Crónica sentimental del socialismo doméstico
En los últimos treinta y cinco años, Svetlana Alexiévich ha escuchado miles de testimonios del espacio postsoviético con el afán de dotar de voces y de rostros a la utopía comunista y su traumático desmoronamiento. Acumula a sus espaldas numerosos viajes, horas de grabación y cuadernos garabateados. El resultado es un extenso catálogo de experiencias, recuerdos y confesiones que abarca casi un siglo de historia de los países que conformaron el Bloque del Este, detrás del Telón de Acero. Un esfuerzo titánico emprendido con la finalidad de formular una única pregunta: ¿qué se aprendió después de todo el sufrimiento padecido, del cual hablan recurrentemente los entrevistados, consecuencia de guerras, represión, desastres nucleares y retórica del heroísmo?
En su último libro, Tiempo de segunda mano: el fin del hombre rojo, que verá la luz en catalán dentro de dos semanas, continúa su crónica de la evolución de los sentimientos en el Este, aguzando el oído a los relatos de hombres y mujeres de diferentes generaciones, aplastados, bien por la rueda de la Historia, bien por el trauma de verse expulsados a un crudo capitalismo sin instrucciones de uso y preñados de un profundo sentimiento de derrota. Este libro se enmarca dentro de un proyecto más amplio que lleva por título Autobiografía de una utopía.
Hito del reportaje periodístico contemporáneo, Svetlana Alexiévich inició este proyecto con La guerra no tiene rostro de mujer, recopilación de entrevistas a mujeres que participaron en el frente oriental de la Segunda Guerra Mundial. A esta crónica le seguirían Los chicos de zinc, sobre los traumas de los participantes en la guerra de Afganistán y de sus familiares; Cautivados por la muerte, sobre la plaga de suicidios ocurridos tras el desplome de la URSS, y Voces de Chernóbil, sobre el cambio en la percepción del mundo después de esta catástrofe.
Decía Nietzsche que la cultura es sólo una fina piel de manzana sobre un ardiente caos. La escritura concilia los fragmentos de memoria: es el hilo y la aguja con que se transforman las vivencias individuales en un relato capaz de hacernos más inteligible su contexto. No se puede comprender un hecho traumático sin entender su carácter específico. Las instituciones y los medios hegemónicos guían nuestra manera de percibir las experiencias traumáticas que sufre una sociedad: atentados, catástrofes, conflictos armados, etcétera. Para Alexiévich, la importancia del testimonio no es la verdad en sí misma, sino las emociones que se recuerdan y cómo las revive cada ser humano. Construye un coro de voces en que se exponen y contrastan diversas visiones de la realidad, porque cada persona genera una respuesta diferente ante los mismos hechos. Sólo así se obtiene una fotografía panorámica de los acontecimientos.
La literatura que utiliza el testimonio como materia prima tiene una larga tradición en las letras rusas: por ejemplo, Apuntes de un cazador de Iván Turguéniev, La isla de Sajalín de Antón Chéjov o Apuntes de la casa muerta de Fiódor Dostoievski. Siguiendo esta tradición que culmina con Solzhenitsin y Shalámov, Svetlana Alexiévich lleva todavía más lejos el método humanista del escritor, historiador y activista bielorruso Alés Adamóvich, a quien siempre cita como su influencia más importante. En las últimas décadas los rusos pasaron de los grandes ideales de Dostoievski o Tolstói al dilema de tener o no tener. Aleksiévich recoge las migajas del socialismo doméstico, aún aferrado al alma de toda una generación de exsoviéticos. Los totalitarismos, como los materiales radioactivos, tienen una vida muy larga y siguen emitiendo toxicidad de un modo invisible. Continúan quemando por dentro, imperceptibles a los ojos.
Marta Rebón es traductora y crítica literaria. Ha traducido para Raig Verd la última obra de Svetlana Alexiévich, Tiempo de segunda mano: el fin del hombre rojo.
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