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Los cristianos que Nerón nunca mató

Una nueva investigación confirma que el emperador romano no ordenó persecuciones de cristianos tras el incendio de Roma

Guillermo Altares
Nerón, en su más perdurable encarnación, la de Peter Ustinov en 'Quo Vadis' (1951), película de Mervyn LeRoy.
Nerón, en su más perdurable encarnación, la de Peter Ustinov en 'Quo Vadis' (1951), película de Mervyn LeRoy.

Uno de los momentos más universalmente reconocibles de la historia romana, los cristianos devorados por las fieras en el Coliseo, acusados de haber provocado el incendio que devastó Roma en el año 64, ante el deleite de las masas y los aplausos de Nerón, nunca tuvo lugar. Este anfiteatro fue construido después del reinado del último emperador de la estirpe de Augusto, que gobernó durante 14 años entre 54 y 68 y que se suicidó ante la certidumbre de que iba a ser asesinado a los 31 años. Pero, además, cada vez se acumulan más indicios que indican que, en realidad, Nerón nunca persiguió a los cristianos. Un artículo que acaba de ser publicado en el Journal of Roman Studies de la Universidad de Cambridge ofrece una contundente batería de argumentos que demuestran que aquella primera represión, en la que en teoría fueron ajusticiados los apóstoles Pedro y Pablo y que sienta las bases del martirologio cristiano, es un mito. Su autor es un catedrático de estudios clásicos de la Universidad de Princeton, Brent D. Shaw. No es el primer erudito que pone en duda uno de las muchas leyendas que rodean a Nerón, pero el asunto no se había analizado hasta ahora con tanta minuciosidad.

“No es tan raro”, explica Shaw por correo electrónico cuando es preguntado sobre cómo es posible que un hecho tan relevante y tan citado resulte ser falso. “A lo largo de mi carrera como historiador me he encontrado muchas veces con acontecimientos de la historia romana que son aceptados sin ser investigados a fondo. Dado que este acontecimiento forma parte de la historia canónica cristiana, la Iglesia tampoco tenía mucho interés en analizarlo desde un punto de vista crítico”. La investigación de Shaw ha tenido cierto impacto e incluso aquellos que no comparten totalmente sus conclusiones defienden la solidez de sus argumentos. G.W. Bowersock, profesor emérito de Historia Antigua en Princeton, escribe en el último número de The New York Review of Books que el artículo de Shaw está “cuidadosamente razonado” y sostiene que “puede alterar de forma dramática la visión de los primeros cristianos”. Sin embargo, al igual que biógrafos de Nerón como Edward Champlin o Donatien Grau, Bowersock sí cree que se produjeron asesinatos de cristianos tras el incendio.

El artículo de Shaw “puede alterar de forma dramática la visión de los primeros cristianos”, sostiene un experto en la historia de Roma

Los argumentos de Shaw, autor de ensayos como Sacred Violence: African Christians and Sectarian Hatred in the Age of Augustine (2011), se basan sobre todo en un análisis del párrafo del historiador romano Tácito en el que describe las persecuciones, el único documento que habla de ellas aparte de una breve referencia de Suetonio. En sus Anales, escritos unos 60 años después del incendio de Roma, Tácito escribe: “Nerón buscó rápidamente un culpable e infligió las más exquisitas torturas sobre un grupo odiado por sus abominaciones, que el populacho llama cristianos. Cristo, de quien toman el nombre, sufrió la pena capital durante el principado de Tiberio de la mano de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilatos, y esta dañina superstición resurgió no sólo en Judea, fuente primigenia del mal, sino también en Roma, donde todos los vicios y los males del mundo hallan su centro y se hacen populares. Por consiguiente, se arrestó primeramente a todos aquellos que se declararon culpables; entonces, con la información que dieron, una inmensa multitud fue presa, no tanto por el crimen de haber incendiado la ciudad como por su odio contra la humanidad. Todo tipo de mofas se unieron a sus ejecuciones. Cubiertos con pellejos de bestias fueron despedazados por perros y perecieron, o fueron crucificados, o condenados a la hoguera y quemados para servir de iluminación nocturna, cuando el día hubiera acabado” (Traducción de Crescente López de Juan). Richard Holland define este texto en Nero. The man behind the myth como “el documento secular de la antigüedad examinado con una mayor profundidad”.

El profesor de Princeton sostiene que se trata de “un completo anacronismo”, que en realidad Tácito hablaba más de su época que de la de Nerón, donde los cristianos todavía eran muy minoritarios en Roma y es muy posible que ni siquiera fuesen conocidos por ese nombre. Si las acusaciones hubiesen tenido tal magnitud, es insólito que ningún otro autor hablase de ellas, que no exista ningún documento que las describa. Para Shaw, sin duda se produjeron persecuciones después del incendio, dado que Nerón necesitaba encontrar cabezas de turco, pero no pudieron ir dirigidas a los cristianos, que entonces no estaban señalados como un culto pernicioso. “La conexión específica de los cristianos con el gran fuego de Roma se desarrolló más tarde. La mayoría de las fuentes que han llegado hasta nosotros indican que en torno al año 100”, escribe.

"Nerón fue muy famoso, amado por el pueblo, pero sin embargo fue odiado por el Senado y otras élites de Roma, que le describieron como un ser maligno”, explica Shaw 

Sus argumentos van más allá de Tácito y estudia lo poco que se conoce de la muerte de Pedro y de Pablo. Sobre el primero, apenas se tiene información, ni siquiera si fue ejecutado y tampoco si ocurrió en Roma o Jerusalén. Lo más probable es que muriese en torno al año 50. En cuanto a Pablo —un apóstol cuya vida analiza Emmanuel Carrère es su último libro, El Reino— fue ejecutado en Roma, en torno al año 60, pero la acusación no tenía nada que ver con el hecho de ser cristiano, sino por agitador. “Nerón fue muy famoso, amado por el pueblo, pero sin embargo fue odiado por el Senado y otras élites de Roma, que le describieron como un ser maligno”, explica Shaw. “Al construir su historiografía, autores cristianos como Eusebio encontraron muy fácil retomar esos argumentos. Marco Aurelio persiguió a cristianos, pero fue siempre definido por esas mismas élites como un gran gobernante”. La gran historiadora Mary Beard lo dice de otra manera: “Nunca sabremos si emperadores como Nerón fueron depuestos porque eran malos y fueron definidos como malos precisamente porque fueron depuestos”.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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