Dietario de septiembre
La gente que en esta tarde todavía veraniega ha decidido, en vez de ir al cine o quedarse en una terraza, entrar en un teatro para que les cuenten las cosas de otra manera, a media distancia: voces próximas, cuerpos próximos. Y prójimos.
En La mujer zurda, de Peter Handke, Bernard Minetti es el viejo padre que vive solo y visita a su hija, Edith Clever, que también ha decidido quedarse sola. Viene para advertirla del peligro. Minetti tiene esa única escena y se lleva la película, no puedes olvidarle. Se parece a Laurence Olivier, pero lo que en Olivier era autoconciencia pomposa de la propia importancia (aunque no siempre, hay que ser justos), aquí es intensidad, autoridad que no necesita imponerse: exhala vida interior por los cuatro costados. Un hombre que ha mirado y escuchado, que sigue mirando y escuchando, a sí mismo y a los otros. En un gran actor o una gran actriz percibimos la vida interior de un modo instantáneo, como una función corporal, como la respiración. Decía Anna Lizarán: “El teatro se aprende con la vida. Cuantas más penas, alegrías, desengaños e ilusiones has experimentado, más recursos tienes para mostrar todo este abanico de cosas que es la persona humana".
Julien Gracq: “Esos grandes actores en los que la interpretación de un papel palidece siempre en provecho del rebrote testarudo de su identidad. Poco importa el papel, en el fondo: es a ellos a quienes se va a ver, o mejor, volver a ver: su acento, sus tics, su forma de andar, de saludar, de levantar la nariz. Su presencia”.
En una entrevista de hace unos años, Juanjo Puigcorbé hablaba sobre la esencia de la actuación: “Es sentirse íntimo en público. Es algo muy difícil de explicar, pero voy a intentarlo: tener en el escenario una gran conciencia del presente, vivirlo, engrandecerlo si es posible, y compartir esa intimidad del personaje con el público. Esa es la magia del teatro y esa es la ceremonia que los espectadores vienen a ver”. Parece que Puigcorbé lo está dejando. Espero que no del todo: sería una verdadera lástima.
Pasmos. Una actriz pregunta: “¿Estáis preparando un clásico, no?”. La otra le contesta: “Sí, pero lo hacemos a contratexto, naturalmente”.
Contaba Àlex Rigola que durante muchos años, poco antes de cada estreno, seguía el rito de preguntar “¿Quién viene esta noche?” y el actor Joan Carreras le contestaba “Desmond Tutu y Saza”, ejemplo de público glorioso e imposible. Una noche, en el Español, no se lo podían creer: en primera fila estaba Saza, ya muy viejecito, sonriendo con su dentadura pianísima. Cuando murió, decidieron que seguirían preguntando por él, que Saza continuaría yendo a sus estrenos. (Y que Tutu era un malqueda).
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.