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PATIO DE COLUMNAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La revancha de Albert Camus

Conmueve la devoción que suscitan algunos escritores. Esta mañana visité el cementerio de Lourmarin, un pueblo del sur de Francia en el que está enterrado Albert Camus. Los lectores han convertido su tumba en un modesto santuario, y llegan de todos los países del mundo para traerle lavanda y mensajes de agradecimiento. La lápida es pequeña y austera, una de esas piedras tiernas de color ocre que abundan en la región. No dice nada más que su nombre y, debajo, 1913-1960. Sin embargo, las plantas y los pequeños regalos que la cubren la vuelven singular y acogedora.

El pueblo donde Camus eligió afincarse definitivamente es sencillo y a la vez muy refinado. El autor de El extranjero amaba el fútbol. De joven jugó en el equipo de la Universidad de Argel, aún enfermo de tuberculosis, y en Lourmarin visitaba con frecuencia el estadio. Fueron los futbolistas de ahí quienes cargaron su ataúd hasta el cementerio.

Hijo de padre francés y madre menorquina emigrados a Argelia, creció en ese país antes de vivir en París donde mantuvo con Jean-Paul Sartre una amistad cercana pero llena de rivalidades. Sin embargo, a diferencia de este último, nunca quiso afiliarse al partido comunista ni a sus lineamientos. En una época donde se exigía a los escritores que comprometieran su literatura a una causa, alabó las virtudes del anarquismo. Esto le costó la amistad con Sartre. Camus recibió el premio Nobel a los 44 años, mucho antes de que el autor de El ser y la nada lo rechazara —no sabemos si por dignidad o por exceso de arrogancia—. Influida por Sartre, la inteligentsia parisiense lo expulsó de sus círculos. Durante años, la figura de Camus fue venerada en Francia sólo por los outsiders, los adolescentes y los marginales.

Hay partidos de fútbol que duran mucho más de lo reglamentario. El de Sartre y Camus es uno de ellos. Si bien el autor de El ser y la nada dominó durante la primera mitad, en la segunda —comenzada tras la caída del muro de Berlín— Camus lleva la delantera. En la literatura actual la autenticidad tiene más importancia que cualquier postura política. De ahí que la obra y la figura de Sartre resulte menos apetecible ahora, mientras que la obra de Albert Camus, centrada en el absurdo, en la revuelta y en el amor, resurge concisa y poderosa de un injusto olvido.

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