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Siete recuerdos del Sonorama

El director del festival elige siete anécdotas de estos 18 años

Isabel Valdés
Público en uno de los conciertos del Sonorama 2014.
Público en uno de los conciertos del Sonorama 2014.Diego Santamaría

Una mañana. Fue el tiempo que necesitó Javier Ajenjo, director del Sonorama Ribera, para bucear entre los cientos de recuerdos que acumula tras 17 ediciones. Debía elegir cinco: "No puedo, mejor un par de ellos más", apuntó riendo al teléfono. "No es fácil y hay cosas que seguramente he olvidado. Es mucho tiempo". Sí, casi dos décadas, y durante ellas, millones de momentos generados y guardados en la memoria no solo por el director, sino por los voluntarios, las bandas, el público, los vecinos de Aranda de Duero... Estos son los siete de Ajenjo.

El porqué de la plaza del Trigo

"Xoel López y yo cumplimos años el mismo día (el 12 de agosto). En 2011 cayó en domingo, él venía de viaje y para celebrar su cumpleaños y el mío subió a hacer algunas canciones en el escenario de la plaza del Trigo. Sin avisar, por sorpresa. Lo vio Sidonie, Supersumarina... Y fue así como nacieron los conciertos sorpresa en la plaza".

Desde el balcón

"Second tocó por primera vez en la quinta edición del Sonorama. En aquel entonces no teníamos para pagar hoteles a las bandas. Se alojaron en casa de Ismael y Ana, unos de los voluntarios del festival; viven encima de la plaza del Trigo. El año pasado, uno de esos conciertos regalo para los fans fue el de Second. Cuando los presentamos dijimos que hacía 12 años que una banda había tocado por primera vez, que eran unos chavales y que habían dormido en una casa muy cerca de allí. Hicimos que el público se diera la vuelta, y allí estaban, en el balcón. Después bajaron y tocaron. Fue muy emocionante".

A pulso

"Durante un tiempo no teníamos ni grúa para mover cosas pesadas. El primer año que tuvimos escenario en condiciones nos encontramos un trust de 2.000 kilos (la estructura metálica que soporta las luces). Los técnicos dijeron 'Esto sin grúa... nosotros nos vamos'. Pero eso no se podía quedar ahí, así que buscamos a 40 tíos de la organización y lo subimos a mano".

Pretensión fallida

"Teníamos ganas de tener fuegos artificiales en el festival y en la decimoquinta edición, como no teníamos para pagar a una empresa que nos hiciera el servicio, los compramos nosotros y los pusimos sobre el tejado del recinto ferial. Alberto, el encargado de seguridad, era quien debía lanzarlos después del último concierto del día. Yo tenía que hacer una señal por el teléfono, y entonces él empezaría a lanzarlos. A mitad de la última canción el cabrón del teléfono se marcó solo y Alberto prendió fuego. Fue un desastre".

Combustión espontánea

"En la segunda edición (1999), en medio de un concierto de Los Enemigos, salieron ardiendo parte de los altavoces. Imagina cómo sería la calidad del sonido. El efecto era muy bonito, pero la realidad es que estaban ardiendo".

Salto sin pértiga

"En todos los festivales están los típicos saltarines de valla para intentar colarse. Un año, el jueves, que era el primer día de festival, estábamos viendo a tres chavales que rondaban la valla, ahí, trazando la estrategia, y les dije a dos personas de mi equipo 'estos están para saltar, ya veréis que risas nos echamos'. Efectivamente, saltaron y se pusieron a correr. Entonces nosotros les gritamos: '¡No corráis, hombre! ¡Que hoy es gratis!".

De la UVI al escenario y viceversa

"Anécdotas médicas tenemos varias. Una de ellas fue con Rinôçérôse, estuvieron a punto de no tocar porque la bajista estaba con una contractura fortísima. Tuvimos que buscar un fisioterapeuta un sábado casi a medianoche para que la tratara. Otra, hipermeritoria, fue con Infadels, en 2009. A uno de ellos le dio un golpe de calor, se deshidrató. Les dijimos que suspendíamos el concierto, que no había problema. Pero dijeron que no. Una UVI móvil estaba a pie de escenario, lo trataron, subió, tocó, bajó y del escenario fue directo al hospital".

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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