aseguró Del Solar a EL PAÍS.

9.- Ixcanul, de Jayro Bustamante (Guatemala, Francia)

La carta de presentación de Ixcanul es clara: se ha convertido en la película más galardonada de la historia de Guatemala (25 premios hasta el momento). El director guatemalteco Jayro Bustamante, de 37 años, debuta con un largometraje que recibió el Premio Alfred Bauer del Festival de Cine de Berlín, concedido a aquella película que “abre nuevas perspectivas en el cine”. Bustamante nos lleva al entorno del volcán Pacaya (Ixcanul significa “volcán” en lengua cakchiquel), cuya última erupción se produjo en marzo de 2014, para narrar la historia de una familia de mayas cakchiquel (pueblo indígena de las tierras altas del medio oeste de Guatemala) que vive aislada sin que la modernidad haya llegado a su vida.

María (María Mercedes Coroy) es una adolescente que se enfrenta al paso a la edad adulta de manera abrupta con un embarazo no deseado. El sueño de la Tierra Prometida aparece en el horizonte de la mano de un joven cortador de café, pero el viaje a Estados Unidos le será negado a la joven indígena. María Telón, indígena vendedora de fruta en la vida real, hace el papel de Juana, la madre de la joven. Bustamante aseguró en Berlín el pasado febrero que “una vez terminada, si el elemento indígena resulta importante y puede servir para abrir puertas, sí levantaré esa bandera”, pero niega que escribiera el guion con esa intención.

10.- Lo que lleva el río, de Mario Crespo (Venezuela)

Este es el primer largometraje venezolano en lengua warao. La película, protagonizada por los propios miembros del pueblo indígena, narra la vida de Dauna, una joven de la tribu que quiere estudiar antes de casarse. El director y guionista, Mario Crespo, refleja en el filme las dificultades inextricables a vivir a caballo entre dos sociedades. Pero en este caso, Dauna no solo ve obstaculizado su progreso por otras culturas diferentes a la suya, sino que es su propia tribu la que no logra comprender por qué ella no se limita a acatar el papel que se le otorga como mujer.

Rodada en la morada real de los warao, en el delta del Orinoco, la película exhuma tintes de documental. ‘Lo que lleva el río’ se estrenó el pasado enero en el Festival Internacional de Berlín, en la categoría de cine indígena llamada NATIVe. Postuló al Goya a Mejor Película Iberoamericana y al Oscar a Mejor Película Extranjera, aunque sin éxito. Sí lo tuvo, sin embargo, en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva donde obtuvo la mención especial del certamen y el premio Mejor Película que refleja la realidad social de Iberoamérica. El filme fue reconocido asimismo en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de la Habana con el galardón Sara Gómez.

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