Irrumpe un fantasma
Andrew Haigh sigue indagando en el lenguaje secreto del amor y su reverso a través de la mirada íntima
La frase final de un buen relato nunca es una clausura, sino una puerta abierta a los ecos que va a dejar esa lectura, el umbral de nuevas posibilidades, una clave de interpretación del conjunto pero, también, un instrumento para seguir formulando preguntas que ya no podrán tener respuesta en el espacio de la escritura. Ignora este crítico si la frase final del relato que inspira 45 años equivale al plano que cierra esta película sutil, humanísima y desoladora, pero esa última imagen -y el delicado temblor de los labios de Charlotte Rampling en el epicentro de su seísmo interior- tiene la fortaleza y el magnetismo de un desenlace maestro, alma de gran frase final.
45 AÑOS
Dirección: Andrew Haigh.
Intérpretes: Charlotte Rampling, Tom Courtenay, Geraldine James, Dory Wells, Hannah Chalmers, Richard Cunningham, Rufus Wright, Michelle Finch.
Género: drama.
Gran Bretaña, 2015.
Duración: 95 minutos.
Nuestro circuito de exhibición descubrió a Andrew Haigh con su segundo largometraje: Weekend (2011), muy lúcida reflexión sobre las resonancias futuras de una relación ocasional que, de paso, desvelaba un sutil tejido de micro-homofobias en el paisaje cotidiano. A partir de un relato del aquí co-guionista David Constantine, 45 años, su nuevo trabajo, sigue indagando en el lenguaje secreto del amor y su reverso a través de la mirada íntima –y, sobre todo, atentísima al detalle revelador– a los seis días previos a la celebración del aniversario de bodas de un viejo matrimonio. El lunes de esa semana fatídica, en la que se tambaleará una inversión afectiva de cuatro décadas y media, llega una carta a la casa de los protagonistas: una comunicación oficial del gobierno suizo comunicando el hallazgo del cadáver congelado de la mujer que fue el primer amor del marido, desaparecida en accidente de montaña en 1962.
45 años cuenta cómo se instala un fantasma en la apacible vida de los ancianos: un amor malogrado cuya inesperada manifestación lo infectará todo. Charlotte Rampling lleva sobre sus hombros casi todo el peso dramático en la piel de un personaje sometido a un proceso de desmantelamiento interior donde se irá nublando la mirada y las palabras emergerán como lava volcánica. A su lado, Tom Courtenay imprime una convincente fragilidad a ese marido que libra un pulso entre la pérdida de sus facultades y el recuerdo de un fulgor irrecuperable en esta película precisa, sin detalle que no esté cargado de sentido, incluido el contrastado uso de Smoke Gets in Your Eyes al principio y al final de este viaje lacerante.
Babelia
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