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La sangre nueva del fotoperiodismo

El festival Visa pour l’Image reúne a las últimas hornadas del reporterismo en Perpiñán

Álex Vicente
Soldados franceses en la trinchera en Bambari (República Centroafricana), verano de 2014.
Soldados franceses en la trinchera en Bambari (República Centroafricana), verano de 2014.Edouard Elias

El fotoperiodismo vuelve a invadir Perpiñán. La 26ª edición de Visa pour l’Image, festival de referencia que aspira a tomar anualmente la temperatura de la fotografía de prensa en todo el mundo, tiene lugar hasta el 13 de septiembre en una decena de sedes del centro de la ciudad francesa, convertida en lugar de encuentro para profesionales y aficionados. En el programa de esta edición, compuesto por 24 muestras gratuitas y decenas de proyecciones nocturnas al aire libre, sobresale una voluntad de apertura a las nuevas generaciones del reporterismo. “No fue premeditado escoger a tantos jóvenes, porque no creo en las cuotas. Para mí, solo existen dos categorías: los buenos fotógrafos y los malos”, afirma el director del festival, Jean-François Leroy. “Sin embargo, que haya tantos jóvenes con talento me tranquiliza. Demuestra que, pese a las dificultades que vive el sector, esta profesión no está muerta”.

El menor de todos ellos es el francés Édouard Elias, de 24 años, que en 2013 pasó diez meses secuestrado en Siria. En Perpiñán expone su última serie, sobre la acción de los soldados de la Legión Extranjera del ejército francés en la República Centroafricana, de la tensa espera en la retaguardia al combate, en plena tormenta de arena, en las trincheras de Bambari. El conflicto bélico y las turbulencias políticas vuelven a ser, un año más, el eje central de un programa especialmente duro, plagado de imágenes que no dejan indemne a nadie.

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El venezolano Alejandro Cegarra, de 26 años, indagó durante meses en la herencia de Hugo Chávez en Venezuela, donde sus seguidores aspiran a perpetuar su legado, mientras que el somalí Mohamed Abdiwahab, de 28 años y formado a través un curso por correspondencia, retrató la difícil situación de su país, casi inaccesible para los reporteros extranjeros. Gracias a su nacionalidad, el ruso Sergey Ponomarev, de 35 años, logró adentrarse en la Siria de Asad para retratar la perturbadora cotidianidad de quienes viven bajo las bombas. En una imagen, un niño parece celebrar su cumpleaños entre los escombros. En otra, una familia regresa al apartamento que abandonó dos años atrás para instalarse de nuevo en él, pese a estar en ruinas.

Entre los profesionales expuestos también figuran más mujeres de lo habitual. Entre ellas, fotógrafas que apenas superan la treintena, como Diana Zeyneb Alhindawi, reportera rumanoiraquí que retrata a las víctimas de violaciones en la República Democrática del Congo; o la canadiense Adrienne Surprenant, que indaga en los preparativos para la construcción del nuevo canal interoceánico en Nicaragua, tres veces mayor que el de Panamá. Por su parte, la francesa Viviane Dalles, de 36 años, siguió durante meses a las madres adolescentes en el norte francés, mientras que la estadounidense Nancy Borowick, de 30 años, hizo una crónica del tratamiento médico de sus padres, a quienes se diagnosticó un cáncer avanzado a la vez, en una de las series más devastadoras de esta edición. En ella desaparecen las fronteras entre lo público y lo privado. “Si me dedico a esto, es para contar historias a través de la imagen. La fotografía no solo es mi trabajo, sino también mi vida, mi carrera, mi pasión y una gran parte de quien soy”, explica Borowick, que decidió rendir homenaje a sus progenitores en el último episodio de sus vidas.

Los consagrados

Pese al rejuvenecimiento, el festival no gira la espalda a las figuras consagradas. La gran retrospectiva de esta edición homenajea a Eli Reed, gran fotógrafo de la agencia Magnum. Revisa su trayectoria de más de 50 años a través de casi 300 fotografías, que configuran una especie de retrato colectivo de la población estadounidense. Otro veterano como el alemán Gerd Ludwig recorre el circuito turístico de la antigua central de Chernóbil y la ciudad fantasma de Pripyat, donde vivieron 50.000 personas antes de la catástrofe nuclear. Por su parte, Daniel Berehulak sigue los estragos de la epidemia del ébola en África Occidental, mientras que Stephanie Sinclair retrata a las llamadas diosas vivientes del Nepal, preadolescentes del valle de Katmandú veneradas por su parecido con una deidad protectora. Además, una exposición rinde homenaje a Charlie Hebdo a través de decenas de imágenes que revisitan la historia de la revista satírica.

El toque hispano

Dos nombres aportan un toque hispano al programa. El madrileño Juan Manuel Castro Prieto, de la agencia Vu y reputado positivador, retrata a las comunidades rurales de las cordilleras del Perú. El argentino Andrés Kudacki siguió tres años a víctimas de desahucios en España. Las imágenes desprenden una intimidad capturada en el instante en que la policía llamaba a la puerta.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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