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CRÍTICA | MI GRAN NOCHE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Popularidad sin subversión

Quizá no trascienda más allá de su propio fuego a pesar de esos toques sociales sobre la generación choni del gran hermano

Javier Ocaña
Raphael, en 'Mi gran noche'.
Raphael, en 'Mi gran noche'.

Una posible división del cine separa a los artistas minuciosos, rigurosos y con ansias de perfección, y a los volcanes creativos que, seguramente con tanta falta de control como maravillosa inspiración, acaban encontrando la chispa de lo distinto, el cine que llega más a las tripas que a la cabeza. Álex de la Iglesia siempre fue de los segundos y en Mi gran noche, casi más que nunca. De su nueva película, hermana pequeña de aquella Muertos de risa de 1999, aunque más lista y traviesa, con más experiencia en la jungla del rodaje hiperbólico, hay que valorar su idea, magnífica, y sobre todo las dificultades que conlleva una filmación (y un montaje) de estas características, con un presupuesto como el de las producciones españolas, donde interior y exterior de la película, con la figuración y las ansias de orden como testigo, se funden en una irónica paradoja sobre la imposibilidad del orden dentro del caos.

MI GRAN NOCHE

Dirección: Álex de la Iglesia.

Intérpretes: Raphael, Mario Casas, Pepón Nieto, Blanca Suárez, Carlos Areces.

Género: comedia. España, 2015.

Duración: 100 minutos.

Mi gran noche quizá no trascienda más allá de su propio fuego, que lo tiene, a pesar de esos toques sociales sobre la generación choni del gran hermano o los chanchullos político-empresariales, que no llegan a hacer pupa pudiendo lograrlo, pero siempre hay un momento delirante, descomunal, que la recupera de sus desiguales gags: el carisma de Raphael; la tierna tontura de los personajes de Mario Casas y Blanca Suárez, estupendos ambos; el oficio en el tempo de la comedia de secundarios como Carmen Machi, Luis Callejo o Carlos Areces; la genial idea de ese personaje que sólo habla a través de letras de canciones del mito, y que lleva a los mejores momentos de la película con Jaime Ordóñez como espectacular guía de perfecta dicción. Como un ángel exterminador de la era de la descomposición hortera, como un guateque sin petersellers, Mi gran noche quizá sea, como la propia realidad que retrata, más popular que subversiva, lo que no deja de ser una opción válida.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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