Otelo visto desde arriba
El personaje que retrata Gabriel Chamé, payaso y director teatral, es el de Shakespeare pero observado con la perspectiva del demiurgo
Un espectáculo ingenioso, de orfebre, con cuatro actores argentinos espléndidos, sorpresa del pasado Festival de Almagro. El Otelo de Gabriel Chamé, payaso y director teatral, es el de Shakespeare pero visto desde arriba, con la perspectiva del demiurgo (como sugiere Don Estrafalario en Los cuernos de Don Friolera), con ironía y humor, sin que eso le reste un ápice de grosor trágico. Sus intérpretes cambian de sexo y de personajes a la vista del público cada dos por tres, en un ejercicio de fregolismo abracadabrante, y se dan tortas y trompazos sin acusar el esfuerzo, como los protagonistas de las películas de Chaplin o de Keaton: dominan el lenguaje del clown y se chancean con rigor matemático. Uno de ellos, Martín López Carzolio, actor acróbata, es capaz de interpretar simultáneamente a Ludovico, Rodrigo y Casio durante el duelo a espada que entablan estos dos últimos (poniéndose la barba como tupé, y llevándola 50 veces de ida y vuelta a la velocidad de la luz), en una escena en cuyo mutis el público celebra su virtuosismo humorístico y paródico con un aplauso cerrado.
OTELO
Autor: Shakespeare.
Versión y dirección: Gabriel Chamé. Barcelona: Sala Villarroel, 5, 10, 11 y 12 de noviembre. Valladolid: LABA, 7 de noviembre; Alcalá de Henares: Corral de Comedias, 14 y 15 de noviembre; Madrid: Matadero, del 19 al 22.
Frente a otros otelos, graves, solemnes, maniqueos hasta el agotamiento (en los que se hacen igualmente tediosas la candidez del protagonista y la doblez de Yago), por las venas de este corren una sensualidad pujante delineada con ironía, cierto patetismo, más notable en la caída de Casio; una ambigüedad sexual sutil en la relación entre el general y su alférez (cuando se ejercitan para la guerra, desnudos ambos, dentro de sendos cubos que llevan a guisa de toalla) y un tratamiento antinaturalista muy beneficioso a la postre. Entre mil bromas risueñas, en las escenas cumbre aparece de súbito la tragedia de venganza, más trágica por el contexto y por el contrapunto risible que ponen las torpezas de Emilia, interpretada por Martín López. Matías Bassi es un Otelo luminoso que se va tiznando (literalmente) con la tinta esparcida por el Yago neurasténico de Hernán Franco, y Julieta Carrera crea una Desdémona feliz, ingenua e ilusionada hasta el fin. La escenografía es un hallazgo: casi un personaje más.
Babelia
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