“Esquivo los veranos por coherencia dramática”
Daniel Sánchez Arévalo confiesa que se nutre de las contradicciones para escribir
Joven y ya maestro, las comedias amargas de Daniel Sánchez Arévalo (Madrid, 1970) llevan el aroma de la piedad por sus semejantes. Deslumbró con la atinada y pertinente sensibilidad por la lucha de clases de barrio en Azuloscurocasinegro, quiso ser bisnieto de Lubitsch en Primos y sobrino de Tod Browning a dieta de cruda realidad en Gordos, luego le dio una vuelta de tuerca berlanguiana a La gran familia española. Es uno de los talentos más químicamente puros de nuestro cine.
Pregunta. ¿Confesaría aquí y ahora algo inconfesable?
Respuesta. Soy muy pedorro, en el sentido gaseoso de la palabra. Y por favor, no pongas esto como titular del cuestionario, que me da vergüenza.
P. ¿Qué espina lleva clavada?
R. No ser más valiente. Vivir instalado en el miedo. No haber sido padre aún.
P. ¿Qué es un oxímoron? Y no diga que un medicamento…
R. El planeta es un oxímoron. El mundo, nuestro país, la sociedad, el ser humano. Somos contradicción pura. Y está bien que sea así. Al menos para mí que es de lo que me nutro para escribir.
P. ¿A qué le suena catáfora?
R. Me suena a putada. Igual que debió de sonarles a los chavales que se examinaron de selectividad en Cataluña.
P. ¿Cómo es el viaje al centro de su alma?
R. Eterno, en espiral, lleno de obstáculos invisibles y traicioneros, y de ida sin vuelta. Vamos, como una mosca dándose golpes contra el cristal de una ventana.
P. ¿Qué le hace reír hasta descoyuntarle?
R. Mi hermano Antonio de la Torre imitando a Aznar, Chiquito de la Calzada y los Hermanos Marx.
P. Confiese: algo imposible que le gustaría poseer ¡ya!
R. Dinero. Mucho. Ser asquerosamente rico.
P. ¿Volvería a dejarlo todo por amor?
R. Nunca lo he dejado todo por amor. Más que dejarlo todo, lo he hecho todo por amor. Y no, creo que no lo volvería a hacer. Bueno sí que lo haría, pero no por una pareja.
P. ¿Estudia o trabaja?
R. Hago. Me considero artesano, no artista. Me siento más cómodo así.
P. ¿Volvería a mandarlo todo a tomar vientos?
R. Nunca he mandado nada a tomar vientos. En parte porque me dedico a esquivar la vida.
P. ¿A quién va a legar su inmensa fortuna?
R. Ah, ¿o sea que al final la voy a conseguir? Qué ilusión. Se la dejaré a mis hermanos y sobrinos. Los de la sangre, y los de la vida. Se la dejaré a aquellos que no se peleen y sepan compartir. Hay que ser generoso. Y aparte, como va a ser inmensa, a todos les tocará un buen pellizco.
P. Aparte de este, ¿cuál fue el mejor verano de su vida?
R. Al igual que esquivo la vida, también esquivo los veranos. Es cuestión de coherencia dramática. Para mí el mejor verano es el que me pilla trabajando. Así que me quedo con el verano en el que rodé Primos en Comillas.
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