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UNIVERSOS PARALELOS

El ‘hat-trick’ de Dylan

Se recupera todo lo grabado por el cantautor en su estirón creativo de 1965 y 1966

Diego A. Manrique
Dylan se pasó a los instrumentos eléctricos en 1965
Dylan se pasó a los instrumentos eléctricos en 1965

En el pop de los sesenta, abundan los tripletes: el encadenamiento de tres discos extraordinarios. Pero podríamos argüir que el de Bob Dylan fue el más explosivo y veloz: en año y medio, grabó/editó tres álbumes (el último, doble) que subieron el listón literario y catalizaron el despegue del rock hacia alturas desconocidas.

Bringing It All Back Home (salió en marzo de 1965) le distanció del folk politizado e introdujo algo de electricidad. En Highway 61 Revisited (agosto de 1965) desarrolló un hiriente rock-blues para encajar sus visiones alucinadas. Blonde on Blonde (junio de 1966) ofrecía una majestuosa crónica de amores y odios.

La portada de una de las ediciones de 'The Cutting Edge'.
La portada de una de las ediciones de 'The Cutting Edge'.

Tan asombrosa productividad discográfica alternaba con giras constantes y la escritura del libro Tarántula, sin olvidar acontecimientos no menores como su matrimonio con Sara Lownds o el nacimiento de su primer hijo. Imposible obviar su ingesta de diferentes sustancias pero eso incluso aumenta nuestro pasmo.

La nueva entrega de su Bootleg Series nos sitúa en los laboratorios de su creatividad. El 6 de noviembre sale The Cutting Edge, panorámica de su modus operandi durante esos catorce meses. Tres ediciones: doble CD, caja con 6 CD y —en tirada limitada— un monstruo con 18 CDs que promete juntar todo lo que grabó en estudios y en habitaciones de hotel durante 1965 y 1966. Ojo, no exactamente todo: siguen perdidas las cintas del encuentro en Londres con los John Mayall's Bluesbreakers, incluyendo a Clapton.

En verdad, buena parte de ese material ha sido pirateado o publicado en recopilaciones legales. ¿Qué aporta el escuchar esa música ordenada cronológicamente? Para el oyente nuevo, muchas revelaciones. Olviden los métodos actuales: Dylan grababa en directo, rodeado de los músicos. Apenas ensayaba: se esperaba que los acompañantes sintonizaran con sus intuiciones.

Dylan trabajaba especialmente los singles: hay 16 tomas de Like A Rolling Stone y algunas más de One of Us Must Know (sooner or later) o Can You Please Crawl Out Your Window? (gran frustración fue el pinchazo de los dos últimos). Los productores, Tom Wilson o Bob Johnston, apenas ejercían sus poderes. Dylan sabía lo que quería, aunque le costara verbalizarlo. No siempre funcionaba lo obvio: The Hawks, sus músicos de directo, no encontraron la piedra filosofal.

Para Bringing It All Back Home y Highway 61 Revisited, Dylan llevaba preparado el repertorio y lo resolvió con seguridad. Resultó más complicado Blonde on Blonde. Impresiona el carisma, la audacia de aquel veinteañero: imaginen a los encallecidos profesionales de Nashville, pelos cortos y pantalones de poliéster, estajanovistas inactivos mientras Dylan remataba sus letras más complejas. Ya unidos, reforzados por Al Kooper y Robbie Robertson, aquel choque de culturas se resolvió en una sucesión de acrobacias mágicas. Entre sus gnómicas declaraciones de 1965, dijo: “Soy un artista del trapecio”. Cierto.

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