“Soy un poeta de línea clara que se está volviendo oscuro”
Luis Alberto de Cuenca recibe el Premio Nacional de Poesía por su libro 'Cuaderno de vacaciones'. El poeta, filólogo y traductor fue secretario de Estado de Cultura
Luis Alberto de Cuenca, madrileño de 1950, ganó este lunes el Premio Nacional de Poesía por Cuaderno de vacaciones (Visor) un libro en el que pueden leerse versos como estos: “Los mortales estamos hechos de veinte piezas:/diecinueve salvajes y una civilizada”. Cualquiera que conozca la trayectoria del galardonado diría que su parte civilizada es un puzle en el que encaja todo: los clásicos griegos y los de Hollywood, los tebeos y la ecdótica. Que se haya dedicado con idéntica seriedad a estudiar al heleno Euforión de Calcis que a rastrear el mito artúrico en Star Warsretrata bien a un hombre que se mueve con la misma soltura en una galaxia muy lejana que en el siglo III antes de Cristo. “Una noche en la calle/vale más que cien libros”, dicen otros dos versos suyos.
El premio nacional que acaba de recibir –y que se suma al de Traducción que en 1989 obtuvo por el Cantar de Valtario- está dotado con 20.000 euros, pero la pregunta del millón es cuándo descansa Luis Alberto de Cuenca. Desde hace años dedica sus vacaciones a escribir poemas, de ahí el título de su último libro. “Digamos que miro el mundo como poeta todo el año y en agosto esa mirada se convierte en poesía”, dijo el lunes en Madrid. Lo dijo y al instante se lanzó a recomendar Black Sails, la serie de televisión que le absorbe en el tiempo que no le ocupa Eurípides: “De piratas. Fascinante. Una precuela de La isla del tesoro”.
La palabra clave es “fascinante”, porque todo lo cuenta con entusiasmo este escritor y filólogo. Tenía 24 años cuando empezó a trabajar en el departamento de clásicas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y 30 cuando la Orquesta Mondragón llegó a disco de platino con una canción a la que él había puesto letra, Caperucita feroz, y a la que, con ironía, el poeta suele referirse como “un best seller”. Todavía se sonríe recordando la “coña” que hacían a su costa sus compañeros del CSIC. “Yo no distingo entre alta y baja cultura”, argumenta. “Son dos emanaciones del ser creativo del hombre”.
Humor y sentimiento
Más en serio se lo tomaron sus colegas en 1985. De Cuenca ganó ese año el Premio de la Crítica por La caja de plata, el libro que supuso su alejamiento del culturalismo de parte de su generación, la de los novísimos. Bienhumorada y sentimental, su poesía se acogió desde entonces a una etiqueta tomada del cómic: línea clara. Pasado el tiempo, sus primeros libros —Elsinore, Scholia— llegan expurgadísimos a cada nueva edición de su poesía reunida —Los mundos y los días (Visor)— aunque su autor los mira hoy con más benevolencia: “Ya no me parecen radicalmente abominables. Ahora los leo hasta con ternura. Será la edad. Sigo siendo un poeta de línea clara, pero esa línea se está volviendo cada vez más oscura. Y no porque no se me entienda sino porque los tintes del poema son más graves. Eso sí, sin perder el humor y la ironía”.
Capaz de colocar en un mismo poema a una stripper y al emperador Justiniano, Luis Alberto de Cuenca fue director de la Biblioteca Nacional entre 1996 y 2000 y Secretario de Estado de Cultura con José María Aznar desde ese año hasta 2004. Luego volvió al CSIC, a sus eruditos y a sus roqueros: en 2011 fue Loquillo el que puso música a sus versos en Su nombre era el de todas las mujeres. Un año antes había ingresado en la Academia de la Historia. Los versos, entretanto, nunca ha sido para él pasajeros. “Este verano pasado, por ejemplo, se ha dado bien”, dice sin ocultar su satisfacción. “Habré escrito unos 20 poemas”. Así son los poetas: a cualquier cosa llaman vacaciones.
Babelia
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