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Soleá Morente imagina a su padre sonriendo cuando canta

La hija se lanza a la música con ‘Tendrá que haber un camino’

Soleá Morente, en Casa Patas.
Soleá Morente, en Casa Patas.Samuel Sanchez

Soleá tiene los ojos profundos y esconde cierto misterio detrás del mechón de pelo que cobija el lado derecho de su cara. La hija mediana de Morente recuerda a su padre con el lanzamiento de su primer disco, Tendrá que haber un camino, y dice que el cantaor está en él “de principio a fin” porque piensa en su progenitor desde que se levanta hasta que se acuesta. Su primer trabajo, grabado con Los Evangelistas —el combo de Los Planetas y Lagartija Nick— y La Bien Querida, es heredero de la vanguardia de Enrique pero con una voz mesurada y clara como el agua.

El disco es Soleá y es Morente, con la participación de su familia en pleno —poderosas castañuelas de Estrella en las sevillanas—, pero sobre todo es un tratado de la música granadina actual. “Mi disco suena al flamenco del Sacromonte, de la casa de Morente; pero también al rock granadino de Los Planetas, Lagartija Nick, Pájaro Jack…”, dice Soleá. Cuenta que trabajar con sus hermanos ha sido algo muy enriquecedor: “Como grababa en el estudio de mi casa, de la casa de mi familia, mis hermanos bajaban, escuchaban y se volvían a subir, dejando un consejo de vez en cuando pero siempre respetando mi libertad”. Su hermana venía desde Málaga con los niños para echarle una mano, su hermano ejerce de guitarrista en algunos temas y su madre le hace los coros. “Cada uno tenemos nuestras carreras y somos muy diferentes, pero nos apoyamos entre nosotros. Cada uno hacemos nuestra vida, pero no podemos vivir los unos sin los otros”, explica.

Dice Soleá que hace música porque le permite ser libre y solo soy una “aficionada al cante, a la música y a la literatura, que quiere superarse y aprender cada día”. Sus estudios de filología —que quiere retomar con un estudio entre literatura y flamenco cuando tenga tiempo— tienen mucho que ver en este disco. “La literatura y la música se necesitan el uno al otro. El flamenco no es solo cantar o bailar muy bien, sino también razonar. Reflexionar sobre lo que pasa en la sociedad y dentro de uno mismo”, cuenta la granadina. “Este es un disco de búsqueda, de investigación personal y profesional. El orden del disco cuenta esta historia: “empieza con Machado —Yo escucho los cantos—, después viene Oración, que es un canto a la libertad de expresión, que hagamos lo que hagamos, celebremos la vida y dejemos fluir lo que hay dentro. Luego viene el amor imposible que se escapa, que es esa inquietud que siento de ir buscando algo que no sé lo que es, pero en cuyo camino la música me acompaña. Todavía cierra el disco con un mensaje de ilusión, que mientras uno siga vivo hay tiempo de hacer lo que nos pidan el cuerpo y el alma”, comenta.

Soleá admite que es compleja y también sencilla y dice que día a día se entiende mejor consigo misma, a caballo entre la pared blanca del Albaicín y la yesería recargada de la Alhambra. “Me gusta la grandeza de la pared blanca de la casa del Albaicín, que es donde me he criado aunque haya nacido en el Rastro de Madrid, y la maravilla de la complejidad de la Alhambra. Tengo las dos partes, y de ellas pillo lo que pueda. La Alhambra es la falsa sencillez de algo construido con una inteligencia enorme, y la pared del Albaicín es la poesía de Lorca", expone Soleá, que con Los Evangelistas ha llegado a una comprensión sin necesidad de palabras. Los Evangelistas son el flamenco de su padre, el manantial de inspiración. “La primera vez que canté con ellos no entendía nada, me decía que cómo iba a cantar con ellos, yo tenía la voz muy pequeña entonces. Pero fui sintiéndome muy bien porque me permitía expresarme con libertad. Luego con mi raíz flamenca aprendida en casa, he ido investigando otros lugares que me ofrecen muchas posibilidades”, explica la artista.

Curtida de escuchar a Springsteen y Dylan, con las canciones de Michael Jackson y las voces antiguas de Granada, Soleá tiene ya hambre de escenario porque “allí el disco es cada vez distinto”. Y no le pesa su apellido: “El apellido Morente me da alas para volar, no sé hacia dónde, deshacerme de las cadenas y hacer lo que siento. Soy hija de Enrique, que es lo más bonito que me ha podido pasar”. Y a veces piensa qué pensará Enrique, con el que dejó a medias un disco en el que ahora trabaja con Isidro Sanlúcar, de esta grabación desde el tablao del cielo. “Ahora estoy pensando mucho sobre qué pensará mi padre. Lo echo muchísimo de menos y lo necesito, no por su opinión, sino porque es mi padre. Necesito su cariño y su calor. Pero sé que está ahí y tiene una energía tan potente que sé que nunca se va a ir de nuestras vidas. Cuando pienso en lo que podría pensar de mi trabajo, me lo imagino sonriendo”, concluye.

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