Contar México con monitos
La FIL rinde homenaje a Gabriel Vargas, creador de la tira cómica 'La familia Burrón'
Ni Juan Rulfo, ni Octavio Paz, ni Carlos Fuentes. “Lo que leyeron los mexicanos en el Siglo XX fueron historietas cómicas”. Lo que ha dicho Rafael Barajas, conocido como El Fisgón, esta tarde en Guadalajara no tenía afán provocativo. Explicaba un fenómeno que comenzó a formarse en 1920, cuando los primeros personajes de las caricaturas comenzaron a dibujarse en México. Antes de que el cine mexicano llegara a su época de oro, en la década de los cuarenta, la industria de las historietas ya gozaba estupendos años. Antes del fin de siglo, los mexicanos consumían 2.5 millones de ejemplares mensuales de Kalimán, mientras que la editorial de Octavio Paz, último Nobel de literatura mexicano, celebraba la venta de 20.000 libros con desplegados pagados en diarios mexicanos. “Comparado con los cómics, Paz era un fenómeno marginal”, dijo El Fisgón.
La FIL ha homenajeado esta tarde a un hombre que destaca entre tantos grandes autores de ese periodo maravilloso. Gabriel Vargas, creador de La familia Burrón, murió en 2010, pero este año se cumple un centenario de su nacimiento. Guadalajara ha reconocido su herencia como uno de los grandes cronistas del país de los años cuarenta y cincuenta. “Es una de las obras con más sentido del humor que se han hecho en México”, dijo Marisol Schulz, directora de la feria.
Vargas inició su trayectoria como caricaturista como muchos mexicanos comienzan sus carreras: por una apremiante necesidad. Su padre murió cuando era niño, por lo que su madre dejó su natal Estado de Hidalgo para migrar al Distrito Federal junto con sus once hermanos. Dejó la secundaria y su pasión por el dibujo lo llevó a pedir trabajo al periódico Excélsior. Tenía solo 13 años. Sus primeras obras fueron una exploración de varios temas. Vargas buscó una voz propia en aventuras de detectives, relatos sobre la Guerra Civil española e historietas de trasfondo religioso inspiradas por la Guerra Cristera.
Su primer éxito fue dibujar un personaje llamado Don Jilemón Metralla y Bomba, un cínico y descarado sinvergüenza con ambiciones políticas que tenía un apetito insaciable y que transaba con cuanto podía. La figura apareció en la serie de Los superlocos. Un locutor de radio retó a Vargas a crear un personaje femenino tan popular como Don Jilemón.
Fue entonces cuando la mano del caricaturista ideó los trazos que crean a Borola Tacuche de Burrón, uno de los personajes más entrañables de la ficción mexicana. Borola es una mujer de sociedad que cometió un error al casarse con alguien debajo de sus posibilidades. Su esposo, el probo Regino Burrón, es dueño de la peluquería El rizo de oro. Su mujer es "malvada, chismosa, falsamente solidaria”, escribió Carlos Monsiváis, quien alabó en varias ocasiones a La familia Burrón, a la que consideraba una “saga magistral” al igual que Alfonso Reyes y Sergio Pitol. Uno de los méritos que más se le reconocen a Vargas fue haber convertido una figura femenina en protagonista principal de una historieta que apareció en 1949. “Fue una proeza para su época”, consideró Barajas.
“Borola es malvada, chismosa, falsamente solidaria”, escribió Carlos Monsiváis
La familia Burrón, que habitaba en el callejón del Cuajo número chorrocientos chochenta y chocho, ha sido la historieta más longeva en México. Su publicación inició en la revista de tebeos Pepín y fue saltando en diferentes páginas de forma ininterrumpida por 60 años. Borola y Regino se despidieron de los lectores en 2009, un año antes de que Gabriel Vargas muriera. Hacia el final de su vida, el caricaturista ya no podía dibujar a sus personajes por problemas de salud, según contó esta tarde el monero Arturo Kemchs. Sin embargo, Vargas fue responsable de los guiones de la historias hasta el último de sus días. Su obra ha sido compilada en 14 tomos publicados por la editorial Porrúa, en lo que se ha convertido hoy en una antología de la carcajada. “Todos los mexicanos deben leerla”, concluyó El fisgón.
La feria de las palabras ha dedicado un momento al hombre de las imágenes. Sin embargo, la directora de la FIL también reconoció la herencia que Vargas dejó a la lengua popular. Sus viñetas hicieron populares cientos de términos coloquiales. Sus personajes llamaban manoplas a las manos, picoretes a los besos y amigos de lo ajeno a los ladrones, una expresión que ha pasado de generación en generación.
Carlos Monsiváis fue retratado una ocasión en la tira cómica, una serie que tuvo cerca de 100 personajes. Después de aquello, Monsiváis siempre dijo que ya no necesitaba el pasaporte mexicano. Ya formaba parte del universo de La familia Burrón.
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