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Holanda devuelve a Italia piezas arqueológicas de 2.000 años

El museo Allard Pierson retornará 36 objetos de cerámica y un trozo de ancla

Isabel Ferrer
Los buzos con las piezas cuando se encontraron en 1960.
Los buzos con las piezas cuando se encontraron en 1960.

El museo arqueológico Allard Pierson, de la Universidad de Ámsterdam, ha decidido devolver a Italia, “por motivos éticos”, 36 piezas de cerámica negra de Campania y un trozo de ancla de más de 2.000 años de antigüedad. El conjunto procede del naufragio de una nave en los arrecifes de Capistello, en las islas Eólicas, situadas al noroeste del Estrecho de Mesina. La carga del buque, compuesta en su mayoría por ánforas para semillas, uva, aceite y vino, y objetos de barro, fue descubierta a mediados de 1960. Sujeto a varias excavaciones submarinas en años posteriores, parte del enclave fue expoliado y el botín acabó en el mercado.

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La sala holandesa compró el conjunto en 1982 a un coleccionista belga, y ha comprobado ahora que pertenecen al patrimonio cultural de Sicilia. Finalizada la exposición que dedica estos días a los tesoros hallados en sus aguas, lo retornará.

Los objetos estaban almacenados en el depósito del museo Allard Pierson, que ignoraba su procedencia concreta. Si bien Holanda patrocina la libertad de búsqueda en el mar, y no se ha sumado a la Convención de la UNESCO sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático (2001), destinada a evitar el pillaje y destrucción de pecios navíos y vestigios de ciudades, los expertos de Ámsterdam han resuelto su restitución. “Holanda no suscribe la Convención porque considera que el mar no pertenece a nadie y las aguas deben ser libres para no complicar, a la larga, el comercio. Sin embargo, al ver que el sello de una de las ánforas es similar a los de Capistello, está claro que estos restos no son nuestros y por eso viajarán a Italia”, señala Steph Scholten, director de las colecciones especiales. “En cuanto al vendedor belga, creemos que pudo excavar la zona por su cuenta y llevarse cosas, porque no formó parte de las expediciones submarinas oficiales italianas”, añade. Aunque no han sido tasados, se calcula que el valor de la cerámica puede alcanzar “varios miles de euros”.

El gesto, presentado por las autoridades italianas como un ejemplo a seguir para evitar pleitos, no repercutirá en el resto de la colección arqueológica del museo. Y ello porque los objetos conseguidos antes de 1970 no suelen presentar problemas de legitimidad a escala internacional. El límite temporal viene fijado por otra Convención de la UNESCO, esta vez destinada a luchar contra el tráfico ilícito de bienes culturales. “Holanda la ratificó hace solo tres años, y en la escena museística se asume que solo debe responderse de las compras efectuadas a partir de entonces”, según Scholten.

En el año 2009, once láminas de una colección iconográfica de entomología del siglo XVIII adquiridas por el mismo museo a un marchante británico, pero robadas entre 1975 y 1985, fueron reintegradas al Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Cerrado el frente siciliano, en Holanda esperan ahora la decisión de los jueces sobre el futuro de los tesoros artísticos de Crimea. Exhibidos en 2014 en Ámsterdam, allí siguen desde la anexión de la península ucrania por Rusia. La justicia deberá decidir si regresan a Kiev, que los reclama como patrimonio nacional, o bien a los cuatro museos de Crimea, donde fueron excavados y estaban guardados en origen.

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