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CRÍTICA | LOS JUEGOS DEL HAMBRE: SINSAJO PARTE II
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Atropellados por el croma

Son dos horas y cuarto en las que Francis Lawrence, su director, no es capaz de legar una sola imagen perdurable

Javier Ocaña
Liam Hemsworth y Jennifer Lawrence, en 'Los juegos del hambre: Sinsajo parte II'.
Liam Hemsworth y Jennifer Lawrence, en 'Los juegos del hambre: Sinsajo parte II'.

La trilogía literaria Los juegos del hambre, convertida en tetralogía para el cine por la fuerza de la comercialidad y la mercadotecnia, ha acabado diluyéndose en la pantanosa ciénaga de la serialidad mal entendida. Aquella que apuesta de tal manera por el territorio conocido, por el estiramiento, la falta de riesgo y el aplazamiento de los clímax a base de subterfugios episódicos sin interés, que lleva a sus productos directamente a la nada. Lo que comenzó siendo una interesante distopía juvenil sobre las relaciones de dominación, el imperio de la propaganda y la lucha por la supervivencia, que aunaba espectáculo y una cierta sensación de trascendencia, se hunde en su último capítulo, Los juegos del hambre: Sinsajo, parte II, en un ladrillo con demasiada sistemática y poca acción, con la complejidad en el pozo de la desesperanza y la planicie de su director, Francis Lawrence, reinando en la morosidad.

LOS JUEGOS DEL HAMBRE: SINSAJO PARTE II

Dirección: Francis Lawrence.

Intérpretes: Jennifer Lawrence, Josh Hutcherson, Liam Hemsworth, Donald Sutherland.

Género: ciencia ficción. EE UU, 2015.

Duración: 137 minutos.

Podría decirse que Sinsajo, parte II es una película sobre el hecho de hacer planes, cuando lo que importa son las acciones. Personajes diciendo vamos a hacer esto o vamos a hacer lo otro cuando lo esencial es que lo hagan, no que lo digan. Dos horas y cuarto en las que Lawrence no es capaz de legar una sola imagen perdurable (qué mal filmado y montado está el clímax de la flecha, sin tensión ni sorpresa en el tempo y la puesta en escena), y en la que una de las pocas secuencias de acción ejerce de paradigma de cómo no deben utilizarse los avances digitales: la del asalto a la fortaleza, en la que los protagonistas no parecen escapar de un tsunami de petróleo sino de un croma que amenaza con atropellarlos. A ellos y, de paso, al cine.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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